Por Joanne Miya
XIX Domingo Ordinario
10 de agosto de 2025
Sab 18,6-9 | Hebreos 11,1-2. 8-19 | Lc 12, 32-48
Las lecturas de hoy me hicieron preguntarme: “¿Qué es la fe, exactamente?” ¿Cómo definirías tú la fe? Los cristianos a menudo hacemos referencia a Hebreos 11, 1 que ofrece esta explicación: “Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven”.
Esto plantea una pregunta: “¿Qué tanta confianza tengo en la garantía de lo que espero?” Sé que tiendo a “esperar lo mejor y prepararme para lo peor”. Si bien esto podría ser una señal indiscutible de que fui criada por una madre pragmática, también podría ser una indicación de tengo dudas sobre que lo mejor sea probable o incluso posible. ¿Espero pasivamente a que Dios provea? ¿Qué tan dispuesto estoy a hacer todo lo posible para hacer realidad mis esperanzas y sueños?
En la lectura del Evangelio de San Lucas, Jesús nos recuerda la importancia de estar preparados. ” Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber”. (Lucas 12, 43) Los siervos deben estar atentos a sus responsabilidades. ¿Cuáles son nuestras responsabilidades como cristianos? ¿Qué espera Dios de nosotros?
En Hebreos 11, 8 se nos recuerda que “Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia”. La convicción de Abraham sobre aquello que no podía ver es un ejemplo de fe en acción. Quizás el acto de fe más destacable de Abraham fue que estuvo dispuesto a ofrecer a su propio hijo, Isaac, un relato que creo que siempre me resultará difícil de entender completamente.
La fe pide más que quedarse sentado esperando a que, si Dios quiere, las cosas mejoren. La fe requiere acción. Requiere nuestra plena participación. También nosotros estamos llamados a obedecer y seguir adelante. En el Padre Nuestro oramos: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”.
¿Nuestras palabras y acciones ofrecen un atisbo del cielo a quienes nos rodean? ¿Nuestras intenciones de oración se extienden más allá de nuestras propias necesidades personales? ¿De quién es la voluntad de nuestras acciones?
La línea final del Evangelio de hoy nos recuerda que: ” Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho”. (Lucas 12, 48) Independientemente de nuestra situación, todos tenemos 24 horas al día y el libre albedrío para usarlas como podamos. Todos tenemos responsabilidades mundanas que hemos asumido y debemos atender. ¿Podemos cumplir con estas responsabilidades de una manera que refleje nuestra fe? ¿Podemos llevar a cabo las tareas que tenemos entre manos con la confianza de que Dios está con nosotros en todo lo que hacemos? ¿Somos conscientes de nuestro papel en el plan maestro?
Los medios de comunicación nos recuerdan a diario la injusticia, la opresión, la hambruna y la violencia que enfrentan las personas en todo el mundo. Todo esto puede resultar abrumador, pero si somos personas de fe, no podemos permitirnos perder la esperanza. Abraham, Sara y muchas otras mujeres y hombres santos nos han demostrado que vivir por fe no es una tontería. La fe es lo que nos permite afrontar cada nuevo día con esperanza. La fe hace posible lo imposible. La fe nos da la fuerza para pelear la buena batalla.
He pasado los últimos 40 años en Tanzania, en África Oriental. Las personas con las que trabajo enfrentan muchos desafíos, como la pobreza, el VIH, la falta de oportunidades y la violencia de género. También son algunas de las personas más llenas de fe que he conocido. Confían plenamente en Dios. Confían en la misericordia y la compasión de Dios. Incluso en medio de inmensos desafíos, siguen teniendo esperanza.
Esa esperanza me recuerda mi cita favorita, del activista Wendell Berry: “Alégrate, aunque hayas considerado todos los hechos”. Y eso, amigos míos, solo es posible con fe.
Joanne Miya se unió a los Misioneros Laicos Maryknoll en 1983. Es directora del Centro Uzima en Mwanza, Tanzania, cuya misión es ofrecer atención médica, educación y esperanza a niños y adultos que viven con VIH/Sida.
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Imagen destacada: La misionera laica Maryknoll posa enfrente de Uzima Centre, el centro que ella dirige y que provee ayuda a adultos y niños seropositivos. (Cortesía de Joanne Miya/Tanzania)