Por Joseph Towle, M.M.
Domingo 15 de septiembre del 2024
Is 50, 5-9 | Sant 2, 14-18 | Mc 8, 27-35
La amenaza de violencia está presente en dos de las tres lecturas de esta semana. En la primera lectura, Isaías declara su compromiso y fidelidad absolutas al llamado de Dios incluso cuando esto causa violencia en su contra. Sus enemigos lo golpean, le tiran de la barba y le escupen en la cara. Él concluye que el ser un seguidor fiel de Dios (o un verdadero profeta, en su caso) necesariamente provocará una reacción negativa de algunos que lo escuchen y también una defensa fuerte de “el Señor es mi ayuda”.
La primera y tercera lectura se escogen generalmente porque tienen temas similares. El Evangelio de San Marcos describe la enseñanza de Jesús de que él debe padecer mucho a manos de las autoridades religiosas, quienes terminaran efectivamente asesinándolo. Pedro, quien acaba de declarar a Jesús como el Cristo, el Mesías, lo escucha desconcertado y procede a apartar a Jesús para disuadirlo, quien lo rechaza. Jesús entonces reprende a Pedro, y tal como aparece en los Evangelios, se refiere a él como “Satanás”.
Sin duda, la violencia se insinúa desde el primer capítulo de San Marcos, cuando Jesús entra a la sinagoga a enseñar “como quien tiene autoridad y no como los escribas”. Este impactante comentario de la gente tuvo que haber llegado a oídos de los escribas y tuvo que haber dolido y seguro no lo olvidaron. Los capítulos que siguen relatan con creciente ruido la hostilidad que las autoridades religiosas sentían en contra de Jesús.
Isaías y Jesús, ambos profetas y sujetos al rechazo y la violencia.
Una vez en mi parroquia de San Pedro Necta en las montañas del noroeste guatemalteco, di una homilía en la festividad del Domingo del Buen Pastor. Era una época en que los campesinos estaban incendiando sus propios campos. Algunos incendios se salieron de control y se expandieron hacia las laderas de las montañas donde ardieron de día y de noche por varias semanas, dispersando cenizas y humo en el pueblo. Hablé sobre un buen pastor que cuidaba los campos y prevenía los incendios sin supervisión, mientras que el mal pastor se hacía a un lado y no hacía nada. Esa misma noche alguien lanzó una antorcha al huerto de la parroquia, posiblemente el alcalde del pueblo que había tomado mis palabras en contra suya.
Jesús insiste en las lecturas del Evangelio de esta semana que aquél que quiera seguirlo “renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. Estas son palabras misteriosas que nos invitan a la reflexión profunda. Parece que nuestro primer instinto es pelear para preservar nuestra vida, defendernos de lo que sea, de quienquiera que amenace nuestra vida. ¿Quién no pelearía en contra de alguien que quisiera matarnos o a nuestros seres amados? Sin embargo, Jesús, con su propia vida, la de muchos de sus seguidores y nos dio el ejemplo a todos sus seguidores.
Después, cuando trabajaba en el departamento de producción audiovisual de Maryknoll, estuve involucrado en una serie extensa llamada “Niños de la Tierra”. Se trataba de viajar a diferentes países en Asia, África y las Américas para grabar las vidas y actividades de adolescentes. Tomó muchos años para grabar y editar los 16 video retratos, pero amaba ese trabajo porque me acercaba y amistaba con familias y culturas alrededor del mundo.
Un segmento del video se trata de una niña maya de 13 años que se llamaba Guadalupe (Lupita) Vázquez, de la aldea de Acteal en Chiapas, México. Hace 15 años, la aldea fue escena de una masacre de 45 personas que se convirtió en noticia internacional. La aldea entera había hecho un juramento a favor de la paz durante el conflicto entre el gobierno y el grupo de resistencia de los Zapatistas. Desafortunadamente, ese voto por la paz fue ignorado.
El 22 de diciembre de 1997, mientras un grupo rezaba en la capilla, otros indígenas mayas asociados con el ejército del gobierno, entraron a la aldea y dispararon a los que estaban en la capilla. En el revuelo, el padre, la madre y las cinco hermanas de Lupita fueron asesinados. Dos hermanos recibieron disparos en las piernas. Lupita se salvó de cualquier herida al correr “más rápido que las balas”.
Lupita y otras víctimas de violencia en Latinoamérica —que suele en tantos casos ser patrocinada por el gobierno— son las personas que llevo conmigo a las puertas de Fort Benning, en Georgia, EE. UU., a protestar en contra del entrenamiento de ejércitos latinoamericanos en la Escuela de las Américas (Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad).
Es mi insignia de honor haber sido uno de las 600 personas arrestadas y procesadas ahí en 1995. Quizás, en menor medida, a eso se refería Jesús cuando dijo “perder la vida”.
El Padre Maryknoll Joseph Towle, de Roslindale, Massachussets, se unió a Maryknoll en 1965. Él sirvió en Latinoamérica por cerca de 25 años y trabajó en varios ministerios relacionados con la promoción de la misión de la Sociedad Maryknoll.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales de Maryknoll, haga clic aquí.
Imagen destacada: La joven Guadalupe Vázquez posa al lado de las fotos conmemorativas de su madre y otros parientes que fueron asesinados en una masacre el 22 de diciembre de 1997 en Chiapas, México. (William Coy, M.M./Cortesía de los Archivos de Misión Maryknoll/México)