DOS MISIONEROS LAICOS MARYKNOLL EN DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA SON ENVIADOS PARA SERVIR EN BOLIVIA Y ÁFRICA ORIENTAL
La compasión obligó a Jesús a actuar, y lo mismo es cierto para los misioneros, dijo el Padre Juan Zúñiga, secretario general de la Sociedad Maryknoll, al presidir la Misa de Convenio y Envío para los más recientes misioneros laicos Maryknoll en responder al llamado a servir en el extranjero.
Joshua “Josh” Sisolak y Marjorie “Marj” Humphrey fueron enviados a Bolivia y África Oriental, respectivamente, el sábado 7 de diciembre del 2024 en la Capilla de la Anunciación del Centro de las Hermanas Maryknoll en Ossining, Nueva York.
“Son llamados a compartir el movimiento mismo del corazón de Jesús. Un corazón que ve, se conmueve y responde”, dijo el Padre Zúñiga a los dos misioneros. Es “una misión que encuentra a las personas donde están, que busca sanar y restaurar, y que proclama el Reino de Dios”. Al destacar las cinco décadas de servicio de los Misioneros Laicos Maryknoll, agregó: “Marj y Josh, al seguir estas huellas, son parte de este legado”.
Aunque Sisolak, un recién graduado de la Universidad de Notre Dame, es un nuevo misionero, conoce bien a Maryknoll: es hijo del exmisionero laico Maryknoll Edward Sisolak, quien sirvió en Tailandia de 1995 a 1999.
“Conozco Maryknoll desde que tengo uso de razón”, dice Sisolak. “Crecí escuchando las experiencias de mi papá y el impacto que tuvo en su vida y en la formación del carácter y la fe que tiene hoy”.
“Es muy especial para todos nosotros los Misioneros Laicos Maryknoll ver que un padre pasa la antorcha de la misión a su hijo, especialmente porque nuestra organización se acerca a nuestro 50 aniversario el próximo año”, dice Elvira Ramírez, directora ejecutiva.
Sisolak es de Ashland, Montana. Dado que la mayoría de sus compañeros de clase pertenecían a las tribus crow y cheyenne del norte, aprendió diferentes tradiciones y rituales. “Esta experiencia me dio una visión de las vidas de aquellos que experimentan dificultades y opresión”, dice.
Mientras estudiaba en la universidad, Sisolak trabajó como camarógrafo y editor de video y participó en oportunidades de servicio voluntario. Después de graduarse con una licenciatura en Cine, Televisión y Teatro y una especialización en Teología, regresó a su ciudad natal para trabajar en St. Labre Indian School.
“Comencé mi discernimiento de convertirme en misionero hace unos dos años, cuando todavía era estudiante universitario”, dice. “Conocer bien Maryknoll significó que no tuve que buscar por mucho tiempo”. Encuentra en la organización de los misioneros laicos “una manera radical de vivir la fe católica en el mundo de hoy”.
La orientación de Sisolak lo llevó a El Paso, Texas, donde el departamento de servicios misioneros de los Misioneros Laicos de Maryknoll se trasladó el año pasado, y a Washington, D.C., donde participó en un programa colaborativo de formación laica del Servicio Misionero Franciscano.
De izq. a dcha.: Representantes de las hermanas, misioneros laicos, afiliados y de la Sociedad Maryknoll bendicen las cruces misioneras. (Andrea Moreno-Díaz/EE.UU.)
“Le damos la bienvenida de todo corazón a Josh en un momento en que celebramos a los casi 1.000 misioneros laicos que han sido enviados a través de los Misioneros Laicos Maryknoll”, dice Ramírez. “Se ha logrado mucho, ¡pero aún queda mucho por hacer!”
Humphrey ya era una de esos misioneros laicos, habiendo servido en Kenia y el sur de Sudán desde 1987 hasta 2007. Después de casi otras dos décadas en Estados Unidos, Humphrey regresa a la misión.
“La mayor alegría de mi vida fue estar en África Oriental. Hice un viaje allí por mi cuenta el año pasado solo para ver qué tal me iba. A mi edad, ¿sigo siendo capaz de hacer esto? Y descubrí que sí puedo”.
