Por Justin McLellan, Catholic News Service
VATICAN CITY (CNS) — Cuando el Papa Francisco eligió la pequeña isla italiana de Lampedusa como destino para su primer viaje fuera de Roma después de su elección, envió una señal al mundo de que la migración sería una cuestión decisiva en su pontificado.
De pie en un punto de entrada para miles de migrantes que buscan refugio en Europa, lamentó lo que llamó la “globalización de la indiferencia“: una sociedad insensibilizada ante el sufrimiento de quienes se ven obligados a huir de sus hogares.
A lo largo de su pontificado de 12 años, que concluyó con su muerte el 21 de abril, el Papa Francisco nunca cesó en sus llamados a líderes mundiales y ciudadanos comunes para que traten a los migrantes con humanidad. Condenó con frecuencia las políticas de deportación masiva, pidió leyes de asilo más acogedoras y destacó la dignidad de quienes cruzan fronteras en busca de una vida mejor.
Hijo de inmigrantes italianos en Argentina, el Papa Francisco invocaba a veces la historia de su propia familia al hablar sobre migración. En su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos en 2015 — el primero pronunciado por un Papa ante ese cuerpo legislativo — instó a los legisladores a acoger a los migrantes en lugar de temerles.
“Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes”, expresó, exhortando a una respuesta ante la migración que sea siempre “humana, justa y fraterna”.
Su preocupación por los migrantes fue más allá del discurso y se reflejó también en gestos poderosos.
La migración como cuestión moral
En casi todos sus 47 viajes internacionales, la cuestión migratoria desempeñó un papel central y, en muchos casos, fue el motivo de sus visitas. En 2016 y 2021 viajó a Lesbos, Grecia, una puerta de entrada importante para refugiados que llegan a Europa.
Durante su visita de 2016, llevó de regreso a Italia a bordo del avión papal a 12 refugiados sirios — tres familias con seis niños — que enfrentaban la deportación de la isla, describiendo el acto como un gesto “puramente humanitario”.
También en 2016, durante el Año Santo de la Misericordia, celebró una Misa en Ciudad Juárez, México, en la frontera con Estados Unidos, llamando la atención sobre los millones de personas que arriesgan sus vidas para cruzarla. En 2019, inauguró la escultura “Ángeles Sin Saberlo” en la Plaza de San Pedro, que representa a un grupo de migrantes y refugiados de diversas culturas y épocas históricas, para recordar, a los millones de visitantes que llegan al Vaticano cada año, el desafío evangélico de la hospitalidad.
Cuando el Papa Francisco fue elegido en 2013, el número de migrantes internacionales en el mundo era de 231 millones. Para 2024, esa cifra había aumentado a casi 281 millones. A medida que los conflictos, la inestabilidad económica y el cambio climático impulsaban el desplazamiento a través de continentes, el Papa Francisco enmarcó persistentemente la migración como una cuestión moral fundamental con profundas implicaciones políticas.
Lo dejó claro en 2014 cuando se dirigió al Parlamento Europeo en Estrasburgo, enfatizando que Europa tenía el deber moral de apoyar el desarrollo y la estabilidad de los países de origen de los migrantes.
Migrantes y refugiados, cercanos al corazón del papa
Bajo su liderazgo, el Vaticano, a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, respaldó el “Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada, y Regular” de 2018, el primer acuerdo negociado por la ONU que establece un enfoque cooperativo para la migración global. La Santa Sede desempeñó un papel importante en el énfasis del pacto en la protección humanitaria, la unidad familiar y los esfuerzos de integración.
Y el Papa Francisco no dudó en pronunciarse sobre cuestiones migratorias en contextos específicos. En 2017, apeló personalmente al entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que reconsiderara la decisión de su administración de rescindir el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), afirmando que una persona realmente pro-vida no buscaría separar a los niños de sus padres, sino que defendería a la familia, que es “la cuna de la vida”.
De manera similar, en Italia, denunció sistemáticamente las medidas migratorias de línea dura, rechazando los intentos de criminalizar a las ONG que rescatan migrantes en el Mediterráneo.
En febrero, cuando la segunda administración de Trump intensificó su retórica anti-inmigrante y congeló los programas de apoyo a la inmigración legal, el Papa Francisco volvió a pronunciarse sobre el tema, esta vez en una carta dirigida a los obispos estadounidenses. Refiriéndose a las deportaciones masivas en curso, instó a los católicos y a las personas de buena voluntad “a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados”.
Además, en respuesta a comentarios del vicepresidente estadounidense JD Vance, también católico, quien sugirió que el amor y la caridad deben priorizar a los conciudadanos sobre los migrantes, el Papa Francisco respondió que “el amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos”. En su lugar, evocó la parábola del Buen Samaritano, llamando a “una fraternidad abierta a todos, sin excepción“.
Dentro de la Iglesia, el Papa Francisco también otorgó a la cuestión migratoria un papel más central en su magisterio.
Francisco condenó la indiferencia ante migrantes
En su encíclica de 2015, Laudato Si’, Sobre el Cuidado de la Casa Común”, denunció la “indiferencia generalizada” hacia el sufrimiento de los refugiados forzados a abandonar sus hogares debido a la degradación ambiental.
En la encíclica Fratelli Tutti: Sobre la Fraternidad y la Amistad Social”, publicada en 2020, condenó enérgicamente el nacionalismo y la xenofobia, afirmando que el trato a los migrantes como “menos valiosos, menos importantes, menos humanos” por parte de cristianos es inaceptable.
En 2022, canonizó a San Giovanni Battista Scalabrini, un italiano que fundó los Misioneros de San Carlos Borromeo para atender a los migrantes y afirmó, durante la Misa de Canonización, que negarse a cuidar de los migrantes “es repugnante, es pecaminoso, es criminal”.
Ese lenguaje moral contundente, a veces directo y siempre sin tapujos, fue un sello del pontificado de Francisco y cimentó su legado como un defensor de los migrantes.
“Hay que decirlo claramente”, afirmó durante la audiencia general en agosto de 2024, “hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave”.
Desde Lampedusa hasta Lesbos, desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta el corazón de África, predicó que la migración no era una crisis pasajera ni una preocupación regional, sino una de las pruebas morales decisivas de la era moderna.
En su Misa penitencial de 2013 en Lampedusa, en memoria de las vidas de migrantes perdidas en el mar, oró: “Pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que hacen posibles dramas como éste”.
Foto destacada: El Papa Francisco saluda a inmigrantes al llegar al puerto en Lampedusa, Italia, el 8 de julio. El Papa Francisco falleció el 21 de abril del 2025, a la edad de 88 años. (CNS photo/pool via Reuters)