Por Louise Locke, MKLM
XVI Domingo Ordinario
20 de julio de 2025
Gn 18, 1-10a | Col 1, 24-28 | Lc 10, 38-42
La historia del Evangelio de esta semana de María y Marta ha sido durante mucho tiempo uno de los pasajes de las Escrituras con los que más me he identificado. Marta se queja con Jesús de que su hermana menor, María, ha optado por sentarse a sus pies escuchándolo en lugar de ayudar con las tareas de servir a su invitado.
“Dile que me ayude”, le dice Marta a Jesús. Él se niega a hacerlo y se pone de parte de María. Mientras reflexionaba sobre este pasaje, me llamó la atención que Jesús le dice a Marta: ” Muchas cosas te preocupan y te inquietan”.
Como persona que ha luchado contra la ansiedad y la compulsión de ser “productiva”, siempre me he identificado más con Marta y me preguntaba por qué Jesús no la apoyó más. No importa qué tanto lo intente, siempre he luchado con la contemplación, ya que mis acelerados pensamientos sobre el pasado y el futuro impiden el disfrute de simplemente pasar tiempo con Dios y no tener ninguna agenda.
En este momento, parece haber razones sustancialmente más válidas para preocuparse. Sirvo en Cochabamba, Bolivia, como misionera laica Maryknoll. Bolivia se encuentra en una crisis económica en este momento, con una grave escasez de gasolina y diésel, precios en rápido aumento que reflejan la actual tasa de inflación del nueve por ciento, protestas y bloqueos cada vez más violentos, y una tensa elección en el horizonte.
A la gente, especialmente a los pobres y marginados, les resulta mucho más difícil comprar artículos de primera necesidad y mantenerse a sí mismos y a sus familias a salvo.
En mi propio país, Estados Unidos, los inmigrantes están siendo detenidos —en las calles, en los juzgados y en las iglesias— y deportados, independientemente de su ciudadanía, estatus legal o una solicitud de asilo válida. Los pobres se enfrentan al espectro de una pobreza aún mayor con recortes significativos a los programas como Medicaid y SNAP que más les ayudan.
En el resto del mundo, la escalada de guerras, conflictos y violencia continua son alarmantes.
En resumen, hay bastante por lo que estar ansioso y preocupado.
En el pasado, he manejado mi ansiedad como lo hizo Marta: tratando de controlar cada situación, incluso los problemas sobre los que no tengo control y juzgando si los demás están haciendo o no su parte. Sin embargo, después de servir en misión con los Misioneros Laicos de Maryknoll durante tres años y medio, apenas ahora estoy entendiendo el valor del regalo que Jesús no le quitaría a María, sin importar cuán justificadas fueran las quejas de Marta.
Un punto de inflexión de este cambio en mi viaje espiritual se produjo cuando estaba discerniendo si continuar o no la misión más allá de mi compromiso de tres años y medio. Estaba en un viaje a la parte sur de Bolivia con un amigo que vino de visita. Vimos los famosos salares y pasamos los siguientes días viajando por de un parque protegido grande, remoto y profundamente hermoso cerca de las fronteras argentina y chilena. Había mucha vida silvestre única en la región, así como montañas, ríos, terrenos desolados y lagos rojos y verdes.
Un día llegamos a un hermoso lago donde fuimos testigos de una asombrosa cantidad de flamencos. Me senté en una gran roca y contemplé la escena que tenía delante. No tenía ninguna agenda, ni pensamientos ni preocupaciones, simplemente estaba disfrutando de la belleza de Bolivia. Inesperadamente, descendió sobre mí tal paz que podría haberme quedado allí todo el día.
No tenía pensamientos acelerados, ni remordimientos por los que agonizar, ni problemas para resolver, ni planes que llevar a cabo. En ese momento, sentí que estaba experimentando el regalo que Jesús no le quitó a María. Me di cuenta de que no era algo que me hubiera ganado o que pudiera hacer que sucediera por mí misma. Fue, puramente, un regalo de Dios. Llegué a una comprensión más profunda de por qué Jesús no le prestó atención a la petición de Marta y cómo trató de ayudarla a entender que su propio juicio le impedía recibir el mismo regalo.
Esta experiencia fue un factor importante en mi decisión de continuar en la misión durante un año y medio más. Sentí que Dios me estaba invitando a quedarme donde estoy y hacer lo que pudiera para ayudar a aliviar parte del sufrimiento que tantos bolivianos están experimentando, especialmente ahora.
Todavía tengo ansiedad por el futuro, pero también deseo subordinar mi agenda a los planes de Dios para mí y tratar lo mejor que pueda de estar en el presente, sin importar lo que esté sucediendo en el mundo. He descubierto que Dios se deleita en darnos regalos de maneras inesperadas. Los regalos de Dios son inmerecidos, incondicionales y firmes. Si aceptamos los regalos dados, entonces es posible experimentar una paz profunda y sobrenatural en medio de las preocupaciones y ansiedades de este mundo.
La misionera laica Louise Lock sirvió como una asociada pastoral y como capellán en hospitales y hospicios antes de unirse a Misioneros Laicos Maryknoll en el 2021. Ahora sirve en Bolivia en ministerios para los niños y ancianos. Tiene maestrías en consejería y en estudios pastorales.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Maryknoll para Asuntos Globales, haga clic aquí.
Imagen de portada: Una persona se para frente a una laguna con flamencos en Uyuni, Bolivia. (Suansita K/Unsplash)