Padre Jim Kofski, M.M.
Domingo, 6 de agosto de 2023
Daniel 7, 9-10, 13-14 | 2 Pedro 1:16-19 | Mateo 17:1-9
Catherine de Hueck Doherty, fundadora del apostolado de Madonna House en Ontario, Canadá, creció en la fe ortodoxa rusa. Sus padres le enseñaron desde pequeña a reconocer la presencia de Dios en todos y en todo. Una vez, cuando Catherine dijo que quería tocar a Dios, su madre extendió la mano y dijo: “Tócame”. La madre de Catherine entendió la enseñanza de San Agustín cuando escribió: “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios”.
La Transfiguración es más que un simple signo de la divinidad de Cristo. También revela nuestro propio potencial para crecer y volvernos divinos.
Antes, el autor de Daniel quiso darle ánimos a los fieles que estaban siendo perseguidos por el rey Antíoco Epífanes. La Transfiguración estaba destinada a fortalecer la fe de los discípulos, que sería puesta a prueba de manera severa con la pasión y muerte de Jesús.
Después San Pablo trataría de fortalecer a la comunidad cristiana en tiempos de angustia o persecución: “Porque considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son nada comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”. (Rom 8, 18)
En nuestra Oración de Apertura se pide, en la Transfiguración de Jesús, de su Padre celestial el “[fortalecer] nuestra fe con la confirmación del testimonio de tus profetas, y [mostrar] el esplendor de tus amados hijos e hijas”. De manera similar, San Pedro ve, a través de la Transfiguración, una renovada conciencia de nuestra propia exaltación por venir.
A pesar de las pruebas y tribulaciones diarias, San Pablo les asegura a los corintios que, por medio de la fe, “somos transformados… de gloria en gloria”. (2 Co 3, 18) Quizás ya participemos de la visión de Teilhard de Chardin, quien reconocía que “no somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”.
La voz que escuchan los discípulos que declara: “Este es mi hijo escogido”, proporciona un vistazo de nuestro propio futuro. San Juan declara: “Ya somos hijos de Dios, pero aún no se ha revelado lo que seremos en el futuro; todo lo que sabemos es que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn 3, 2).
Es refrescante contemplar la inocencia de un niño. El jesuita indio Sebastián Painadath escribe: “Los niños pertenecen al Reino de Dios, no porque sean más inocentes que nosotros, sino porque no viven en el quebrantamiento del pasado ni en la anticipación del futuro. Los niños viven el momento presente. Se entregan de todo corazón al ahora, al momento que está aquí y ahora”.
La Transfiguración ofrece la esperanza de que podamos recuperar esta experiencia incluso como adultos. Como dijo el fotógrafo Minor White: “La inocencia del ojo tiene una cualidad propia. Significa ver cómo ve un niño, con frescura y reconocimiento de la maravilla; también significa ver como un adulto ve que ha completado el círculo y una vez más ve como un niño, con frescura y una sensación de asombro aún más profunda”. Como dijo Jesús, debemos ser como niños pequeños si queremos entrar en el Reino de los cielos.
La voz que escuchan los discípulos dice: “Este es mi hijo elegido; escúchalo a él”. Se ha dicho que “el silencio es el primer lenguaje de Dios; todo lo demás es una mala traducción. Para escuchar ese idioma, debemos aprender a estar quietos y a descansar en Dios” (Thomas Keating). Los discípulos guardaron silencio sobre el evento hasta que reflexionaron sobre la Transfiguración a la luz de la resurrección y ascensión de Jesús.
Santiago advierte: “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores” (Santiago 1, 22). Sin embargo, a veces confundimos la actividad con hacer la voluntad de Dios.
Santa Josefina Bakhita nació en 1869 en Sudán, África, en una familia afectuosa y próspera. A los nueve años fue secuestrada y vendida como esclava. Después de 10 años de sufrimiento indescriptible, Bakhita ganó su libertad, se convirtió al catolicismo y finalmente se unió a las Hermanas Canossianas. Después de años de servicio que incluyeron ayudar en un hospital durante la Primera Guerra Mundial y dar charlas misioneras, su artritis, bronquitis asmática y pleuresía doble la obligaron a dejar de trabajar y usar una silla de ruedas. Un obispo visitante le preguntó a la hermana Josefina qué hacía durante todo el día, sentada en su silla de ruedas hora tras hora. Ella respondió: “¿Qué hago? Exactamente lo que estás haciendo: la voluntad de Dios”.
Esta reflexión bíblica se publicó anteriormente la semana del 6 de agosto de 2017.
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El Padre Maryknoll James Kofski ha servido en Tailandia y Mianmar antes de mudarse a la frontera entre Estados Unidos y México para empezar un ministerio en la Iglesia de San Patricio en Canutillo, Texas, para la Diócesis de El Paso.
Imagen destacada: Madonna House Chapel en Ontario, Canadá. (Vía Facebook/MadonnaHouse). Un Padre Maryknoll medita sobre el poder de la Transfiguración de Jesús en nuestra contemplación y comunicación con Dios.