Sacerdote Maryknoll Comparte Reflejos de su Trayectoria Misionera en Japón

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Por: David Aquije
Fecha de Publicación: Dic 11, 2020
El Padre Maryknoll James Jackson en el Lago Biwa
Por David R. Aquije
La vista desde la pequeña capilla Maryknoll que da al lago Biwa en Kioto, Japón, proporciona una amplia sensación de paz. El agradable calor de este día de junio invita a un pequeño paseo por el jardín que conduce a una diminuta playa de arena. La hierba, los arbustos y los árboles, que parecen haber sido finamente cortados para parecer bonsáis gigantes, permanecen quietos, tranquilos. Nada parece moverse. Solo se escucha el relajante sonido del agua en el lago.

El Padre Maryknoll James Jackson, observa desde la terraza de la casa de Maryknoll, adyacente a la capilla, la serenidad de la comunidad del lago donde él ha brindado servicio pastoral a las comunidades católicas locales en las prefecturas de Shiga y Mie durante más de 60 años.

“Es difícil despedirse de la comunidad”, dice el padre Jackson con nostalgia, pensando, quizás, en la probabilidad de que regrese a los Estados Unidos en el ocaso de su vida misionera. En el ocaso de su vida misionera, él ha sido asignado a la casa de retiro Maryknoll en Los Altos, California.

El Padre Maryknoll James Jackson con niños de la Iglesia Católica de Suzuka, en la prefectura de Mie, en la década de 1970. (Foto cortesía del Padre James Jackson)

Hoy él reflexiona sobre su vida en Japón. “La gente me ha apoyado mucho, llevándome de aquí para allá”, dice, especialmente desde que le dijeron que ya no podía conducir. “Entonces, tuve que deshacerme de mi auto. Estoy muy agradecido no solo por su ayuda sino también por su preocupación. Tengo artritis, mis pies, no puedo caminar y la gente está muy preocupada”.

“Hay un santuario cerca a nuestra casa con un famoso pino que estuvo allí desde hace siglos. Pero murió hace unos años”, dice el padre Jackson, describiendo los alrededores de la casa central de Maryknoll. “Este lugar tiene una historia. La gente solía venir aquí para la fiesta [sintoísta]. Maryknoll compró este edificio, lo renovó y, durante la guerra, fue tomado por una escuela que originalmente funcionó para niños cuyos padres estaban en las fuerzas armadas”.

En 1935, dice el padre Jackson, el Padre Maryknoll Patrick Byrne, quien se convirtió más adelante en obispo, fue enviado a abrir una nueva misión en Japón. Él buscó un lugar para establecer una casa central permanente para Maryknoll en la prefectura de Shiga y y encontró esta antigua casa de campo ubicada en dos acres de tierra a orillas del lago Biwa en el pueblo de Karasaki. No había iglesias católicas en el área. Los misioneros Maryknoll construyeron la primera iglesia en la Ciudad de Otsu, cercana al lago, alrededor de 1938.

Una imagen de la casa Maryknoll en el lago Biwa en Shiga, Japón. Durante la Segunda Guerra Mundial, la casa de Maryknoll fue tomada por el gobierno y se convirtió en una escuela para hijos de militares. (Foto cortesía del Padre James Jackson)
Sobre su propia trayectoria misionera, el sacerdote de Westfield, New Jersey, dice: “Me convertí en sacerdote cuando tenía 29 años; fui influenciado por el párroco asistente de la parroquia de Westfield. Leí algo de material sobre Maryknoll, lo que hizo que me interesara ir a la misión”. Él fue ordenado sacerdote en 1958. “Estaba pensando principalmente en China, pero me enviaron a Japón, aquí mismo, en agosto de 1968. Estudié el idioma durante dos años y luego me asignaron al trabajo parroquial, desde ese entonces, principalmente aquí en Shiga y en la prefectura de Mie. He realizado trabajo parroquial toda mi vida y nunca pensé en hacer otra cosa. Estoy muy feliz con ello”.

Había alrededor de 90 misioneros Maryknoll en Japón cuando él llegó. Japón era diferente de lo que es ahora. Mucha gente vivía en casas construidas antes de la guerra, no en las casas modernas que se ven ahora, dice el misionero mientras muestra a un visitante de Maryknoll un álbum con sus fotos personales. Como parte de su trabajo parroquial, el padre Jackson dirigía programas para los jóvenes, incluyendo talleres, encuentros y seminarios.

