Escuela para el perdón
La primera vez que el Padre Maryknoll Juan Zúñiga visitó la cárcel de El Abra, un penal de seguridad máxima en Cochabamba, Bolivia, quedó impresionado. Bajo el sistema de autogobierno interno que tienen los presos, vio talleres de carpintería, trabajos en metal, sastrería y artesanía, un edificio separado que funcionaba como clínica y espacios abiertos con árboles, además de dos canchas de juego, y quioscos de comida que atienden a los presos y a los visitantes.
Eso fue en 2010, cuando inició su misión en Bolivia. Pero pronto descubrió que el aparente lugar tranquilo se llenaba de tiranía y abuso por parte de los prisioneros a cargo del autogobierno al interior del penal.
“Tal era el abuso que unos tres años más tarde, cuatro de los presos a cargo fueron asesinados por otros presos”, dice Zúñiga, cuyo ministerio era celebrar la Misa y llevarle los sacramentos a los internos de esta prisión construida para albergar a 300 presidiarios pero que actualmente alberga a más de 700.
En el 2015, él asistió a un taller del programa conocido como ESPERE (Escuelas de Perdón y Reconciliación) que se ofreció en el Centro Misionero Maryknoll para América Latina con sede en Cochabamba, y ahora su ministerio incluye ayudar a los presos a aprender a perdonar.
“Cuando no perdonamos nos quedamos con esos sentimientos de rencor, rabia, sentimientos negativos que afectan nuestras vidas”, dice el misionero nacido en San Antonio, Texas. “ESPERE es una metodología que enseña el proceso de perdonar; enseñamos cómo reconocer y liberarnos de esos sentimientos negativos para ya no llevar esa carga. Es de gran ayuda para nuestros hermanos y hermanas privados de libertad”.
La metodología, que incluye charlas, reflexiones, actividades interactivas y dinámicas grupales, fue desarrollada por el sacerdote y sociólogo de los Misioneros de la Consolata, Leonel Narváez Gómez, cuando participó en uno de los comités de negociaciones del gobierno colombiano con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), durante el conflicto en ese país. Luego, con la ayuda y asesoría de expertos de las universidades de Wisconsin, Harvard y Cambridge, él estableció en el 2013 la Fundación para la Reconciliación.
Esta organización sin fines de lucro, ahora está activa en 19 países donde promueve la cultura del cuidado, el perdón y la reconciliación en variados contextos y de acuerdo a las necesidades y expectativas de las poblaciones beneficiarias.
“En la cárcel San Pablo, nos asiste en la organización uno de los presos (Genaro) quien me ha expresado el sentido de liberación que vivió cuando pudo perdonar y dejar atrás esos sentimientos negativos que lo agobiaban”, dice el misionero ordenado sacerdote Maryknoll en 1988. “Ahora vive algo más tranquilo dentro del penal ya que trata de aplicar las enseñanzas del taller en su vida cotidiana y no permite que ciertos incidentes dentro del penal lo llenen de resentimiento”.
Los talleres sobre el perdón y la reconciliación se presentan una vez por semana durante cuatro meses por miembros del equipo de ESPERE quienes reciben apoyo logístico en el Centro Misionero Maryknoll en Cochabamba. Actualmente, el equipo de voluntarios está conformado por el padre Zúñiga, Mabel Ramírez (psicóloga), Jinky Irusta (abogada) y Jason Obergfell (ingeniero).
Irusta, se unió al equipo de ESPERE hace tres años. Después de facilitar su primer taller sobre el perdón, ella se sintió bendecida y expresó: “Es mi deseo que otras personas vivan la experiencia del perdón”. Una de las experiencias que tuvo fue observar cómo una presidiaria alivió el peso que sentía después de verse obligada a dar a su hijita en adopción. “Es gratificante poder compartir lo poco que sé”, dice Irusta.
Obergfell, un afiliado Maryknoll quien anteriormente también sirvió en Bolivia como misionero laico Maryknoll, lleva varios años brindando los talleres ESPERE con el padre Zúñiga. Durante una dinámica en la prisión, un juego en que cada participante busca salvarse, Obergfell quedó conmovido con la actitud de uno de los presos, Luis, quien prefirió compartir lo que tenía para que otros se salven.
“ESPERE en el contexto del ministerio de prisiones no sólo nos enseña a perdonar sino también a que todos tenemos mucho que aprender incluso de aquellos de quienes con frecuencia presumimos que son imperdonables”, dice Obergfell.
Para Ramírez, “el proceso del perdón es un proceso terapéutico que puede ayudar a los demás a liberarse de la carga de sentimientos que arrastran por años y que terminan siendo nocivas para uno mismo”. Ella recibió el entrenamiento para facilitar el curso en el 2015 y desde entonces lo ha ofrecido, junto con el equipo, no en las cárceles, sino a grupos de padres adoptivos y profesores para promover la toma de conciencia sobre la importancia del perdón para la vida personal. “[Facilitar estos talleres] me brinda una satisfacción personal y espiritual porque siento que, así como me ayudó a mí, aporto como ser humano al que lo necesita”.
Mientras tanto, aunque en la cárcel de El Abra los problemas de abuso de drogas, alcohol ilícito, extorsión interna, violencia y corrupción entre los presos y los policías a cargo, continúan, el padre Zúñiga no se desalienta. “Yo quedo agradecido a Dios que siquiera nos llegan de 15 a 25 personas cada domingo para asistir la Misa”.
El padre Zúñiga también realizó ministerio con detenidos durante sus años de misión—2003 a 2010—en la frontera entre Estados Unidos y México. “Visité a los migrantes detenidos por el servicio migratorio de Estados Unidos en El Paso, Texas”, dice. Durante sus años de servicio en la sede central de Maryknoll en Ossining, Nueva York, ministró a los presos de la cercana cárcel de Sing Sing.
La escuela del perdón y la reconciliación en Cochabamba ha permitido transformar algunas de las vidas de los presidiarios. “Por la gracia de Dios ya van varios internos quienes, a la clausura del taller ESPERE, expresan su agradecimiento por lo que han aprendido”, dice Zúñiga. “Más que todo, por aprender a reconocer el rencor y la rabia que llevan”.
Foto principal: Uno de los ministerios del Padre Maryknoll Juan Zúñiga es ofrecer servicios pastorales en la Parroquia La Salette en Cochabamba, Bolivia. (Sergio Salinas/Bolivia)