La Navidad ha adquirido un significado más profundo para mí este año desde que comencé a servir como capellán para refugiados en la Arquidiócesis de Gulu en el norte de Uganda. Apoyo a más de 36.000 sudaneses del sur que han huido de la guerra civil en su tierra natal y ahora viven en el asentamiento de refugiados de Palabek en el distrito de Lamwo, cerca de la frontera con Sudán del Sur.
A menudo les recuerdo a estas personas que Jesús fue un refugiado desde los primeros años de su vida. Vivió en una tierra extraña, privado de las necesidades básicas, tal como ellos hoy en día. Seguramente sus padres, María y José, hicieron grandes sacrificios para mantenerlo vivo.
Todos los refugiados quisieran regresar a su patria y comenzar una nueva vida. María y José pudieron hacerlo después de pasar años en exilio en Egipto, cuando el tirano que amenazaba la seguridad de su hijo en su tierra natal murió. Más tarde, Jesús tuvo que vivir en un ambiente de opresión bajo el régimen colonial romano. Esto duró hasta su muerte en la cruz. Durante la celebración de la Navidad no debemos olvidar estas duras realidades que Jesús y sus padres soportaron.
Según las estadísticas, hay alrededor de 1,2 millones de refugiados aquí en Uganda. Alrededor del 86% de ellos son mujeres y niños pequeños. Uganda se ha convertido en su hogar temporal. Aquí luchan por vivir con escasos suministros de cosas básicas, como la comida. Incluso la educación y la atención médica son un lujo para ellos. Saber que Jesús fue un refugiado, les reconforta. Las dificultades y la hostilidad fueron parte del precio que nuestro Señor pagó cuando se hizo humano como nosotros.
Los niños son a menudo los que sufren más como refugiados. Se ven privados de su infancia, su libertad, su educación y su derecho a la seguridad. Le pregunté a un niño de 10 años, qué era lo que más extrañaba. Su respuesta inmediata fue: “Quiero ir a la escuela”. Que los niños estén sin nada que hacer es quizás su mayor castigo.
Es importante recordar que incluso antes de que Él naciera, Jesús fue privado de seguridad y privacidad. El Evangelio de Lucas (2, 1-8) nos dice que no había lugar para que su madre, María, diera a luz, y ella y José se vieron obligados a refugiarse en un establo. En Belén, eran transeúntes, eran extranjeros y eran las personas más necesitadas. Luego tuvieron que huir a Egipto poco después del nacimiento del niño.
¿Qué llevaron María y José a Egipto? Quizás no mucho. Un día le pregunté a un refugiado: “¿Qué llevabas contigo cuando huiste de la violencia en Sudán del Sur?” Él respondió: “A mi hijo de 3 años. Mi esposa se llevó algunas prendas y corrimos”. Otro hombre dijo que buscó a su hijo: “No pude encontrarlo, pero encontré a la hija de mi vecino y vine con ella”.
Podemos deducir del Evangelio de Mateo (2, 19-23) que la única preocupación de María y José era la seguridad de su hijo recién nacido: Jesús.
La Navidad es significativa cuando la vemos con fe y confianza en Dios y en los caminos de Dios
Una noche en el asentamiento de refugiados, me fui a dormir con el corazón entristecido. Acababa de presenciar la llegada de un nuevo grupo de refugiados. Les dieron una lona, cinco palos de árboles y algunos metros de cuerda para hacer un refugio, y algunos artículos para el hogar. Fui a darles algo de ropa. Empezó a llover. Corrí a refugiarme en mi pequeña choza con la seguridad de que esas 30 personas, en su mayoría mujeres y niños, pasaron la noche bajo la lluvia. ¿Podemos imaginarnos a María y a José buscando refugio para proteger a su hijo Jesús?
Además de refugiados y migrantes, hay muchos otros sectores de la humanidad que sufren en todo el mundo. Hay quienes han sido secuestrados, traficados, esclavizados en guerras y conflictos, y muchos otros han sido empujados a las periferias de la sociedad por razones económicas y políticas. Muchos son víctimas del crimen. Todos nos recuerdan los sufrimientos que sufrió Jesús desde su nacimiento y durante toda su vida.
San Lucas resume la actitud que todos los cristianos deberían tener en una bella frase: “María atesoraba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2, 19 y 51). La Navidad es significativa cuando la vemos con fe y confianza en Dios y en los caminos de Dios.
Espero que la temporada de Adviento y la celebración de la Navidad nos abran los ojos y los corazones a las personas que sufren en la sociedad actual. Dejemos que la Navidad nos ayude a ser más compasivos.