Caminando Junto a los Sin Hogar

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Sean Sprague
Fecha de Publicación: Ene 1, 2020
MercyWatch una organización católica ayuda a personas sin hogar con sustento, medicina y oración en Everett, Washington.

Un diácono y socio de Maryknoll lleva su ministerioa las calles de; estado de Washington

Mike, un hombre sin hogar en Everett, Washington, abraza a Gail Pyper, una voluntaria de MercyWatch, una caridad católica que ofrece ayuda a quienes viven en las calles. (Fotos por Peter Saunders/Washington)

Mike, un hombre sin hogar en Everett, Washington, abraza a Gail Pyper, una voluntaria de MercyWatch, una caridad católica que ofrece ayuda a quienes viven en las calles. (Fotos por Peter Saunders/Washington)

Se podría decir que estoy geográficamente discapacitado”, explica Athena, una afroamericana de unos 40 años con cabello rubio, insinuando que un trauma de repente cambió su vida. “Sí, eso significa que no tengo hogar. He estado durmiendo afuera por unos seis años. Hubo un incidente grave, que creció, y ahora mis hijos viven con mi madre”.

Mike, un hombre intenso y nervioso de 34 años, también está sin hogar y le resulta difícil adaptarse a su realidad actual. “Acabo de salir de la prisión. Estuve un año y no sé cómo actuar. No sé cómo responder a la sociedad normal. Es más difícil por fuera; en la cárcel todo está organizado”.

Lonny es un hombre de 58 años de voz suave que trabajó 37 años para tres compañías diferentes hasta que se volvió adicto a los analgésicos, lo que llevó a la adicción a la heroína y a quedarse sin hogar. Ahora vive en su auto. “He estado en tratamiento, dejé la heroína y ahora trato de conseguir un lugar para vivir”, dice.

Estas tres personas, junto con otras 40 a 60 personas sin hogar, aparecieron un martes por la noche, como lo hacen la mayoría de las semanas, en un estacionamiento afuera de la biblioteca pública en Everett en el condado de Snohomish, estado de Washington. La próspera ciudad de poco más de 100.000 personas en Puget Sound, justo al norte de Seattle, es mejor conocida por sus fábricas de aviones Boeing, donde los empleados ganan salarios de seis cifras y viven en casas limpias, a veces palaciegas, con jardines bien cuidados. En contraste, se estima que hay 1.000 personas sin hogar en el condado.

Muchas de las personas sin hogar son indigentes, y una minoría considerable es adicta a las drogas y al alcohol. Algunos de ellos duermen debajo de los puentes y otros en sus automóviles, mientras que otros se quedan en refugios de emergencia o en viviendas de transición. Más de medio millón de personas no tienen hogar en los Estados Unidos, según las cifras del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos para 2018.

El Diácono Denis Kelly es el director ejecutivo de MercyWatch. en Everett, Washington
Dos mujeres sin hogar en Everett . reciben alimentos y servicios ofrecidos por voluntarios de MercyWatch.

El Diácono Denis Kelly es el director ejecutivo de MercyWatch. Dos mujeres sin hogar reciben alimentos y servicios ofrecidos por voluntarios de MercyWatch.

En todo el mundo, Naciones Unidas estima que entre 100 y 150 millones de personas carecen de hogar, mientras que, hasta 1.600 millones de personas, el 20 por ciento de la población mundial carece de una vivienda adecuada.

MercyWatch, una organización benéfica católica independiente que se ocupa de las personas sin hogar en Everett, ayuda a aliviar su dolor en el estacionamiento de Everett. Con un equipo de voluntarios inspirados en la fe, que incluye médicos, enfermeras, trabajadores sociales y otros que solo quieren ayudar, MercyWatch viene dos veces por semana para proporcionar sustento, medicina callejera y oración a los necesitados.

“Nuestro objetivo es crear un círculo de atención alrededor de las personas sin hogar”, dice el Diácono Dennis Kelly, director ejecutivo de MercyWatch, quien comenzó la organización sin fines de lucro en 2015 junto con un equipo de voluntarios. También es miembro activo de Maryknoll Deacon Mission Partners, y le da crédito a la sociedad misionera por haber puesto su vida en la dirección que tiene ahora.

“Dios me llamó a Maryknoll”, dice, y explica que se unió a un viaje de inmersión de Maryknoll a Central América en 2013, poco después de su ordenación como diácono. “Allí tuve una experiencia de metanoia y escuché el llamado de Dios de dejar atrás una carrera profesional lucrativa para concentrarme en el ministerio de tiempo completo”, dice. “Maryknoll cambió mi vida para siempre”.

