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Instrumento Divino

Por Joseph R. Veneroso, M.M.

En la elección cuidadosa entre
varios candidatos dignos
se observa cómo la mano del Maestro Artesano
equilibra hábilmente una caña
sintiendo si tiene fallas e imperfecciones
mirando primero un lado, luego el otro
antes de vaciarla en un tubo
y pincharle agujeros repetidamente
para hacer una flauta.

Sin duda, la caña no aprecia
el ser elegida, cruelmente cortada y ahuecada;
protesta en vano su sufrimiento y sacrificio
hasta ese momento mágico cuando
levantada por manos más suaves y sostenida
ante labios dotados, el aliento de la vida
se desborda precipitado,
llenándola de melodía sublime.

Y así a veces parece con nosotros
cuando fuerzas invisibles deshacen
nuestros sueños, nuestras esperanzas,
nuestros planes
nuestro ser más profundo.
Y nos preguntamos por qué y de qué
se trata, cuando incluso
la oración misma suena hueca.

Pero entonces, ah, entonces, el Espíritu
se desborda para llenar nuestro vacío
transforma nuestro dolor
restaura nuestra vida.
Y tanto la música como el músico
se disuelven, se combinan,
se unen en Dios.

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