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Anhelo de Pertenecer
por Joseph R. Veneroso, M.M.
Muchísimo peor que deambular solo en el extranjero
Un extraño en una nación extranjera
Es regresar al lugar que una vez llamaste hogar
Y reconocer palabras, pero ya no su significado,
Ver caras desconocidas en amigos y familiares
Para luego darte cuenta, en tu sorpresa, que no fueron ellos, sino tú quien ha cambiado.
Oh, puedes esforzarte para intentar actuar
Y fingir ser la persona que una vez fuiste,
Pero en secreto buscar desesperadamente
En algún lugar, donde sea, a alguien, a cualquiera
Que te dé la bienvenida y te acepte como eres ahora
Con tus experiencias, recuerdos, sueños quebrados,
Desilusiones y todo lo demás.
La costumbre te atrae a la iglesia, donde en años pasados
Te sentabas, te arrodillabas y te persignabas anhelando
Que las palabras que escuchaste, cantaste y hablaste fueran verdaderas
De pie de nuevo en la fila de la Comunión como antes
Misteriosamente cautivado con mirar a Aquél que se elevó a las alturas
De repente lleno de conmoción, sorpresa y asombro
Al darte cuenta de que la persona en la cruz eres tú.
Al fin llegas a la fuente y a la cumbre de nuestra fe
Y extiendes las manos, palmas arriba,
Para recibir a quién eres llamado a ser.
El sacerdote levanta el pan consagrado, anunciando
“El Cuerpo de Cristo” y en ese breve momento,
Mirando la Hostia, proclamas “Amén” y te das cuenta de que
El sacerdote ha estado observándote fijamente.
¡A tu alrededor no ves a nadie más que
El fruto bendito del vientre de María!
¡Jesús, tu Señor, tu Dios, tu todo!
Tu exilio cesó, tu destierro terminó,
Tu regreso ha concluido.
Aquí se te escucha. Eres visto. Eres aceptado.
Eres amado. Estás en casa.