Un Corazón para la Misión

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: Giovana Soria
Fecha de Publicación: Sep 1, 2020

El Padre Daniel Chapin, un sacerdote asociado Maryknoll, en la rectoría de la parroquia Nuestra Señora de la Salette en Cochabamba, Bolivia. (Cortesía de Daniel Chapin/Bolivia)

Sacerdote diocesano de Nueva York, vive su llamado misionero como sacerdote asociado Maryknoll en Bolivia

Cuando Ronald Albarez empezó su internado en psicología el año pasado, se encontró con casos de violencia doméstica, abuso sexual e intentos de suicidio. Al sentirse desanimado de cuánta violencia y crueldad hay en el mundo, Albarez buscó apoyo espiritual con el Padre Daniel Chapin, quien sirve en la parroquia de Albarez, Nuestra Señora de la Salette en Cochabamba, Bolivia.

“Él me animó a rezar porque la oración nos da fortaleza”, dice Albarez. “Los jóvenes siempre necesitan a alguien con quien conversar y esto me ayudó a liberar el sufrimiento que estaba cargando de otras personas y a continuar mis estudios”.

El padre Chapin, 73, ha servido como sacerdote asociado Maryknoll en Nuestra Señora de la Salette desde hace cuatro años. “Está enriqueciendo nuestra comunidad al compartir su vida misionera que fortalece nuestra fe”, dice el Padre David Cardozo, el párroco de la Salette.

Magda Atiare, una feligrés que conoce al padre Chapin desde hace tres años, lo describe como una persona llena de paz. “Me encanta su calma, sencillez y cómo nos da la bienvenida”, dice ella. “Él es como una persona que lleva un tesoro en una vasija de barro, porque él parece tan frágil, pero es muy rico como sacerdote”.

“Trato de escuchar a las personas en muchas situaciones diferentes; esto es importante en ambos ministerios, el pastoral y el espiritual; y en general [en toda] interacción humana”, dice el padre Chapin. “El ministerio pastoral puede ser abrumador por las necesidades de las personas. Entonces, escuchar—verdaderamente escuchar—es la clave en la habilidad para responder”.

El padre Chapin le da la mano a Ronald Albarez, un joven feligrés y psicólogo, que está apoyando a feligreses de su parroquia a adaptarse a la pandemia de COVID-19, que afecta al mundo. ( Nile Sprague/Bolivia)

El padre Chapin le da la mano a Ronald Albarez, un joven feligrés y psicólogo, que está apoyando a feligreses de su parroquia a adaptarse a la pandemia de COVID-19, que afecta al mundo. ( Nile Sprague/Bolivia)

Además de sus ministerios pastorales, el padre Chapin dice que la parroquia ofrece un programa de apoyo escolar, que provee almuerzos a cerca de 200 estudiantes, quienes asisten a escuelas públicas.

Pero cuando la pandemia de COVID-19 golpeó a Bolivia y entró en vigencia el estado de emergencia, la parroquia tuvo que cerrar sus puertas el 22 de marzo. El padre Chapin se mudó con la comunidad Maryknoll en el Centro Misionero Maryknoll para América Latina, con sede en Cochabamba. Aunque todavía no puede regresar a la parroquia, sigue en contacto con feligreses como Albarez, 25, quien acaba de empezar su carrera profesional.

“Usando sus habilidades como psicólogo, Albarez está ayudando a personas en su parroquia con dificultades para adaptarse a la pandemia”, dice el padre Chapin. “Otros líderes juveniles y catequistas están contactándose virtualmente, incluyendo a los candidatos para la confirmación”.

En la parroquia, el padre Cardozo ayudó a ocho jugadores de futbol de Colombia, quienes estaban entrenando en Cochabamba cuando empezó la pandemia y las fronteras de Bolivia se cerraron. “La parroquia ha estado ayudando a los jugadores con alimentación y casa. Recientemente recaudaron fondos para comprar los boletos aéreos para un vuelo solidario organizado por Colombia y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia”, dice el padre Chapin. “El Padre Maryknoll Juan Zúñiga y yo contribuimos dinero de nuestras cuentas misioneras para cubrir los gastos de dos boletos”.

El padre Chapin saluda a feligreses en Bolivia en una forto antes de la pandemia de COVID-19.

El padre Chapin saluda a feligreses en Bolivia en una forto antes de la pandemia de COVID-19.

