Reflexión Maryknoll: La angosta puerta

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: Oficina de Asuntos Globales
Fecha de Publicación: Ago 21, 2025

Por Connie Krautkremer, M.M.

XXI Domingo Ordinario
24 de agosto de 2025
Is 66, 18-21 | Heb 12, 5-7. 11-13 | Lc 13, 22-30

¿Quiénes se salvan? Se le preguntó a Jesús si los salvados serán muchos o pocos. Jesús responde como diciendo que es posible que nos sorprendamos. No estés muy seguro de ti mismo.

Hay una puerta en la historia del Evangelio de esta semana; está abierta para algunos y cerrada para otros. Curiosamente, aquellos que tienen más confianza en entrar a la casa terminan excluidos. Otros, del norte, del sur, del este y del oeste, totalmente desconocidos para mí, están pasando por esa puerta.

¿Y yo? ¡Que no hay lugar para mí! ¿Pero por qué? ¿Cómo puede ser esto? Soy una buena persona. Obedezco las leyes, rezo, no causo problemas. Sí, no soy perfecta. Cometo errores, a veces digo cosas crueles o menosprecio a los demás. Pero aun así, creo que merezco entrare.

¿Quiénes son los que están entrando? No sé nada sobre ellos.

¿O es acaso ese el punto? Que podría conocerlos, pero no lo hago. ¿Conozco a “otras” personas que son diferentes a mí, a las que viven en la calle, en otra parte del país? ¿Al otro lado de la frontera? ¿Aquellos que no se parecen a mí? ¿Que hablan un idioma diferente, adoran o visten de otra manera? ¿Importa si los conozco o me preocupo por ellos? ¿Es eso lo que se espera?

¡Quizás!

San Pablo informa a los hebreos que Dios disciplina y que el sufrimiento es parte de nuestro entrenamiento. Nos preguntamos por qué Dios permite el dolor y el sufrimiento desgarradores que nosotros y muchos otros soportamos.

¿Es el sufrimiento y el trauma una prueba? ¿Un castigo? ¿Son los tornados el castigo de Dios por nuestros pecados? ¿Es pecado la falta de cuidado del medio ambiente? La idea de que Dios castiga a los “malhechores” (generalmente son aquellos que no nos gustan o con los que no estamos de acuerdo) es bastante consoladora. Pero, de nuevo, ten cuidado, porque sabemos que Dios está surtiendo, tamizando, separando.

Si no es Dios, ¿quién es responsable de la violencia, el abuso, la guerra? ¿Culpamos a esas “otras” personas? ¿Somos de alguna manera responsables del sufrimiento? ¿Otros sufren y mueren a causa de mis acciones, palabras o silencio?

También escuchamos en las lecturas de esta semana que Dios desea nuestro bienestar, alegría, paz y justicia, que seamos capaces levantar los brazos flácidos y mantener nuestras débiles rodillas firmes. Dios ofrece la posibilidad de un cielo y una tierra nuevos, una vida vivida al máximo.

Cuando vivía en Tanzania, una vecina perdió a su esposo y a un hijo a causa del sida. Me dijo que antes de sus muertes, Dios había amado a su familia. Sufrir tal pérdida equivalía al abandono de Dios  y/o que la estaba castigando. Mientras que algunos perdieron la fe y la esperanza a causa del sida, otros en la comunidad cuidaron a niños cuyos padres habían muerto a causa de la enfermedad. Las mujeres de la parroquia cargaban a los enfermos en sus espaldas a un hospital donde pudieran encontrar algún tipo de alivio disponible.

Conocemos a personas que han experimentado pérdidas trágicas, incendios, tornados, bombardeos, sus hijos pequeños baleados en la escuela, que han superado su dolor para ser fuentes de consuelo y fortaleza para los demás. La curación y la nueva vida son posibles en medio del trauma, el dolor, el desastre. Con la comprensión, el apoyo y el consuelo de los demás en estas situaciones tan desafiantes, podemos fortalecernos, acercarnos a los demás, con una apreciación más completa de nosotros mismos y de los demás, vivir un nuevo cielo y una nueva tierra.

No te desanimes, nos aconseja la carta a los Hebreos. Estos otros del norte, este, sur y oeste, son mis vecinos, hermanos y hermanas. ¿Los conozco, de verdad? ¿Los respeto? Sufrimos juntos, esperamos juntos y alcanzamos la salvación juntos.

La Hermana Maryknoll Connie Krautkremer sirvió en Tanzania a partir de 1969 en varios ministerios, educando y empoderando a mujeres y niñas adolescentes en aldeas rurales. Regresó al Centro de las Hermanas Maryknoll en Ossining, Nueva York, en 2016.

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Foto destacada: La Hermana Maryknoll Connie Krautkremer (de lentes, en la parte izquierda inferior) sirvió a mujeres en Tanzania hasta el 2015. (Cortesía de la Hermana Maryknoll Connie Krautkremer/Tanzania)

 

Sobre la autora/or

Oficina de Asuntos Globales

La Oficina de Asuntos Globales de Maryknoll expresa la posición de Maryknoll en debates sobre políticas públicas en Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y ante los gobiernos de Estados Unidos y otros países, con el propósito de ofrecer educación en temas de paz y justicia social, la integridad de la creación y abogar por la justicia social, económica y del medio ambiente.

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