LAS PERSONAS QUE SUFREN EN TANZANIA SON PRUEBA VIVIENTE DE QUE LA ESPERANZA REQUIERE UN CIERTO GRADO DE RESILIENCIA
Están sucediendo muchas cosas en este momento: COVID-19 continúa llevándose las vidas de las personas que amamos, y nos afligimos. Y también lamentamos las injusticias causadas por el racismo sistémico.
Sin embargo, también hay un espíritu que está trabajando, buscando transformar nuestro dolor en curación y esperanza. ¿Cómo mantiene la esperanza el espíritu humano cuando el sufrimiento parece no tener fin? La esperanza requiere un cierto grado de resiliencia. Creo que las palabras del difunto ex presidente de la India A. P. J. Abdul Kalam son útiles.
Cuando enfrentamos obstáculos,
encontramos reservas ocultas de coraje y resistencia
que no sabíamos que teníamos.
Los clientes del Centro Uzima ya han vivido la pandemia del VIH/SIDA y tienen mucho que enseñarnos sobre la resiliencia.
Algunos de ustedes recordarán la historia de Ester, una de nuestros niños que son VIH positivos. En 2016, mientras ayudaba a su madre a cocinar, su falda se prendió en fuego. Ella sufrió quemaduras severas en ambas piernas. La madre de Ester, “Mama Ester”, quien también es VIH positiva, pasó seis semanas con ella en el hospital, casi sin separarse de ella. Justo cuando parecía que Ester había pasado lo peor y se recuperaría, se produjo una infección, y eso fue más de lo que pudo soportar.
Su madre regresó a la aldea para enterrar a su hija para descubrir que su antiguo empleador la había reemplazado y que ya no tenía trabajo. Me preocupé mucho por ella. Varios meses después asistí a una reunión de un grupo de apoyo en su pueblo, y encontré allí a Mama Ester. Ella había conseguido una pequeña parcela de tierra para y estaba cultivando maíz. Vivir con el VIH requiere una gran cantidad de resiliencia. Mamá Ester sabía que necesitaba recoger los pedazos de su vida y comenzar de nuevo, y eso fue exactamente lo que hizo.
Uno de mis clientes favoritos en Uzima Center es Laurencia. Incluso durante los momentos más difíciles, ella sigue siendo positiva. A los 70 años, ha sido parte de nuestro programa para personas que viven con el VIH durante los últimos 15 años. Ella ha criado a siete hijos y ha tenido muchos altibajos. Tres de sus nietos están en nuestro programa para huérfanos y niños vulnerables. Laurencia estaba decidida a inscribirlos en una escuela primaria Montessori. Se les ofreció una beca parcial, pero pagar los costos restantes todavía estaba más allá de sus posibilidades. Pero ella los pagó con un trabajo temporal ayudando a cocinar los almuerzos escolares.
Laurencia es una mujer que cree firmemente que Dios puede hacer un camino donde no hay camino. ¿De dónde viene su resiliencia? Creo que está enraizada en su muy fuerte sentido de gratitud. Ella comienza dando gracias por lo que hay. Debido a que Laurencia tiene un bajo peso clínico, le brindamos asistencia alimentaria en la forma de tres kilos de frijoles y dos kilos de harina alta en proteínas cada mes, y aunque esto no es suficiente, ella nunca deja de agradecernos profundamente. La gratitud permite una mentalidad positiva desde la cual se afianza la resiliencia.
Parece que la resiliencia solo se puede adquirir a través de la lucha. Con cada obstáculo superado, la resiliencia se fortalece. Algunos de nuestros clientes tienen largos “currículums de resiliencia”.
Cada vez que me siento desanimada, hago una pausa y pienso en Mama Ester, Laurencia y los muchos otros a quienes considero “maestros de la resiliencia”. Me dan el coraje y la fuerza para continuar. Independientemente de los desafíos que usted pueda enfrentar, debe saber que la lucha se puede ganar. Tal vez no en un día o una semana o incluso una década, pero si sigue siendo resilientte, “todo es posible con Dios” (Mateo 19, 26). Cada uno de nosotros puede comenzar preguntándole a Dios qué requiere de nosotros individualmente, luego buscar a otros que compartan nuestra visión.
La versión original de este artículo se publicó en la página web de los Misioneros Laicos Maryknoll
Fotografía principal: La misionera laica Maryknoll, Joanne Miya, dirige una reunión mensual de un grupo de apoyo en el Centro Uzima, en Mwanza, Tanzania, donde las personas que viven con VIH comparten esperanza a través de la resiliencia. (Jerry Fleury/Tanzania)