El Padre James M. Lynch regresa al cargo de vicario general de los Padres y Hermanos Maryknoll cuando se instala un nuevo consejo de liderazgo.
Si hay una palabra clave que recorre la narrativa de la vida sacerdotal del Padre Maryknoll James Lynch, es servicio.
Ya sea que se encuentre trabajando en el centro de la ciudad de su natal Cleveland, Ohio, en los barrios de El Salvador y Perú o, más recientemente, en la casa Maryknoll en Roma, el sacerdote alto y afable ha tenido un objetivo. “Mi idea del ministerio es ser un servidor”, dice. Él aporta esa perspectiva a su nuevo rol como vicario general de los Padres y Hermanos Maryknoll.
El misionero de 74 años no es ajeno a este trabajo. En 2012 se le pidió que completara los tres años que le quedaban al Padre José Arámburu como vicario general cuando el padre Arámburu falleció de cáncer. “Solo han pasado siete años desde la última vez que ocupé este puesto”, dice el padre Lynch, “pero el mundo ha cambiado y, por lo tanto, la Sociedad enfrenta nuevos desafíos”. Entre ellos, él menciona el COVID-19, el cambio climático y a los refugiados.
Pero, agrega, que en ese mismo tiempo, el Papa Francisco ha puesto su visión de una iglesia misionera en primer plano, una afirmación de lo que siempre ha sido la prioridad de Maryknoll: proclamar el Evangelio a todas las naciones.
Ordenado sacerdote diocesano de Cleveland en 1974, el padre Lynch recuerda haber sentido un llamado a servir a los pobres más allá de sus propias fronteras mientras trabajaba en las parroquias pobres de la ciudad en su diócesis. Solicitó ser miembro del Equipo de la Misión de Cleveland que sirve en El Salvador y llegó allí en 1984, durante la guerra civil de ese país. Acompañar a la gente durante esos días difíciles, dice, y ver en ellos el rostro de Cristo lo llevó más profundamente a toda una vida de misión en el extranjero.
Recuerda haber visitado a una mujer salvadoreña moribunda para llevarle la Sagrada Comunión y la Unción de los Enfermos. “Me dijo lo agradecida que estaba por todo lo que tenía, que era muy poco”, dice el padre Lynch. “Después que me fui, pensé: ‘Yo le llevé los sacramentos de la Iglesia a ella, pero ella se convirtió en un sacramento para mí’”.
Después de regresar a Cleveland en 1992, el padre Lynch le pidió permiso a su obispo para incardinarse en los Padres y Hermanos Maryknoll. Realizó su juramento final para convertirse en un Maryknoll en 1998.
Como sacerdote Maryknoll, el Padre Lynch ha trabajado en Chile y Perú y nuevamente en El Salvador y se desempeñó como superior regional de la región de América Latina mientras vivía en Guatemala. Más recientemente, fue procurador general de la Sociedad Maryknoll, sirviendo de enlace con la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y con otras comunidades religiosas en Roma.
Al reflexionar sobre lo que le ha enseñado su experiencia sacerdotal, el nuevo vicario general dice: “Se aprende de las personas a las que sirves en lugar de dirigirlas. Los escuchas y creces con ellos”.
Él planea ayudar a los Padres y Hermanos Maryknoll a continuar alentando a las personas a reconocer su llamado bautismal a ser discípulos misioneros dondequiera que estén. “No hay ningún campo misional que esté demasiado lejos”, dice.
Imagen destacada: Como sacerdote Maryknoll en El Salvador en 2004, el Padre James Lynch saludó a sus feligreses después de la misa dominical (Bernice Kita/El Salvador)