Por Sarah Bueter, MKLM
14 de diciembre de 2025
Is 35, 1-6a 10 | Stg 5, 7-10 | Mt 11, 2-11
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. —Mateo 11:11
En la lectura de esta semana del Evangelio de San Mateo, Juan Bautista espera con expectación desde su celda. Recibe noticias sobre Jesús y se pregunta: “¿Es este el hombre que hemos estado esperando?”.
A pesar de todo el revuelo, Jesús está haciendo que sucedan cosas sencillas: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio” (Mt 11, 5).
Me imagino la incredulidad de Juan Bautista: “¿De esto se trata?”.
Como misioneros Maryknoll, nos comprometemos a una vida de justicia y no violencia entre los pobres. Desde fuera, a menudo toma la forma de: “¿De esto se trata?”.
En mi pueblo en El Salvador, enterramos a los muertos. Compartimos tamales y café. Rezamos en las casas de la gente. Bordamos juntos y contamos historias sobre el conflicto armado. ¿De esto se trata?
Porque en el pueblo donde sirvo también sentimos los efectos de la política migratoria de Estados Unidos. Los salvadoreños en Estados Unidos llaman a su hogar, asustados y convertidos en chivos expiatorios por la sociedad. Un niño que había sido deportado recientemente de Estados Unidos fue excluido del sistema escolar salvadoreño por llegar de forma irregular a mitad de año. Una niña de 12 años aquí no quiere hablar de lo que le pasó en Texas el año pasado.
La hidra de la migración forzada es tan monstruosa, tan polifacética, que la justicia para los migrantes y los refugiados parece lejana, inalcanzable.
Pero las lecturas de hoy ofrecen esperanza.
Jesús señala que el Reino de Dios también se construye sobre pequeñas cosas: sanar a nuestros vecinos, tocar las heridas del migrante, acompañar a los pobres y vulnerables.
Jesús no nos exime de abordar las injusticias estructurales, sino que nos libera de quedarnos paralizados por ellas: nos hace libres para hacer algo —porque no podemos hacerlo todo— y hacerlo con gran amor.
“Tomen como ejemplo de paciencia… a los profetas”, dice nuestra segunda lectura. “Porque nosotros llamamos felices a los que sufrieron con paciencia.” (Santiago 5, 10-11) Ellos denunciaban la injusticia estructural, pero no se rindieron ni vivieron sin esperanza.
Hoy en día, veo cómo la niña salvadoreña deportada de Texas comienza empieza a confiar. “Fortalece las manos débiles, asegura las rodillas vacilantes”, dice Isaías. Ella participa más en la clase de catequesis. Visito su casa y a su madre. Compartimos un café. Me pregunto: ¿De esto se trata?
Para mí, aquí, ahora, en El Salvador, sí: así es como Dios me invita a abordar las heridas de la migración forzada. Hacer algo, no todo, pero algo: atender y sanar con gran amor y atención, participar en el Salmo 146:
El mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.
La misionera laica Sarah Bueter, quien se unió a la organización en el 2023, sirve en una variedad de ministerios en La Ceiba, Chalatenango, una aldea rural que es parte de la parroquia de San José. Graduada de la universidad de Notre Dame, tiene una maestría en Divinidad.
Preguntas para reflexionar
¿Alguna vez has sentido la tensión de preguntarte «¿de esto se trata?” ante los pequeños actos de misericordia y las grandes injusticias estructurales del mundo?
¿Qué signos de esperanza en el poder salvador y la justicia de Dios ves en tu vida o en el mundo que te permiten alegrarte?
Oración
Oh, Dios, abre nuestros ojos para que veamos las necesidades de otros. Abre nuestros oídos para escuchar su llanto. Abre nuestros corazones para que sintamos su angustia y sus alegrías. No nos permitas sentir temor para defender a los oprimidos, a los pobres, a los que no tienen poder, por el poder y la fuerza de los poderosos. Muéstranos donde el amor y la esperanza y la fe se necesitan y utilízanos para llevarlas a esos rincones. Abre nuestros oídos y ojos, nuestros corazones y nuestras vidas, para que podamos en días venideros hacer la labor de justicia y paz para ti.
—El Centro Sabeel, Jerusalén
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Imagen destacada: Mural de la vida en el pueblo a la entrada del distrito de Santa Rita en Chalatenango, El Salvador, tomada el 22 de diciembre de 2022. (Wikimedia Commons/El Salvador)