Jóvenes de Rhode Island encuentran el amor de Dios y se comprometen a servir
Germán Cruz tenía 17 años cuando se enteró que su mamá sufría violencia doméstica en Estados Unidos y buscó vengarla. Partió de Puebla, México, hasta Agua Prieta, Sonora. Caminó cinco días por el desierto para cruzar la frontera de Douglas, Arizona, y de ahí, hizo otro largo recorrido para encontrarse con su mamá en Rhode Island.
Él estaba decidido a hacerle daño a la pareja de su mamá y regresar a México. “Le gustaba tomar y maltrataba a mi mamá,” dice Cruz. “Yo sentía odio y vine a enfrentarlo”. Pero algo cambió sus planes. Cuando llegó a Rhode Island, Cruz entró a la parroquia San Patricio en Providence, para agradecerle a Dios por haberle permitido llegar con bien del difícil viaje.
En la parroquia, una señora se le acercó, lo abrazó y regalándole una estampita del Inmaculado Corazón de María, le dijo: “La Virgen no va a permitir que hagas lo que vienes a hacer”. Él conserva esa estampita en su billetera.
El reencuentro con su mamá, después de seis años de haber estado separado de ella, no fue el esperado. Ella, prefirió seguir la relación con su pareja, a pesar del abuso, y Cruz decidió alejarse de ella y de la Iglesia.
Cruz se sintió y vivió solo por muchos años. “Llegaba a mi cuarto y sentía un vacío espiritual inmenso”, dice él. “Estaba en un país tan grande, sin el apoyo de ninguna persona”.
Pero un día, lo invitaron a asistir al seminario “Vida en el Espíritu” en la misma parroquia donde recibió la estampita. Cruz recuerda con emoción que en el seminario hubo un momento en que los jóvenes oraron y pidieron ser bautizados en el fuego del Espíritu Santo. Él le pidió a Dios que le permitiera sentir su presencia.
“Estaba mirando el tabernáculo y de repente salió un rayo de luz resplandeciente que se posó en la cabeza de cada participante”, dice Cruz. “Sentí que Dios me decía: ‘Siempre he estado aquí’. Experimenté un encuentro con Dios y amor en mi corazón”.
Fue un momento de conversión que le permitió reflexionar sobre los propósitos que Dios tiene para cada persona.
“Recordé la estampita que me regaló la señora y me di cuenta que Dios siempre estuvo conmigo, fue él quien no permitió que cometiera un crimen con la pareja de mi mamá”, dice Cruz. “Dios tenía otro plan para mí”.
Desde ese momento, Cruz se comprometió a ser un servidor de Dios en San Patricio. En la parroquia, que tiene 12 ministerios parroquiales, se celebran cinco misas en español a la semana. Además, cuenta con la academia St. Patrick, que prepara a los estudiantes para la universidad. San Patricio es una de las 178 parroquias de la Diócesis de Providence, en la que viven alrededor de 680 mil católicos.
Desde el 2013 Cruz es coordinador del ministerio de jóvenes adultos hispanos Manantial de Vida. Este grupo de alrededor de 40 jóvenes se reúnen cada domingo en la parroquia y desarrollan un tema sobre una enseñanza bíblica, acompañado de una dinámica. Hacen juegos para que se distraigan, se rían y se olviden de la rutina del trabajo.
Además se reúnen en un parque. “Oramos, damos gracias Dios y leemos la Biblia”, dice Cruz ahora de 36 años. “Predicamos como lo hacía Jesús”.
Del ministerio de jóvenes hispanos nació el ministerio de música Jóvenes Siervos de Cristo, del cual Cruz es coordinador y guitarrista. El coro de jóvenes toca durante los retiros y una vez al mes en la misa en español.
Otro integrante del coro es Western Gómez, 23, quien toca el piano. Él llegó de Guatemala el 2014 y al cruzar la frontera, los oficiales de inmigración lo enviaron por más de tres meses a una prisión. Él solicitó asilo. Su familia vendió lo poco que tenía y prestó dinero para pagar los $9000 de fianza para que Gómez espere su audiencia en la corte fuera de la prisión. Sin conocer a nadie se sintió perdido hasta que fue a la iglesia. Cuando se integró al grupo de jóvenes y de música, dice Gómez. “Pude compartir mis ideas con jóvenes que me escucharon”.
Gómez añade que siente paz cuando se reúne con jóvenes porque descubre la presencia de Dios. A él, le negaron la solicitud de asilo, pero hace unos meses se casó y está solicitando la residencia de ese modo.
Gómez agradece el apoyo de los jóvenes durante momentos difíciles que pasó. Sobre su amistad con Cruz, dice: “Fue como si Dios lo hubiera puesto en mi camino. Lo considero como un hermano”. Cruz, quien tiene una pequeña compañía de construcción, le ofreció trabajo a Gómez.
Cuando Cruz escucha historias de jóvenes como Gómez, se siente identificado con ellos. “Entre los jóvenes hay una gran necesidad espiritual. Muchos se sienten solos y no tienen el amor ni el cuidado de la familia, ya sea porque no tienen familia aquí o sus padres trabajan todo el día”, dice.
Al ver esta necesidad, Cruz le sugirió al párroco, el Padre James Ruggieri, organizar retiros para jóvenes hispanos. Pero esa idea solo se concretó hasta después que Cruz y líderes de la parroquia participaron en el proceso del V Encuentro nacional de pastoral hispana, en el que se confirmó la necesidad de retiros juveniles.
Por eso, para Cruz el V Encuentro hizo que muchos líderes se dieran cuenta de las contribuciones y necesidades que hay en la juventud.
En un artículo del periódico diocesano, Rhode Island Catholic, el padre Ruggieri reconoce las contribuciones de los latinos. “Hay mucha devoción”, dijo. “Nuestra diversidad nos brinda una variedad de oportunidades para evangelizar”.
Cruz ha realizado cuatro retiros. Al primero asistieron 47 jóvenes y en los otros el número se ha incrementado a más de 100. El quinto retiro está programado para este 23 de noviembre.
“Los retiros son un espacio para que un joven conozca a Dios y cuan grande es su amor; con el que es posible sanar las heridas que uno tiene y mejorar las relaciones con las personas”, dice Cruz. Él ahora tiene una buena relación con su mamá, quien se separó del hombre que abusaba de ella.
Otros jóvenes, como Miguelina, 27, han cambiado su vida después de participar en un retiro. Ella quería quitarse la vida debido a problemas familiares, pero descubrió a Dios y ahora es servidora. Ella se ha integrado al ministerio de la Legión de María, una asociación de fieles que se reúnen para orar. Desde su fundación en Irlanda en 1921, las legionarias rezan en 170 países en 125 lenguas.
Julián, 21, dejó la universidad por una desilusión amorosa. Se sentía deprimido y no quería salir de su habitación. Después de participar en un retiro, él se unió al grupo de jóvenes y ha retomado sus estudios universitarios.
Germán, quien está en proceso de solucionar su estatus migratorio, se siente agradecido con Dios por tener a su esposa Beatriz y la hija de ambos a su lado. Él seguirá sirviendo en los ministerios y recientemente se integró con su esposa al equipo de la pastoral familiar. “Dios me ha llamado para inspirar a más jóvenes para que sientan el compromiso de servir”, dice Cruz. “Rezo por ellos y le pido a Dios que les deje experimentar su amor y misericordia”