Por Cindy Wooden, Catholic News Service
PORT MORESBY, Papúa Nueva Guinea (CNS) — Generar entusiasmo para vivir y compartir la fe cristiana no es una cuestión de “técnicas”, sino de ser alegres y servir a los demás, dijo el Papa Francisco.
En una tarde dedicada a la Iglesia Católica en Papúa Nueva Guinea el 7 de septiembre, el Papa visitó a algunos de los miembros más vulnerables de la sociedad, a los católicos que cuidan de ellos, y a los obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas del país.
El Santo Padre comenzó en la Escuela Secundaria Técnica de Caritas en Port Moresby, donde se reunió con unos 800 estudiantes, así como con niños que vivían en la calle y con niños y adultos discapacitados que reciben asistencia de la red Callan Services.
Clemens, que no oye y hacía señas mientras hablaba su hermana, Genevieve, dijo al Papa: “Santo Padre, me gustaría preguntarle, en primer lugar: ¿Por qué tenemos que sufrir con nuestra discapacidad? Dos: ¿Por qué no tengo las capacidades de los demás? Tres: ¿Por qué este sufrimiento? Cuatro: ¿Hay esperanza también para nosotros?”.
Una niña dijo que el mero hecho de celebrar la reunión demostraba cuánto quiere el Papa a los niños de la calle, “aunque no seamos productivos, a veces somos alborotadores, vagamos por las calles y nos convertimos en (una) carga para los demás”.
Preguntas ‘desafiantes’ de niños al Papa Francisco
“Me gustaría preguntarle, Santo Padre, ¿por qué no tenemos oportunidades como otros niños y cómo podemos ser útiles para hacer nuestro mundo más bello y feliz aunque vivamos en el abandono y la pobreza?”, preguntó.
Calificando de “desafiantes” las preguntas de los niños, el Papa respondió que cada persona es única, y cada una tiene talentos y dificultades, pero Dios tiene una misión para cada persona basada en amar a los demás y saber aceptar el amor.
“Dar amor, siempre, acoger con los brazos abiertos el amor que recibimos de las personas que nos quieren. Esto es lo más bonito y lo más importante de nuestra vida, en cualquier condición y para cualquier persona, incluso para el Papa”, dijo a los niños.
“Ninguno de nosotros es una ‘carga’ — como han dicho”, respondió el Papa. “¡Todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros!”.
Mujeres vulnerables a acusaciones de brujería
El Papa Francisco terminó la tarde en el Santuario de María Auxiliadora de la ciudad escuchando a los trabajadores de la Iglesia compartir las alegrías y los desafíos de sus ministerios, incluidos los esfuerzos para ayudar a las personas — por lo general mujeres o niños — que soportan la tortura e incluso se enfrentan a la muerte después de ser acusados de brujería.
La hermana Lorena Jenal, miembro de las Hermanas Franciscanas de la Divina Providencia, le contó al Papa Francisco sobre una de las 250 mujeres a las que ha ayudado su Casa de la Esperanza.
“María llegó a nosotros en 2017”, dijo la hermana Jenal. “Estaba tan torturada y quemada que no sabíamos si podríamos salvar su vida“.
Pero, dijo, “hoy trabaja en nuestro equipo defendiendo los derechos humanos y la dignidad e igualdad de las mujeres. Es testigo de la importancia del amor y el perdón entre todas las personas”.
El padre Emmanuel Moku, autodenominado “de vocación tardía”, que se ordenó hace 12 años, a la edad de 52, dijo al Papa que “mi clan espera que un hombre se convierta en padre y trabaje y alimente a su pueblo. Por eso, como seminarista, me consideraban poco fructífero. Esto me hacía sentir desesperanzado”.
Pero tras la ordenación, su familia se sintió orgullosa de tener un sacerdote en el clan, dijo. “Sólo entonces me liberé de la presión de mis normas culturales”.
Arraigados prejuicios en Papúa Nueva Guinea
Grace Wrakia, laica miembro del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, dijo al Papa que no está segura de cuánto tiempo tardará la Iglesia de Papúa Nueva Guinea en ser verdaderamente sinodal.
“Pero bastarían unos pocos hombres en una sociedad fuertemente paternal como la mía que creyeran en una mujer y la apoyaran para verla elevarse por encima de su estatus tradicional en la sociedad y provocar el cambio”, dijo.
“Quiero ver un cambio en el que las mujeres sean socias y cooperadoras, en el que los jóvenes no sean ignorados o desatendidos, sino recibidos con el corazón y la mente abiertos, en el que los sacerdotes y religiosos trabajen como socios y no como competidores, en el que los sacerdotes y consagrados no sean considerados ‘grandes hombres’, sino líderes servidores”, dijo.
El Papa Francisco animó a todos ellos a mantenerse firmes y seguir intentándolo, inspirándose en los misioneros que llegaron a Papúa Nueva Guinea a mediados del siglo XIX. “Los primeros pasos de su labor no fueron fáciles; de hecho, algunos intentos fracasaron. A pesar de eso no se rindieron, sino que con gran fe y celo apostólico continuaron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, recomenzando muchas veces a partir de los fracasos y pasando por muchos sacrificios”.
Más que nada, dijo el Papa, los que realmente quieren ser discípulos misioneros de Jesús deben comenzar en “las periferias de este país” con “las personas de los sectores más desfavorecidos de las poblaciones urbanas, así como a aquellas que viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a menudo falta lo indispensable”.
“Pienso también en las personas marginadas y heridas, tanto moral como físicamente, a causa de los prejuicios y las supersticiones, en ocasiones, hasta el punto de arriesgar la propia vida”, dijo el Papa. “La Iglesia quiere estar particularmente cercana a estos hermanos y hermanas, porque en ellos, Jesús está presente de un modo especial”.
Imagen destacada: Un niño con traje tradicional saluda al Papa Francisco a su llegada al Santuario de María Auxiliadora en Puerto Moresby, Papúa Nueva Guinea, el 7 de septiembre de 2024. (Foto CNS/Lola Gomez)