Por Stephen Veryser, MKLM
Domingo de Pentecostés
Domingo 8 de junio del 2025
Hech. 2, 1-11| 1 Corintios 12, 3b-7. 12-13| Juan 20, 19-23
Como la mayoría de los católicos de nacimiento de mi generación, hice mi confirmación en mi segundo año de secundaria. Este evento fue memorable por la duración de la Misa, conocer al obispo en persona (en su mitra, por supuesto) y la fiesta en casa después. Se sentía como una graduación del Catequismo.
El primer día de Pentecostés puso a los seguidores de Cristo en un valiente camino de convicción, sacrificio y evangelización. En el salmo responsorial de esta semana recitamos: “Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra”. Tal como fue mi impresión inicial del Espíritu Santo en mi confirmación, puede ser fácil pasar estas potentes palabras por alto.
Mi confirmación parecía más un rito de paso asociado con mi edad en aquel momento que algo relacionado con la conversión. Sabía intelectualmente que el Sacramento se trataba de recibir al Espíritu Santo, pero no recuerdo sentir nada más sobre la presencia del Espíritu.
La conversión inicialmente llegó años después de mi confirmación. Estaba probando diferentes actividades extracurriculares para relajarme de las exigencias de mis clases de ingeniería en mi primer año en la universidad.
El primer sábado, cuando agarré un martillo para trabajar en una construcción de Hábitat para la Humanidad, mi vida cambió. Después de eso, pasaba todos los fines de semana en el sitio de construcción y a veces en mis vacaciones de primavera construía casas en Florida.
Como el bautismo de los creyentes primitivos, estas experiencias cambiaron el camino de mi vida en una nueva dirección. Una combinación de mi desilusión con una carrera corporativa, la experiencia del regocijo y el propósito en el amor de Dios y una convicción en el servicio a los demás, me llevó a mi primer servicio en Tanzania con el Cuerpo de Paz.
Unos cuantos años más tarde, mientras continuaba mi trabajo en Tanzania como gerente de un programa, me topé con Maryknoll en mis visitas a The Lake House of Prayer (Casa de Oración del Lago), un lugar de retiro en Mwanza fundado por el Padre Maryknoll Jim Eble. Aunque tenía mis dudas sobre la misión, la serenidad del lugar de retiro cautivó mi corazón.
Si miro hacia atrás a esos momentos de conversión y discernimiento en los 30 años desde mi confirmación, no sólo veo momentos de desolación y consolación (en las palabras de San Ignacio), sino también intervalos.
La Casa del lago para la oración está frente al Lago Victoria, donde los pescadores trabajan en dhows tradicionales, veleros que dependen del viento para impulsar sus viajes. Sus expediciones invitan a la metáfora. A veces solo sopla el viento justo para impulsar a los pescadores de salida. Otras veces los vientos decaen y los veleros se quedan parados. Otras veces, la tormenta se forma en el lago y los pescadores vuelven a tierra firme en busca de refugio. Por la tarde, tiende a haber suficiente brisa para volver a las orillas del lago donde se espera tener una pesca exitosa.
Stephen Veryser, de Detroit, Michigan, se unió a los Misioneros Laicos Maryknoll en el 2018 como director regional para las regiones del Este de África y Cambodia. Además de su trabajo administrativos, Veryser les enseña matemáticas a niños sordos usando lenguaje de señas tanzano. Vive con su esposa Loyce Veryser y sus tres hijos en Tanzania.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina Maryknoll para Asuntos Globales, haga clic aquí.
Imagen destacada: Foto de Lake House of Prayer in Mwanza, Tanzania. Lake House of Prayer (Casa de Oración del Lago) fue fundada por el Padre Maryknoll Jim Eble. (Cortesía de Stephen Veryser/Tanzania)