Sanando las manos que nos alimentan

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: Mary Ellen Manz, M.M.
Fecha de Publicación: May 1, 2016

Una Hermana Maryknoll cuida de la salud de trabajadores agrícolas migrantes

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[googlefont font=“Cormorant Infant” fontsize=”20″]Por Mary Ellen Manz, M.M.:[/googlefont]

Cuando compras una fruta o vegetal en el mercado, ¿alguna vez te has preguntado: ¿de quiénes son las manos que realizaron la cosecha? La Hermana Maryknoll Mary Lee Englerth siempre se pregunta eso. Sólo que en su caso, es posible que ella haya conocido al campesino.

Como asistente médica en Harrisburg, Pennsylvania, la Hermana Englerth se ocupa de ofrecer servicios de salud a campesinos migrantes en su estado natal, donde cada año se emplea unos 50,000 trabajadores en la industria agrícola—industria que el Center for Disease Control estima entre las más peligrosas y que históricamente paga los sueldos más bajos. El Departamento de Trabajo de Estados Unidos estima que el 78% de estos trabajadores agrícolas son extranjeros, la mayoría de México. “Son muy trabajadores”, dice la Hermana Englerth. “Vienen para sostener a sus familias”.

La Hermana Englerth recuerda lo que le dijo una abuela negra con cáncer oral quien no quiso asistir a su cita con el especialista para no perder su día de trabajo en el campo: “Cariño, no entiendes. Tengo 11 nietos en Florida. Si no cosecho, ellos no comen”.

La Hermana Maryknoll Mary Lee Englerth sirve en un ministerio de salud con campesinos migrantes en la clínica Keystone Health Center, en su estado natal de Pennsylvania.

La misionera profundizó su compromiso con los agricultores migrantes al conocer de cerca la ironía de que quienes cosechan nuestros alimentos viven en una pobreza extrema con una alimentación inadecuada.

Como directora del programa de salud para migrantes en Keystone Health, un centro médico que sirve a los pobres, la Hermana Englerth trata a los agricultores migrantes por condiciones médicas que resultan de su trabajo: exposición a pesticidas, sobreexposición al sol, tensión muscular, laceraciones, agotamiento, irritaciones y alergias. Ella también hace exámenes de salud para monitorear la presión, glucosa y dolencias crónicas que pueden ser fatales si no son controladas.

Fue en la década de 1970, mientras servía en misión en los Andes de Perú, que la Hermana Englerth sintió el llamado al ministerio de salud. En su trabajo, como parte de un equipo pastoral, vio la gran necesidad de ofrecer prevención y tratamiento de enfermedades en comunidades aymaras en zonas desoladas y remotas, sin acceso a atención médica. Se inscribió en la Universidad de St. Louis donde recibió un título de asistente médica y regresó a Perú para capacitar a otros trabajadores de salud.

Trabajadores agrícolas cosechan verduras, un trabajo con alto riesgo para la salud.

En 1985, cuando regresó de misión para cuidar de su madre, la Hermana Englerth se dio cuenta de las necesidades médicas de agricultores migrantes en su propio estado, Pennsylvania. Cuando supo que una mujer llamada Joanne Cochran y un médico local, Edward Zuroweste, abrieron una pequeña clínica para trabajadores migrantes en Chambersburg, los llamó y dijo: “Hablo con fluidez el español y me gustaría saber si puedo ayudarles”.

La Hermana Englerth trabajó en la clínica por un año, dando asistencia médica a trabajadores migrantes y pacientes pobres, sin seguro medico. Ella regresó a Perú en 1986; ese mismo año, Cochran consiguió una subvención federal para establecer el Keystone Rural Community Health Center en Chambersburg. Hoy en día Keystone tiene 300 trabajadores y ofrecen servicios de salud en cinco clínicas y en programas de salud móviles en 36 de los 67 condados de Pennsylvania.

La Hermana Englerth, quien trabajó como directora del programa estatal de Keystone de 1998 a 2003, fue a servir en misión por cinco años en Guatemala para entrenar promotores de salud; luego regresó a trabajar en Keystone. “¡Volví al mismo trabajo que tenía cuando me fui!” dice.

“Keystone ha desarrollado muchas afiliaciones maravillosas por causa de María”, dice Joanne Cochran. Aunque la Hermana Englerth ha necesitado varias cirugías oculares para el glaucoma, nada la detiene, dice Cochran. “María ha sido directora de la clínica, defensora de los trabajadores agrícolas y sus familias, animadora y educadora para el personal, ocasionalmente ha dado una mano en la limpieza, e incluso ha sido banco para muchas familias migrantes que no tenían dinero para medicamentos”, dice Cochran.

Trabajador agrícola descansa en un dormitorio para campesinos migrantes en Texas.

La Hermana Englerth trabaja principalmente en una clínica de Keystone en el condado de Adams, pero tres noches a la semana maneja a uno de los 82 campos de migrantes dentro del condado de Adams—o aun más allá. “Ella puede conducir hasta 100 millas para ver a un grupo de migrantes que necesitan ayuda”, dice Cochran.

La Hermana dice que le gusta visitar los campos porque puede compartir con las mujeres, quienes están agradecidas por tener a alguien que hable con ellos en su propio idioma. Englerth les enseña sobre nutrición, cuidado prenatal y la importancia de prevenir enfermedades, como lo hizo en Guatemala y Perú. “La gratitud en los ojos de la gente por lo poco que podemos hacer… es algo recíproco, realmente lo es”, dice la Hermana.

A través de Keystone, también ofrece educación de salud para los jóvenes en los campos de migrantes. Durante los veranos, en medio de la temporada de cosecha, ella y su equipo de asistentes médicos reciben estudiantes de las universidades de Pennsylvania que se unen a su rotación clínica. “Les muestra las desigualdades reales en la atención de salud en Estados Unidos”, dice ella. Aunque entrenarlos es mucho trabajo, ella dice que lo hace “porque espero que se no olviden de lo que ven… los pobres en nuestro país”.

La Hermana Englerth ha ganado muchos premios por su trabajo, que acepta con humildad y ruborizada. Dice ella: “Es incómodo recibir reconocimiento por un trabajo que te encanta hacer”. Pero tal vez el honor más alto, en sus ojos, proviene de los propios trabajadores del campo. Estaba haciendo exámenes de salud con trabajadores agrícolas en un campo en el condado de Bedford, cuando uno de ellos le dijo: “Ya sabemos porqué viene al campo a vernos: eres una de nosotros”.

Imagen destacadaCampesinos migrantes descansan en el inmueble que sirve como dormitorio y como el Centro de los Trabajadores Agrícolas Fronterizos en El Paso, Texas. El centro, el único de su naturaleza en la frontera, brinda apoyo y asistencia a los campesinos y sus familias. Dos fotos de Alan Pogue, de trabajadores agrícolas, cortesía del National Center for Farmworker Health, Inc., www.ncfh.org

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Sobre la autora/or

Mary Ellen Manz, M.M.

La Hermana Maryknoll Mary Ellen Manz de Jamaica, Nueva York, ingresó a la Congregación de las Hermanas Maryknoll en 1950 después de graduarse de The Mary Louis Academy. Sirvió 20 años como misionera en Chile y 25 años en el sur de Sudán. Ella es el enlace de las Hermanas con las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL y ha escrito muchos artículos sobre las Hermanas para nuestras publicaciones.

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