Foto del Padre Maryknoll James Jackson cuando todavía era un seminarista durante una Navidad en el noviciado en Bedford, Massachusetts. (Foto: Maryknoll Mission Archives)
Como un estadounidense que inició su misión en Japón 13 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, él dice que nunca experimentó ningún tipo de resentimiento por parte de los japoneses, excepto por un incidente cuando fue a visitar a uno de sus estudiantes de secundaria. El padre del estudiante salió, vio al padre Jackson, un estadounidense, y tiró la puerta para cerrarla. El padre Jackson se enteró más tarde de que el hombre quedó lisiado durante la guerra.

El Padre Jackson continúa contando historias con entusiasmo. Un año, durante sus vacaciones, fue a visitar a su tía que vivía en una comunidad para retirados en Nueva Jersey, donde celebró misa para los residentes. Notó que todos menos un hombre, un judío, no asistió. Más tarde, el hombre se acercó al padre Jackson para preguntarle en qué parte de Japón había servido como misionero.

“En un lugar llamado Tsu,” dijo el Jackson.

“Se deletrea T-S-U?” preguntó el hombre.

“Sí, ¿ha estado allí?” contestó el padre Jackson.

“Sí, yo lo bombardeé”, respondió el hombre.

El Padre Maryknoll James Jackson el día de su ordenación al sacerdocio en 1958 frente al Seminario de Padres y Hermanos de Maryknoll en Ossining, Nueva York. (Foto: Maryknoll Mission Archives)
Después que tuvieron una pequeña conversación, el padre Jackson se enteró de que el hombre en realidad no lanzó una sola bomba en Tsu, sino que ayudó a hacerlo en su trabajo como operador de radio. Se lanzaron bombas en Tsu a pesar de que no era un objetivo militar, lo que hizo que el hombre, con el tiempo, se arrepintiera de haber participado. Con la esperanza de proporcionarle una experiencia curativa, el padre Jackson trató de comunicarse con él desde Japón para preguntarle si le gustaría visitar a la gente de Tsu. Desafortunadamente, el hombre ya había fallecido.

Un lector ávido, el padre Jackson, también habló sobre un libro que había leído recientemente sobre la filosofía del trabajo, escrito por una catedrática de una universidad budista en Tokio. El libro, explicó, describía cómo incluso un trabajo simple puede ser significativo para la vida de alguien. Y luego, agregó, “no sabemos cómo resultarán las cosas”. Después de una misa semanal reciente, se le acercó una mujer que le dijo: “Padre, obtuve mi fe en Karasaki, en uno de sus seminarios cuando era estudiante de secundaria”. La mujer era la autora del libro.

“La parroquia es el centro de la actividad misionera, porque el espíritu trabaja en la comunidad”, dice el Padre Jackson. “Enseñar catecismo es muy importante, hacer trabajo social es importante, pero construir comunidad es la parte más importante del trabajo misionero. La comunidad manifiesta el Espíritu Santo. La comunidad, el cuerpo de Cristo, es la continuación de Jesucristo. Se hizo carne, humano, para mostrarnos el rostro del Padre y ahora es la comunidad la que lo hace”.

En este cálido día de junio, el padre Jackson deja la casa del centro de Maryknoll y camina lentamente hacia la pequeña capilla con vista al lago Biwa. Se pone un alba y una estola, enciende una vela y celebra una misa muy íntima.

Imagen destacada: El Padre Maryknoll James Jackson en la entrada de la escuela infantil en Hisai, Prefectura de Mie, alrededor de 1980. Hisai era una estación misionera de la Iglesia Católica Tsu. La catequista de la izquierda es Yasuyo Udaka, y su asistente de la derecha es Mihoko Doi.

 

Sobre la autora/or

David Aquije

David R. Aquije es un periodista nacido y educado en Lima, Perú. En 1991 llegó a Estados Unidos y continuó estudios de periodismo en Mercy College, en Dobbs Ferry, New York. Aquije fue el ex director de Misioneros, la revista en español de Maryknoll, anteriormente llamada Revista Maryknoll. Mientras trabajaba para los Padres y Hermanos Maryknoll, informó sobre el trabajo misionero en Asia, África y América Latina, así como en Estados Unidos. Ha ganado numerosos premios de la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá, incluido el primer lugar como Editor del Año de publicaciones en español.

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