Campaña contra la trata de personas

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Marko Phiri
Fecha de Publicación: Feb 10, 2021

UNA HERMANA MARYKNOLL EN ZIMBABWE TRABAJA PARA COMBATIR EL TRÁFICO SEXUAL EN ESE PAÍS Y EN TODO EL MUNDO.

Blridget tenía solo 22 años de edad cuando decidió unirse a la gran travesía a Sudáfrica en busca de trabajo en 2018.

Al igual que muchos jóvenes que abandonan la escuela en Bulawayo, la segunda ciudad más grande de Zimbabwe, Bridget había descubierto que las oportunidades de empleo no existen en un país acosado por la pobreza y el desempleo.

Regresar a la escuela o la universidad ni siquiera es una opción para la mayoría de los jóvenes de Zimbabwe, donde miles abandonan la escuela porque no pueden pagar la matrícula, lo que hace que salir del país sea una opción más atractiva para jóvenes y adultos.

El país vecino de Sudáfrica históricamente ha ofrecido oportunidades económicas a millones de zimbabuenses, por lo que era natural que Bridget (no es su nombre real) se uniera a otros en las selvas urbanas de Johannesburgo, la ciudad más rica de África.

Poco sabía ella del horror que acechaba detrás de la promesa de un auge económico en la “Ciudad de Oro”, como los lugareños llaman a Johannesburgo. “Nunca había visto tanta maldad y perversión”, dice sobre el tiempo que estuvo detenida en un departamento que era propiedad de algunos africanos del este.

Desde su pequeño puesto en el distrito comercial central de Bulawayo, donde ahora vende verduras, explica: “Cuando llegué por primera vez a Johannesburgo, me prometieron trabajar con esas personas, pero todo rápidamente se convirtió en otra cosa cuando me pidieron que proporcionara servicios sexuales no solo a extraños, sino a las personas que se suponía que eran mis empleadores”.

Los transportistas transfronterizos locales conocidos como omalayitsha ayudan a zimbabuenses desesperados como Bridget, que no tienen pasaportes, a cruzar ilegalmente a Sudáfrica, solo para dejarlos en manos de traficantes sexuales donde escapar es casi imposible.

Afortunadamente, Bridget fue rescatada por vecinos sudafricanos después de que observaron lo que dijeron que era una “actividad sospechosa” en la casa donde estaban recluidas Bridget y otras personas.

La historia de mujeres jóvenes desesperadas que fueron traficadas a Sudáfrica para trabajar como esclavas sexuales se ha vuelto alarmantemente familiar, y las autoridades aparentemente no logran frenar el comercio e incluso algunas iglesias se utilizan como fachada para la trata de personas y los burdeles.

Esta realidad se convirtió en algo más que una preocupación para la Hermana Maryknoll Janice McLaughlin. La llevó a un apostolado que la ha visto atestiguar los males de la trata de personas al ayudar a fundar el Foro Africano para la Doctrina Social Católica (AFCAST por sus siglas en inglés). Esta organización en Harare, la capital de Zimbabwe, trabaja en estrecha colaboración con estructuras eclesiásticas como las conferencias de obispos locales para promover los principios de la enseñanza social católica en África y en todo el mundo, incluida la campaña contra la trata de personas.

En el lanzamiento del libro The Scourge of Human Trafficking: Modern-Day Slavery, la editora, la hermana Janice McLaughlin, conversa con E. Geoghegan (izquierda), asesor financiero de AFCAST, y Z. Godi, miembro del Grupo de trabajo AFCAST para combatir la trata de personas. (Cortesía de AFCAST/Zimbabwe)
En el lanzamiento del libro The Scourge of Human Trafficking: Modern-Day Slavery, la editora, la hermana Janice McLaughlin, conversa con E. Geoghegan (izquierda), asesor financiero de AFCAST, y Z. Godi, miembro del Grupo de trabajo AFCAST para combatir la trata de personas. (Cortesía de AFCAST/Zimbabwe)

“Me di cuenta de la trata de personas cuando fui presidenta de las Hermanas Maryknoll de 2009 a 2015”, dice la hermana McLaughlin, cuyo papel de liderazgo con las Hermanas Maryknoll la llevó a visitar Guatemala, Camboya, Kenya, Filipinas y Hong Kong, así como a áreas en los Estados Unidos.

“Estas experiencias me abrieron los ojos a la opresión y explotación de las mujeres, tanto por la trata como por la discriminación”, dice.

En Zimbabwe (antes Rhodesia), donde la hermana McLaughlin comenzó a servir en 1977, su trabajo con AFCAST se ha centrado en combatir la trata de personas mediante la educación y la concienciación, la investigación, la defensa y el asesoramiento a las víctimas.

