Un sacerdote Maryknoll responde al llamado de un pueblo de Perú para construir una nueva iglesia y se alista para hacer lo mismo en otro pueblo.
“Cuando recibimos dinero, hacemos un poco más”, dice el Padre Hoffmann, refiriéndose al tiempo que está tomando el terminar la nueva iglesia. “Es muy importante porque la gente aquí necesita una capilla nueva”.
Hace siete años, cuando el misionero de Milwaukee, Wisconsin, empezó a atender las necesidades sacramentales del pueblo de Ichu, él notó que la antigua capilla era muy pequeña para los 5,000 católicos que viven en la comunidad—el 80% de la población total. Los feligreses a menudo se quedaban parados fuera de la pequeña capilla después de caminar varios kilómetros para llegar a la Misa.
Él añade que la antigua capilla era ciertamente demasiado pequeña para los 40,000 devotos que vienen a Ichu cada junio para celebrar la fiesta de los Santos Pedro y Pablo, los santos patronos de la comunidad. Las festivas celebraciones incluyen una gran procesión alrededor de la ciudad, música y baile, culminando con la Misa celebrada por el obispo de Puno. Fue después de una de estas fiestas que los participantes comenzaron a conversar sobre la necesidad de una nueva iglesia, recuerda el sacerdote.
“Fue muy alentador escuchar que la gente realmente quería esto”, dice el Padre Hoffmann, que ha sido misionero en Perú desde 1964.
La gente se comprometió a hacer esto posible mientras la secretaria del sacerdote tomaba notas de sus promesas de donativos. Algunos dijeron que donarían 100 bolsas de cemento, o 100 barras de acero, u otros materiales. Otras personas se ofrecieron para ayudar con la construcción. Todos, incluyendo aquellos que ya no viven en Ichu, prometieron contribuir de alguna manera.
El Padre Hoffmann explica que incluso cuando los ciudadanos de Ichu se trasladan a otras partes del Perú para convertirse en empresarios exitosos, siempre vuelven a su tierra natal para honrar a los santos patronos. “Debido a que tienen mucho amor al pueblo donde nacieron y (donde) viven sus padres, regresan para esta fiesta católica”, dice. “Al volver a casa ellos tienen esta costumbre de ayudar a la gente con lo que necesiten”.
El Padre Hoffmann recuerda la generosidad, compromiso y esfuerzo de los habitantes para construir la nueva Iglesia de San Pedro y San Pablo, contando que los dueños de los terrenos adyacentes los donaron ni bien se enteraron que el espacio original era demasiado pequeño para la nueva iglesia.
Posteriormente, las ancianas de la comunidad ayudaron a quitar las piedras alrededor de la primera capilla para dar paso a las columnas del nuevo edificio.
“Trabajaban cinco días a la semana, desde la mañana hasta el ocaso”, dice el Padre Hoffmann. “Nunca imaginé ver a estas mujeres, quienes son agricultoras, manejando cinceles y martillos y cosas así en roca muy dura, pero lo hicieron y lo hicieron muy bien”.
“Eso también trajo mucho entusiasmo, mucha energía en aquellos días al comenzar la construcción”, añade.
Este día, cuando el Padre Hoffmann inspeccionaba la construcción, ya se había construido la mitad de la estructura de la iglesia, cuyo techo imita las formaciones rocosas de la zona. Las estatuas de los santos patronos estaban detrás del altar y una bandera de Jesús colgaba en la pared de ladrillo. Uno podría pensar que el edificio de la nueva iglesia sólo necesitaba pintura y toques finales, pero al otro lado de una pared de calamina uno puede ver decenas de palos de madera sosteniendo un techo temporal, ya que la iglesia está incompleta.
“Estamos tratando de terminar el esqueleto de la iglesia lo antes posible”, dice el Padre Hoffmann.
El sacerdote explica que esta iglesia va a satisfacer las necesidades de la comunidad e incluirá una sala para el coro y una rectoría. El Padre Hoffmann piensa que si los ciudadanos de Ichu continúan apoyando la construcción, podrían terminar el resto del edificio pronto.
