Por Steve Barrett, Afiliado de Maryknoll
Domingo de Ramos
Lucas 19, 28-40 | Isa. 50, 4-7 | Filip. 2, 6-11|Lucas 22, 14–23, 56
Los fariseos, escandalizados por la escena que están creando los discípulos de Jesús, le instan a que reprima su exuberancia. En muchos pasajes vemos a los fariseos queriendo silenciar a Jesús y, finalmente, lo silencian para siempre, ya que tramaron su muerte con las autoridades religiosas y políticas. En la versión popular y depurada de la escuela dominical de este relato, se resta importancia al hecho de que Jesús va a encontrar la muerte o directamente se pasa por alto.
¿Por qué están tan ansiosos los fariseos de que Jesús haga callar a la multitud?
Al principio puede parecer que sólo quieren que se calme la chusma, pero sabemos que hay mucho más. Jesús expuso la realidad de su tiempo, una realidad que tristemente prevalece veinte siglos después: un mundo en el que los ricos y poderosos viven a costa de los pobres e indefensos. Jesús denunció la idolatría de las autoridades religiosas y políticas de su tiempo.
Monseñor Óscar Romero identificó esos ídolos específicamente como la riqueza y el alter ego de la seguridad nacional. Como Jesús, Romero fue asesinado no sólo por nombrar la realidad sino también, en palabras del teólogo español-salvadoreño Ignacio Ellacuría, por llevar la carga de la realidad del pueblo.
Como Jesús, Romero cargó con la realidad de su pueblo caminando con él, acompañándole en sus momentos más oscuros y siendo su voz. Y, como Jesús y Romero, Ellacuría también pasaría a engrosar la lista de mártires que dieron la cara por la verdad.
¿Qué hace que los ángeles lloren en nuestro actual contexto mundial?
En una lista que parece interminable, tendríamos que incluir: el tráfico de seres humanos; la opresión contra los migrantes; el silenciamiento de las mujeres; el saqueo implacable de la tierra por sus recursos naturales y la expulsión violenta de la gente de sus tierras para que las empresas puedan acceder a las riquezas naturales de la tierra; los niños obreros que cosechan minerales, que trabajan en condiciones que ponen en peligro su vida para que nosotros podamos tener nuestros ordenadores y teléfonos móviles; los gobiernos corruptos que niegan a la gente los servicios básicos y que impiden a las naciones desarrollar plenamente su potencial…
Otra cosa que no ha cambiado desde los tiempos de Jesús son las víctimas de las injusticias del mundo, que en su inmensa mayoría son los pobres de este mundo. Esto se debe a lo que a menudo se ha denominado pecado estructural, que es el resultado de la distribución desigual de la riqueza y de políticas económicas que siguen marginando a los pobres y que empujan a más personas a la pobreza. Nuestra hermana mártir Jean Donovan se refirió a esto como el pecado social del Primer Mundo.
¿Estamos dispuestos a caminar con Jesús durante este tiempo de Cuaresma y a soportar el peso de la realidad de su pueblo?
¿Podemos decir con el profeta Isaías que Dios nos ha mostrado “cómo decirle a los cansados una palabra que los despierte” y que Dios “abre mi oído para que yo escuche; y no me he rebelado, no me he vuelto atrás”?
Imagen destacada: El afiliado Maryknoll Steve Barrett visita un salón de clases en Quetzaltenango, Guatemala. (Cortesía de la Oficina de Asuntos Globales Maryknoll)
Preguntas para la reflexión
En qué parte de tu vida encuentras auténtica exuberancia? ¿Te sientes libre para expresarla? ¿Qué te frena?
Oración
Señor, hazme testigo de tu verdad.
Aparta mis ojos del mal.
Cierra mis oídos a la falsedad.
Escudo mi mente de la tentación
de juzgar a otros que pecan de forma distinta a la mía.
Sella mis labios para que no se sumen al ruido
De un mundo que adora el poder
Premia la codicia y sacrifica la humanidad
En el altar de la fama y el éxito.
Oh Divino Maestro, haz que mi corazón
Lata más fuerte por tu amor
En los pobres, abandonados y oprimidos
de la Tierra, que claman al Cielo
Por justicia templada con misericordia,
Amor arraigado en la realidad, y la luz de la
Fe que se atreve a brillar en la oscuridad.
Con tu Evangelio como guía, guíame
por los caminos de la alegría y la justicia.
Dame valor para ponerme del lado de
Todos los que sufren injusticia o violencia,
Para defender a aquellos cuya dignidad
dañada por la indiferencia y
cuyo valor es negado por las fuerzas del poder.
Que al perdonar a los demás encuentre el perdón.
Que al morir a mí mismo resucite a una nueva vida
En ese reino donde tú vives y reinas
Con todos los santos, conocidos y desconocidos,
Ahora y siempre. Amén.
—Maryknoll Father Joseph R. Veneroso