Misiones en Latinoamérica: Cuando conocer la realidad duele

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Padre Alejandro Marina
Fecha de Publicación: Dic 2, 2024

Una vez al mes salimos de la primaveral Cochabamba, pasamos el frío de Colomi en la cordillera de los Andes, seguimos por paisajes de hermosos valles, cañones montañosos, semidesiertos, hasta llegar al calor agobiante de la selva tropical.

Seis horas después estamos en la comunidad Santísima Trinidad, en el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), en la Amazonía boliviana, donde hace más de dos años los misioneros y seminaristas Maryknoll fuimos invitados a colaborar.

No pasan 5 segundos de nuestro arribo y se escucha: “¡duche! ¡duche!”. Es Danielito, un vecinito de 3 años que viene junto a sus hermanitos y otros niños a pedir dulces. Ellos traen la alegría y la inocencia. Su presencia nos alegra la llegada y estadía, pero también nos parte el corazón cuando vamos conociendo su realidad.

Las familias en esta comunidad no tienen otro medio de sobrevivir que cultivar sus “chacos” (una parcela de tierra asignada por las autoridades locales a toda persona mayor de 18 años que lo solicite). El trabajo en el chaco es muy duro. Se debe salir temprano en la mañana, para evitar el bochorno del sol tan fuerte, y se vuelve a las cinco de la tarde, ya extenuados.

Como suele suceder en pequeñas comunidades, muchas mujeres trabajan en los chacos y cargan la responsabilidad del hogar y la crianza. El alcoholismo en los hombres está haciendo estragos y trae complicaciones que muchas mujeres callan.

Debido a la falta de una guardería o de un programa para cuidar a los niños, Danielito y otros pequeños que aún no están en edad escolar se quedan solos en casa hasta que sus padres regresan de los chacos.

Otro problema es un servicio civil inadecuado. Muchos niños en edad escolar no están inscritos por sus padres y no tienen documentos. Eso los priva de asistir a la escuela.

Estas situaciones exponen a los niños a múltiples peligros, además de la mala alimentación que presentan. Si bien se les deja comida preparada, ellos son muy pequeños para manejarse por su cuenta. Por eso se hace urgente un servicio de guardería, pero las autoridades locales, el Estado, o la Iglesia aún no han encontrado los medios necesarios ni las instalaciones.

Santísima Trinidad además carece de servicios de salud. Tiene una salita médica grande y provista, pero no tiene posibilidades de atender casos complejos. Muchos casos deben ser trasladados en ambulancia (una simple camioneta) a Villa Tunari, Chapare, a unas dos horas de distancia. Durante los trasladados la mayoría de pacientes graves mueren o mujeres embarazadas dan a luz.

Otra preocupación inminente es el cuidado del medio ambiente. En los chacos, el método más ancestral y práctico de limpieza para preparar el nuevo ciclo agrícola es la quema de los pastizales. Esto se hace sin control adecuado causando grandes incendios y humo por todos lados. En septiembre se hace la quema de sus terrenos y se pierden cientos de hectáreas. Debido al precio internacional del arroz, muchos lo cultivan y para ello queman extensiones de tierra.

Los incendios además generan enfermedades oculares, respiratorias y estomacales. A veces las escuelas recurren a clases virtuales, ya que se torna peligroso salir de la casa.

A medida que escucho las historias y conozco la realidad, entiendo el pasaje del Evangelio según San Mateo 9:36, cuando Jesús mirando a la multitud siente compasión y dice: “Están como ovejas que no tienen pastor”. La gente de la Amazonía es maravillosa, con riqueza cultural, con fe, pero están abandonados.

En vista del año jubilar 2025 con el tema “Peregrinos de Esperanza”, el Papa Francisco nos hace reflexionar. “Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir,” dice el Santo Padre. “Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse”.

El sueño de nuestros pueblos originarios del “Buen Vivir” se torna una utopía inalcanzable debido a la ambición de algunos y a la desidia de otros.

Como misioneros acompañamos a los pobres y nos preguntamos qué más podemos hacer para que las familias puedan seguir viviendo según sus tradiciones, pero teniendo lo necesario para cuidar, alimentar y educar a sus hijos en una vida más digna. Por eso estamos acá, para caminar con este pueblo, a pesar de que conocer la realidad nos duele. 

Imagen destacada: Una niño de la comunidad Santísima Trinidad juega en la calle mientras su padres u otros familiares trabajan en los chacos (parcelas de tierra) en la espesa selva de la Amazonía boliviana. (Adam Mitchell/Bolivia)

Sobre la autora/or

Padre Alejandro Marina

Nacido en Buenos Aires, Argentina, el Padre Maryknoll Alejandro Marina fue ordenado sacerdote en 1993 en la Diócesis de San Isidro. Fue director de misiones en su diócesis y, como parte de dicho trabajo, fue enviado como misionero a Holguín, Cuba, por cuatro años. Es Licenciado en Teología Dogmática y se ha especializado en el área de la Misionología. Actualmente es el director del centro y residencia Maryknoll en Cochabamba, Bolivia, y coordinador del Programa de entrenamiento en el extranjero (OTP) para candidatos a hermanos y padres Maryknoll.

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