Nueva Vida en Medio de COVID-19

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: Maria-Pia Negro Chin
Fecha de Publicación: Abr 16, 2020

La Fundación Nueva Vida, una residencia que alberga a 78 hombres y mujeres de la tercera edad en Panamá, se ha adaptado para continuar brindando a sus residentes calidad de vida en medio de la pandemia de coronavirus. (Fotos cortesía de Geraldine Brake / Panamá)

Espíritu de solidaridad entre cuidadores de salud, residentes y familiares trae esperanza a una residencia para ancianos en Panamá.

Mientras el virus COVID-19 continúa devastando el mundo, una residente de la Fundación Nueva Vida, una residencia para personas de la tercera edad en Panamá, compartió un mensaje de Resurrección para esta temporada de Pascua. “Estamos orando mucho por el mundo y por Panamá”, dice Gloria Paz Rodríguez. “Tenemos fe y esperanza de que se encuentre una cura pronto”.

Ese espíritu de optimismo parece ser contagioso en la Fundación Nueva Vida, una organización sin fines de lucro panameña, a pesar de la amenaza de COVID-19. En medio de la pandemia, la Hermana Maryknoll Geraldine Brake y un personal de 34 personas, que trabajan para la fundación, se comprometen a garantizar que sus residentes mayores sigan teniendo calidad de vida.

“Somos una pequeña cápsula de lo que está sucediendo en los hospitales y otras residencias para ancianos”, dice la hermana Brake. “Todos estos lugares se consideran de alta prioridad”.

Gloria Paz Rodríguez, residente de la Fundación Nueva Vida desde hace mucho tiempo, recibe medicamentos de uno de los cuidadores de la residencia de ancianos. (Fotos cortesía de Geraldine Brake / Panamá)
El equipo de la hermana Brake ha modificado sus horarios y ha extendido sus turnos para que puedan garantizar la mejor atención posible para los 78 adultos mayores que residen allí. Como en muchos centros de atención a personas mayores, las medidas de higiene se han duplicado y se han prohibido las visitas.

Algunos residentes—especialmente aquellos acostumbrados a ver a sus familias semanalmente—inicialmente se sintieron decepcionados con la restricción de visitas, pero han llegado a comprender que la medida es necesaria. “Es su manera de colaborar”, dice la hermana Brake. “Extrañan a sus familias pero se dan cuenta de que (verlas) no es posible en este momento. Es un sacrificio. Todos tienen un sacrificio que ofrecer”.

Según estadísticas del Ministerio de Salud panameño, para el 14 de abril, Panamá, un país de 4 millones de personas, reportó más de 3.500 casos confirmados del virus. Hasta ahora, ha habido 95 muertes en todo el país. El país implementó pruebas tempranas, cerró temporalmente las fronteras e impuso un toque de queda y estrictas medidas de distanciamiento social. Panamá también ha preparado el sistema de salud para una afluencia de casos y aprobó la construcción de un nuevo hospital para tratar pacientes.

“A medida que la situación continúa, estamos siguiendo las directivas del gobierno”, dice la hermana Brake, citando las sesiones informativas televisadas que ella y los residentes miran a diario.

Los residentes que están conscientes de la situación están preocupados por sus familias y su patria, agrega la hermana Brake. Aún así, se dan cuenta de que Panamá no está tan afectado como otros países, dice la misionera, quien ha pasado casi 30 años trabajando con personas de la tercera edad en Panamá.

Las familias de los residentes también colaboran tanto como pueden. Aunque está prohibido visitar a los residentes, muchos familiares y voluntarios de la comunidad vienen a ayudar a desinfectar los edificios.

“No están viendo a sus parientes, pero están dispuestos a ayudarnos con la limpieza adicional de sillas o mesas cuando los residentes están en sus habitaciones”, explica la hermana Brake.

Los residentes, dice, tienen entre 64 y 101 años de edad, y muchos tienen condiciones de salud preexistentes que podrían hacerlos vulnerables, por lo que las condiciones sanitarias son de suma importancia.

El personal también ha adoptado protocolos de higiene más estrictos, como cambiarse los zapatos y la ropa cuando llegan al trabajo, desinfectar áreas con mayor frecuencia y aumentar la frecuencia del lavado de manos, dice Beatriz Grando, la administradora de la casa. “Todo cuidado es poco para evitar la contaminación”, dice Grando.

La hermana Brake dice que la actitud de los empleados la inspira. “La buena disposición del personal para hacer ajustes (de tiempo) personalmente y con sus familias es una verdadera bendición”, dice ella. Ella cita su disposición a trabajar turnos de 16 horas con solo un día libre en el medio para continuar brindando atención a los residentes las 24 horas del día, los 7 días de la semana, mientras respetan el toque de queda del gobierno, que inicialmente se estableció a partir de las 5 p.m. hasta las 5 a.m. y luego se extendió.

Las personas que trabajan en lugares como centros de atención para personas mayores pudieron recibir un salvoconducto para poder transitar durante el toque de queda. Muchos de los asistentes que cuidan a los residentes, cambiándolos, dándoles baños y alimentándolos, han optado quedarse en los apartamentos del campus para evitar el riesgo de utilizar el transporte público para irse a casa.

Grando dice que los residentes siguen agradeciendo al personal por sus esfuerzos y “tratamos de asegurarnos de que el equipo sepa que son apreciados”.

La Hermana Maryknoll Geraldine Brake y uno de los colaboradores de la Fundación Nueva Vida en Panamá le dan la hostia consagrada a una de las residentes mayores durante un servicio de oración de la Semana Santa.

Los cuidadores de salud de la Fundación Nueva Vida, una residencia para ancianos en Panamá, están tomando precauciones para garantizar la salud de sus residentes en medio de la pandemia de coronavirus.

Beatriz Grando, administradora de la residencia para ancianos Nueva Vida, recibe algunas de las donaciones para la fundación.
Un residente de la Fundación Nueva Vida hace fisioterapia. Una de las metas de los colaboradores de la fundación es continuar la rutina de los adultos mayores durante la pandemia.
Los residentes continúan con sus oraciones matutinas, fisioterapia y actividades como bingo y películas mientras observan medidas de distanciamiento social. “Tenemos nuestras rutinas; el rezo del rosario es aún más importante ahora. Los residentes rezan por la salud en todo el mundo”, dice la hermana Brake, y agrega que a pesar de que las celebraciones litúrgicas tuvieron que restringirse, la fe de los residentes se ha fortalecido.

La misionera está agradecida con las muchas familias que están donando medicamentos, vegetales, artículos de limpieza, máscaras y batas de hospital. “Una de las cosas que la crisis nos hizo ver es lo frágil que somos y la importancia de la solidaridad con los demás”, dice Grando, y agrega que los suministros donados ayudan a la Fundación a mantener saludables a los residentes.

“Sin este espíritu de solidaridad y unidad no estaríamos tranquilos o podríamos resistir lo tenebroso de esta pandemia tan espantosa,” dice Gloria Paz Rodríguez.

Sobre la autora/or

Maria-Pia Negro Chin

María-Pía Negro Chin nació y creció en Lima, Perú. Completó una maestría en periodismo con especialización en multimedia en la Universidad de Maryland y una licenciatura en comunicaciones en La Universidad de Loyola en Maryland. Como directora asociada, ella escribe, edita y traduce artículos para las revistas MISIONEROS y MARYKNOLL de los Padres y Hermanos Maryknoll. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en Nueva York, Estados Unidos, con su esposo e hijo.

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