Hermanas Maryknoll viven las palabras de Jesús en Mateo 14:16 mientras responden al hambre causado por la pandemia.
En diciembre de 2019, un flagelo inimaginable asaltó este lugar que llamamos nuestra casa común: COVID-19. A mediados de agosto del 2020, se han reportado más de 22,7 millones de casos en más de 188 países y territorios del mundo.
Las hermanas Maryknoll en 24 de esos países, al igual que las personas de todo el mundo, se encontraron en un “cierre de emergencia” y, como millones de otras personas, se preguntaron: “¿Qué podemos hacer para ayudar?”
Muchas de las hermanas están trabajando con la gente para abordar una de las mayores preocupaciones que afectan a las personas encerradas: la falta de recursos y alimentos.
En Perú, la Hermana Analyn Manauis apoya las Ollas Comunes, una de las formas en que las parroquias locales y las congregaciones religiosas responden a esta necesidad básica en Lima. “Las comunidades se auto-organizan y los miembros se turnan para preparar las comidas, que son básicamente desayuno y almuerzo”, dice. “Actualmente estoy ayudando un poco con las donaciones económicas que he recibido de familiares y amigos que irán a la Olla Común. También pude ayudar a 21 familias con bolsas de artículos comestibles básicos, con obsequios de familiares y amigos”.
Desde Panamá, donde las Hermanas Laura Guledew y Rebecca Macugay trabajan con la Pastoral Social – Caritas, la Hermana Macugay escribe: “Aquí en Las Mañanitas tenemos un programa para 60 familias vulnerables”. Es financiado, explica, por feligreses que prometen una donación cada dos semanas o cada mes para que el ministerio pastoral compre alimentos a un precio más barato en el banco de alimentos.
“La gente de la parroquia es de la clase trabajadora, muchos de los cuales perdieron sus trabajos cuando comenzó el cierre”, dice la hermana Macugay. “Nuestros parroquianos donantes provienen de la misma población y comparten los escasos recursos que tienen. Nuestros fondos se están agotando precariamente, pero Dios provee”.
También en Panamá, las Hermanas Melinda Roper y Jocelyn Fenix están ayudando a coordinar esfuerzos para alimentar a los migrantes varados en Panamá a causa de la pandemia y a los miembros de su comunidad de Darién.
En Camboya, la Hermana Mary Little y sus compañeros docentes no solo prepararon y entregaron lecciones escolares a sus alumnos, sino que también comprobaron si las familias necesitaban apoyo alimentario debido a la pandemia.
“Comenzamos dando 15 kilos de arroz al mes a 23 familias y en junio le dimos alimentos a 50 familias”, dice. A mediados de junio, agrega, comenzaron a dar leche de soja o leche regular a todos los niños del programa de la escuela primaria cada semana. Para julio, estaban entregando a 60 familias 25 kilos de arroz y salsa de soja o salsa de pescado. “También le hemos dado dinero a una vendedora de arroz local a la que conocemos”, dice la hermana Little, “para que le dé cinco kilos de arroz a las familias pobres que vengan a su tienda”.
En el sur de África, las hermanas Maryknoll como Janice McLaughlin respondieron a las personas que estaban sufriendo incluso antes del coronavirus. En marzo de 2019, meses antes de que alguien pudiera imaginarse los efectos del COVID-19, un ciclón de 127 millas por hora arrasó Mozambique, Zimbabwe y Malawi. Las lluvias que siguieron al Ciclón Idai provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra que destruyeron edificios, carreteras, puentes, casas y cultivos y contaminaron el agua.
En el este de Zimbabwe, casi 24.000 personas se vieron afectadas, dice la hermana McLaughlin, y muchas de ellas todavía viven en tiendas de campaña abarrotadas de personas, que ahora sufren no solo la amenaza del COVID-19, sino también la amenaza del hambre.
“Nuestra comunidad ha enviado todas las donaciones que pudimos para ayudar a las mujeres y niñas vulnerables que están desplazadas en un campamento donde la comunidad del campamento realizó la evaluación para ayudar a las niñas de familias encabezadas por niños, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas”, dice la hermana McLaughlin.
A mediados de agosto, informes de la ONU indicaban que 265 millones de personas podrían sufrir hambre para fin de año si es que no consiguen apoyo.
En vista de la magnitud de este problema, los esfuerzos que hace la gente para ayudar a alimentar a otros pueden parecer pequeños, pero las palabras de la Madre Teresa de Calcuta ponen las cosas en perspectiva: “Es solo una gota en el océano, pero el océano no sería lo mismo sin esa gota”.