En una tarde reciente, a la luz del sol del final del día, las personas sin hogar estaban de buen humor, agradecidas por la taza de sopa, bebidas, mantas y calcetines que se repartían, junto con rosarios y oraciones. Algunas personas sin hogar fueron tratadas en el lugar por heridas y dolencias menores.

Voluntarios de MercyWatch en Everett, Washington, se reúnen para orar antes de realizar su trabajo voluntario con las personas sin hogar.

Voluntarios de MercyWatch en Everett, Washington, se reúnen para orar antes de realizar su trabajo voluntario con las personas sin hogar.

“Siempre es una alegría mostrar el amor de Dios a los necesitados y creo que es un verdadero privilegio que confíen en nosotros”, dice el Dr. Jimmy Grierson, un médico de medicina familiar. “Esta noche, traté a un hombre con un absceso y consulté a otro que estaba preocupado por contraer el VIH con un pinchazo de aguja. Otro tipo se acercó para mostrarme qué tan bien se había curado su dedo infectado desde la última vez que lo vimos. Sin pedir nada a cambio, vemos personas en campamentos y misiones para personas sin hogar y en la calle y tratamos de tocar a las personas una por una como lo hizo Jesús”.

 

Jennifer Olszewski, que trabaja en Boeing, es voluntaria de MercyWatch con una amplpia sonrisa. Ella estaba repartiendo oraciones. Ella dice que las personas sin hogar a menudo preguntan por qué hace esto.

“Porque eres mi hermano y te amo”, dice ella. “Esto es extremadamente poderoso. Quiero que las personas se den cuenta, por desfavorecidas que sean, de que son valiosas. Antes de salir, hacemos una pequeña oración y le pedimos a Dios que nos envíe a las personas que más nos necesitan. Es desafiante pero muy gratificante”.

“Creo que cada corazón humano está conectado con el deseo de hacer algo impactante y devolver algo”, dice el Diácono Kelly, quien tuvo una exitosa carrera en periodismo televisivo durante su “primera media vida media”, hasta que recibió el llamado para cambiar de dirección y comenzó a trabajar con las personas sin hogar.

Dado que la atención médica para los pobres es tan difícil de encontrar en Estados Unidos, el Diácono Kelly dice que fue especialmente importante satisfacer esa necesidad. Hoy, MercyWatch tiene más de 200 voluntarios, siete clínicas organizadas de medicina de la calle, y realiza actividades de divulgación callejera nocturna para personas sin hogar, dice.

 “También salimos en equipo los martes y jueves de 6 a 9 p.m. para nuestras clínicas callejeras, donde está sucediendo una verdadera medicina”, dice. “Los tratamos desde nuestros autos”.

En el Everett Gospel Mission Center, que funciona por separado, las personas sin hogar pueden relajarse en un gran salón y afuera en una terraza, mientras dos médicos y una enfermera a mano atienden pacientes. Arriba, un gran dormitorio puede acomodar a 150 hombres sin hogar por la noche. La instalación también cuenta con refugios para mujeres y niños. Un requisito es que no deben consumir drogas o alcohol en el centro.

“Servir como director ejecutivo voluntario (de MercyWatch) se ha convertido en un trabajo de medio tiempo muy querido”, dice el Diácono Kelly. “Me maravilla cómo se mueve el Espíritu en nuestras vidas y nos guía más cerca de Cristo”.

Los voluntarios de MercyWatch se esfuerzan por conocer a las personas sin hogar como seres humanos, dice. “Lo que encuentras es alguna forma de trauma ocurrido en su vida que los ha llevado al punto donde están. Al conocerlos a nivel personal y comprender su trauma, comienzas a desentrañar por qué esta persona muestra este comportamiento y por qué está haciendo lo que está haciendo”.

En la calle, afuera de la Misión del Evangelio, el equipo se encontró con una mujer sin hogar angustiada y drogada. Ella tenía algunas abrasiones menores, que trataron. El diácono Kelly notó que no tenía zapatos, así que fue a su auto, con su placa que dice LOVE U2, para ver si podía encontrar algunos. No lo esperaba, pero había un par de zapatillas blancas de su tamaño exacto.

“¿Cómo llegaron allí?” Se preguntó confundido. “Las huellas digitales de Dios están por todas partes”.

Sobre la autora/or

Sean Sprague

Sean Sprague es un fotógrafo y escritor independiente que vive en Gales, Reino Unido. Es colaborador frecuente de las revistas MARYKNOLL y MISIONEROS. Sean viaja por todo el mundo trabajando para un amplio espectro de organizaciones de desarrollo, para la ONU y sociedades religiosas.

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