“AFCAST ha realizado decenas de talleres y seminarios en escuelas, parroquias y misiones rurales para advertir a las personas sobre la realidad y los peligros de la trata”, dice la misionera.

Con el empeoramiento de la crisis económica de Zimbabwe y los jóvenes ansiosos por irse, el país se ha convertido en un imán para la trata de personas. En septiembre del año pasado, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Zimbabwe se vio obligado a emitir una advertencia después de que se descubrió que los traficantes estaban atrayendo a posibles víctimas con promesas de empleo en un grupo hotelero internacional.

“El ministerio desea advertir a los miembros del público que los hoteles y resorts Marriot International nunca se han involucrado en la contratación de personal médico. El ministerio advierte además que algunas personas sospechosas de ser traficantes de personas se están disfrazando de propietarios de hoteles y resorts Marriot y anuncian trabajos flotantes bajo el nombre de hoteles Marriott”, dijo un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores a los medios estatales.

En 2016, decenas de mujeres zimbabuenses fueron rescatadas en Kuwait, donde habían sido víctimas de trata con el pretexto de trabajos bien remunerados en el país rico en petróleo.

Sobrevivientes de la trata de personas posan con la hermana Maryknoll Janice McLaughlin (sentada, derecha), Dadirai Chikwekwete (blusa roja) y la hermana dominicana Tendai Makonese (blusa blanca), directora de Lifelines, una productora de medios, durante la grabación que Sister Makonese dirigió un video corto sobre la trata de personas que se encuentra en la página web de AFCAST. (Cortesía de AFCAST/Zimbabwe)

Sobrevivientes de la trata de personas posan con la hermana Maryknoll Janice McLaughlin (sentada, derecha), Dadirai Chikwekwete (blusa roja) y la hermana dominicana Tendai Makonese (blusa blanca), directora de Lifelines, una productora de medios, durante la grabación dirigió un video corto sobre la trata de personas que se encuentra en la página web de AFCAST. (Cortesía de AFCAST/Zimbabwe)

La hermana McLaughlin ha sido parte de los esfuerzos para ayudar a estas jóvenes a recuperar sus vidas. “Como resultado de las sesiones de asesoramiento, unas 25 mujeres se han convertido en defensores”, dice. “Dan testimonio en los talleres y seminarios y han producido un breve drama que describe su experiencia en Kuwait”.

“Este trabajo es uno de los más gratificantes en los que he estado involucrada a lo largo de los años, ya que veo los resultados en las sonrisas de los defensores y su disposición a compartir sus historias”, dice la hermana McLaughlin. “Son mujeres dinámicas y resilientes que han sufrido pero han transformado esta experiencia en un acercamiento positivo a los demás. Algunas han comenzado proyectos de generación de ingresos y otras están tomando cursos cortos que les permitirán obtener algunos ingresos. Me inspiran y me animan a comprender que con asesoramiento y apoyo, las sobrevivientes pueden ganar fuerza y confianza en sí mismas”.

La hermana McLaughlin dice que se ha encontrado con testimonios que destacan la urgente necesidad de que los gobiernos y la sociedad civil luchen contra este crimen global. Esos testimonios provienen de lugares como Phnom Penh, Camboya, donde las hermanas Maryknoll tienen un programa contra la trata de personas que ofrece educación a las sobrevivientes y las ayuda a obtener trabajo.

“Las historias de las mujeres eran horribles”, dice la hermana McLaughlin. “Muchas habían sido traficados a otros países asiáticos como Tailandia para el comercio sexual. Cuando se enfermaron o envejecieron, fueron enviadas de regreso a su país sin nada. A una mujer que se negó a dormir con los clientes le extrajeron los dientes uno por uno como castigo”.

Las Naciones Unidas y otras agencias humanitarias internacionales continúan haciendo campaña contra la trata de personas, pero, dice la hermana McLaughlin, las redes globales de tráfico se han vuelto complejas, lo que dificulta poner fin de manera efectiva a lo que el Papa Francisco ha llamado “esclavitud moderna”.

El equipo de supervisión de AFCAST (de izquierda a derecha), E. Geoghegan, el padre jesuita Elias Opondi Opongo, Dadirai Chikwekwete, Getrude Chimange, la hermana de Maryknoll Janice McLaughlin, el padre Peter John Pearson y el padre jesuita Chukwuyenum Afiawari, en el lanzamiento de un libro editado en 2016 por la hermana McLaughlin titulada El azote de la trata de personas: esclavitud moderna. (Cortesía de AFCAST/Zimbabwe).

Sobre la autora/or

Marko Phiri

Marko Phiri es un periodista de Zimbabwe que ha escrito para numerosas publicaciones católicas en todo el mundo.

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