“He aprendido mucho de los africanos orientales”, añade. “Su alegría ante la adversidad y la importancia que le dan a las relaciones”.
Nacida y criada en Idaho, Humphrey tiene una licenciatura en comunicaciones y estudios religiosos y una maestría en educación de la Universidad Gonzaga en Spokane, Washington. Luego estudió para ser asistente médica en el Centro Médico Católico St. Vincent en Staten Island, Nueva York.
La vocación de Humphrey como misionera surgió durante sus años en una casa de hospitalidad del Trabajador Católico en la ciudad de Nueva York. Amistó con la cofundadora del movimiento, Dorothy Day, y se desempeñó como editora del periódico The Catholic Worker.
Durante este período de formación, Humphrey también fue profundamente influenciada por tres hermanas Maryknoll que residían en una pequeña vivienda en el vecindario. La Hermana Mary Mercy Hirschboeck, la primera doctora de la congregación, se convirtió en un modelo para ella. En 1987, Humphrey se unió a los Misioneros Laicos Maryknoll.
Sisolak, hijo de un misionero laico, firma el convenio para servir en el extranjero con los Misioneros Laicos Maryknoll ante Elvira Ramírez, directora ejecutiva de los Misioneros Laicos Maryknoll. (Andrea Moreno-Díaz/EE.UU.)
Humphrey encontró su lugar en las clínicas rurales de África Oriental. Perfeccionó sus habilidades como asistente médica brindando atención en instalaciones improvisadas, como en campamentos para personas desplazadas.
Algunos de sus trabajos más impactantes tuvieron lugar en el Programa para el Sida de Kitale al oeste de Kenia, al que se unió en el año 2000 en pleno apogeo de la epidemia de VIH/Sida. Se enfrentó al escepticismo contra la introducción de la terapia antirretroviral, que se había convertido en un tratamiento estándar en el mundo desarrollado.
Sin embargo, Humphrey no se inmutó. Inspirada por el pionero doctor Paul Farmer, que ofrecía consejos útiles, ella y su equipo dirigieron una exitosa clínica de VIH/Sida. “Vimos cómo cientos de personas que tenían ‘un pie en la tumba’ volvían a una vida sana y productiva”, recuerda. “Los niños seropositivos aumentaron de peso y recuperaron su energía tan rápidamente que quedamos asombrados y contentos de verlos reanudar una infancia más normal”.
Al regresar a Estados Unidos en 2007 para cuidar a sus padres ancianos, Humphrey no perdió sus lazos con la misión. Se unió a la junta directiva de los Misioneros Laicos Maryknoll y después se convirtió en directora de misiones.
Ahora anhela volver a conectarse con las comunidades que la formaron, y unirse a las filas de los misioneros laicos de Maryknoll en los ministerios de justicia y paz.
“La medicina es un tipo de compasión y cuidado. Otra es escuchar a las personas y estar presente para ellas”, dice Humphrey. Hay una epidemia de no escuchar, explica. Cuando alguien se siente escuchado, puede desarrollar la capacidad de escuchar, rompiendo así ciclos que conducen a la violencia.
Humphrey comenzará su misión con un proyecto a corto plazo en justicia restaurativa en Uganda. De allí, se dirigirá a Kenia.
“La justicia restaurativa ha demostrado ser un método eficaz para que las personas se entiendan y dejen de odiarse”, dice, “y luego comiencen a sanar y a avanzar”.
Cuando Sisolak y Humphrey se comprometieron con la misión, el Padre Zúñiga les recordó: “Ustedes no van solos. Van con la sabiduría de tantos que han ido antes que ustedes, y con la presencia permanente de Jesús”.
Ramírez comparte el sentimiento: “Caminamos con Josh y Marj en cuerpo y en espíritu mientras salen a amar y servir en sus respectivos viajes a Bolivia y África Oriental”.
Imagen destacada: Los Misioneros Laicos Josh Sisolak y Marj Humphrey siguen su llamado a servir en Bolivia y África Oriental, respectivamente, en su ceremonia de envío. (Andrea Moreno-Díaz/EE.UU.)