El padre Chapin no sabe cuándo terminará la pandemia. “Es difícil predecir, ya que el virus determina la cronología del tiempo”. Por ahora, él continuará viviendo en la casa de Maryknoll con otros cuatro sacerdotes y un seminarista con quienes ha pasado los últimos meses juntos.

Recordando su vida, el padre Chapin de Malone, Nueva York, traza las raíces de su vocación al crecer con un padre metodista y una madre que era católica romana. “Ella nos crió a los cuatro hijos católicos”, dice el padre Chapin. “Eso me ayudó a entender lo que significa ser misionero. Crecí en una pequeña comunidad rural. Era un espíritu muy ecuménico”.

El misionero dice que fue inspirado a servir a temprana edad. Cuando ingresó al quinto grado de la escuela St. Joseph en Malone, dice, que solo sabía escribir en letra imprenta mientras que el resto de la clase había aprendido letra corrida. Él recuerda a su profesora, la Hermana Verónica, ayudándole a ponerse al día. “Ella era una monjita frágil, con lentes”, recuerda el padre. “Ella estaba llena de alegría con un espíritu tan generoso para pasar el tiempo extra conmigo. La hermana era dulce y amable y eso me impactó. Empecé a pensar que era algo que me gustaría hacer, ayudar a las personas”.   

Él fue ordenado en 1972 como sacerdote diocesano de Ogdensburg, Nueva York. Él sirvió en la Catedral St. Mary en Ogdensburg por cuatro años antes de partir a servir al pueblo de Mollendo en Arequipa, Perú, en donde su diócesis fundó y envió a misioneros a la parroquia San Martin de Porres.

De izq. a dcha.: el Padre David Cardozo, párroco de Nuestra Señora de la Salette, el padre Daniel Chapin y el padre Cruz saludan a los feligreses y están listos para celebrar la misa. (Nile Sprague/Bolivia)

De izq. a dcha.: el Padre David Cardozo, párroco de Nuestra Señora de la Salette, el padre Daniel Chapin y el padre Cruz saludan a los feligreses y están listos para celebrar la misa. (Nile Sprague/Bolivia)

Durante sus 10 años de ministerio pastoral en Perú, el padre Chapin conoció a miembros de la Sociedad Maryknoll que servían en Arequipa. “Colaboramos entre nosotros. Como éramos de Estados Unidos, teníamos un cierto lazo”, dice. “Si teníamos que estar fuera de nuestra parroquia, llamábamos a un sacerdote Maryknoll para que nos reemplace; y los ayudábamos ocasionalmente. Era una linda relación”.

“Disfruté sirviendo a las personas en Perú ya que ellos conocían mi corazón como misionero”, continúa el padre Chapin. “Les prometí que regresaría a servir a Latinoamérica algún día”.

Al regresar a la Diócesis de Ogdensburg, el padre Chapin sirvió por 27 años como párroco en seis parroquias, trabajó como capellán en centros correccionales y hospitales y sirvió a trabajadores agrícolas migrantes de habla hispana, mucho de ellos de Guatemala. En la Arquidiócesis de Kingston, Ontario, Canadá, junto con las Hermanas de Santa Cruz, él trabajo con refugiados y solicitantes de asilo de México y Centroamérica. Él se retiró en 2016 con el permiso de su obispo.

Ese mismo año, se unió al programa para asociados que Maryknoll ofrece a sacerdotes diocesanos y hermanos religiosos, como una oportunidad para que sirvan en una misión en el extranjero por cinco años. Desde que el programa empezó en 1965, 120 sacerdotes y hermanos han servido como asociados Maryknoll. Actualmente hay tres sacerdotes asociados sirviendo en el extranjero.

Mientras tanto, el padre Chapin espera que la pandemia esté bajo control para poder regresar a la parroquia, acompañar a su comunidad de fe e inspirar a jóvenes como Albarez; y Albarez sigue el ejemplo de su mentor ayudando a los feligreses.

“No hay palabras para agradecer al padre Chapin. Él nos muestra el Reino de Dios”, dice Albarez.

Sobre la autora/or

Giovana Soria

Giovana Soria nació y creció en Lima, Perú. Completó una licenciatura en Ciencias de la Comunicación/Periodismo en la Universidad de San Martín de Porres de Lima. Como redactora, ella escribe y traduce artículos para la revista Misioneros y Maryknoll magazine, nuestra publicación en Inglés. Sus artículos también han sido publicados en la revista bilingüe ¡OYE! para jóvenes católicos hispanos. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en el condado de Rockland, Nueva York.

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