Su fe en el esfuerzo del pueblo proviene de sus experiencias. Durante su misión en Perú, la cual incluyó algún tiempo en Lima y Arequipa, él ha sido constantemente sorprendido y alentado por la voluntad de sus feligreses para ayudar a sacerdotes y religiosos a difundir la palabra de Dios.
Cuando inició su trabajo misionero en la Prelatura de Juli, él fue inspirado por grupos de catequistas peruanos que dedicaban sus vidas a profundizar la fe de sus vecinos.
“Lo hicieron todo por su amor a Dios y el amor a su propia gente”, dice. “Trabajar con ellos me ayudó a ser un mejor hombre, un mejor sacerdote y un mejor católico”.
Antes de unirse a los Padres y Hermanos Maryknoll, el Padre Hoffmann fue ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Milwaukee en 1960, donde trabajó durante tres años. Pero, aunque su ministerio como sacerdote diocesano lo hacía sentirse pleno, él continuaba recordando a los misioneros Maryknoll que habían visitado su escuela parroquial cuando era niño.
Sintiendo el despertar de su vocación misionera, pidió permiso a su arzobispo para seguir este llamado. Después de ser aceptado en la Sociedad Maryknoll en 1963, el Padre Hoffmann fue enviado al año siguiente a las montañas de la sierra del Perú, a 12,500 pies sobre el nivel del mar, donde ha estado sirviendo durante casi 50 años.
Él dedicó su vida a la misión y, como los misioneros Maryknoll que vinieron antes que él, respetó y aprendió las tradiciones aymara y quechua que practican las personas a las que sirve, primero en la Prelatura de Juli y ahora en la Diócesis de Puno. Añade que los lugareños tienen una gran devoción y esta religiosidad imbuye a sus familias y comunidades.
Su trabajo en el altiplano incluyó ser coordinador pastoral, supervisor de seminaristas para la región de Perú y vicario general de la Prelatura de Juli. Durante los últimos siete años, el Padre Hoffmann ha sido párroco de cinco comunidades de Puno, dividiendo su tiempo visitando cuatro de estas comunidades y administrando una capilla en Jayllihuaya, la cual está dirigida por el Padre Maryknoll Edmundo Cookson. También es director espiritual de diferentes organizaciones y parte de la junta directiva de la Oficina de Derechos Humanos y Medio Ambiente, una organización no gubernamental local dirigida por la Hermana Maryknoll Patricia Ryan.
El sacerdote, quien recientemente cumplió 83 años rodeado de la gente a la que fue llamado a servir, dice que se siente bendecido de ser misionero. “Estoy agradecido a Dios por haberme llamado a esta vida, agradecido hacia muchas personas, agradecido a mi familia por su constante apoyo en mi vida como misionero, agradecido por Maryknoll, y eso incluye no sólo a los sacerdotes, Hermanas y Hermanos religiosos, sino la gente que nos apoya de muchas maneras”, añade. “Todos están conectados con nosotros por medio de la oración”.
Mientras la obra en Ichu continúa, el Padre Hoffmann desea construir otra iglesia en Salcedo, una de las comunidades más grandes a las cuales sirve. Él estima que 16,000 católicos viven en Salcedo y que el tener un lugar propio donde rezar ayudaría a fortalecer su fe. Él recientemente se enteró que después de siete años, el gobierno local concedió su petición para usar una parcela de tierra para construir una nueva iglesia allí.
Al igual que con la nueva iglesia en Ichu, el sacerdote espera que la nueva iglesia en Salcedo ayude a mantener la vitalidad de la parroquia para las generaciones venideras.
Foto principal: Vista de la nueva iglesia del centro poblado de Ichu en Puno, Perú, una de las comunidades en las que sirve el Padre Maryknoll Roberto Hoffmann. El proceso de construcción de este nuevo edificio va tomando casi cinco años.