Un Afectuoso Aloha

Tiempo de lectura: 5 minutos
Por: Jim Krupka
Fecha de Publicación: Mar 1, 2021
Hermana Maryknoll deja HawÁi después de 45 años de dedicado servicio misionero.
C uando la hermana Maryknoll Ardis Kremer fue invitada por primera vez por una hermana mayor a vivir en la isla hawaiana de Molokai, su respuesta reveló su carácter. La otra hermana necesitaba una compañera mientras cumplía con su propia asignación. La hermana Kremer respondió: “Sí claro, pero necesito un trabajo”.

Eso ocurrió en 1975, el comienzo de una estadía misionera de 45 años. Su insistencia en tener un trabajo en Molokai fue una expresión de su incansable y alegre espíritu orientado al servicio.

Cuando uno piensa en el trabajo misionero, es posible que no se piense en Hawái como una posibilidad, pero esta pequeña y hermosa isla de menos de 8,000 personas fue el hogar de dos santos: San Damián de Molokai y Santa Marianne Cope, quienes dedicaron sus vidas a trabajar con personas afectadas con lepra quienes fueron exiliadas a la península de Kalaupapa en Molokai.

La hermana Kremer siguió los pasos de estos santos, pero cuando ella habla de su propia vida, a menudo lo hace en términos de aventura. “Soy una soñadora”, admite.

Como ella creció en la costa de Mississippi, pasó gran parte de su tiempo en el mar y al aire libre. Y como hija de un ingeniero que operaba un negocio de construcción de barcos, le encantaba navegar. Fue educada en la escuela primaria y secundaria St. John en Gulfport, Mississippi, pero anhelaba conocer otras tierras más allá de la costa del golfo y tan pronto como se graduó de la secundaria, se acercó a las Hermanas Maryknoll para unirse a ellas.

 

La Hermana Kremer, amante de los animales, fue voluntaria en una veterinaria local en Hawái. (Connie Krautkremer/Hawái)
La misionera Kremer, amante de los animales, fue voluntaria en una veterinaria local en Hawái. (Connie Krautkremer/Hawái)
En la congregación de Maryknoll le dijeron que tendría que esperar un año antes de ingresar a la vida religiosa. En consecuencia, estudió durante un año en St. Mary’s Dominican College en Nueva Orleans y consiguió un trabajo en el taller de autopartes de su tío.

“Fue muy divertido”, dice sobre el trabajo. Conocer y estar con gente era su parte favorita del trabajo, aunque sospecha que su tío puede no haber estar encantado con su tendencia a dar descuentos a todos los interesados.

Después de su año de espera, la hermana Kremer fue invitada a Maryknoll, Nueva York, para comenzar su vida como hermana Maryknoll. La cautivó la belleza de la casa central de Maryknoll en Ossining, con sus colinas y arroyos. Para una niña de la costa del golfo que nunca había visto nieve, el frío invernal del noreste le pareció chocante. Pero ella lo aceptó, y en medio de un horario de clases pesado, encontró tiempo para aprender a patinar sobre hielo.

Su vocación en Maryknoll hizo realidad su deseo de viajar. Asignada por primera vez a Chile en 1965, enseñó educación religiosa en un momento de agitación política en el país. La hermana Kremer reconoce que el ambiente era “aterrador” y, de hecho, su asignación terminó cuando el convento de Maryknoll fue tomado en un levantamiento político. Luego, la congregación de Maryknoll la envió a Micronesia, donde nuevamente enseñó educación religiosa y aprovechó las habilidades que aprendió de niña para enseñar a los niños a navegar.

El servicio en Micronesia la llevó a su asignación a Hawái, donde las Hermanas Maryknoll han servido desde 1927, con casi 400 mujeres en misión allí entre un momento y otro. Inicialmente, la hermana Kremer estuvo involucrada en el trabajo catequético y pastoral en Honolulu, la capital del estado, mientras que también obtuvo un título en enfermería práctica con licencia de Kapiolani Community College. Luego trabajó allí como enfermera en The Queen’s Medical Center y en el St. Francis Hospital.

Después de mudarse a Molokai, la hermana Kremer comenzó a trabajar en el Hospital General de Molokai como enfermera práctica con licencia, y luego trabajó en el Departamento de Salud del estado, donde sirvió durante 30 años.

Ella encontró trabajo, pero también muchos roles menos oficiales. La hermana Kremer ha participado activamente en la liturgia y la educación religiosa en la parroquia católica St. Damien de Molokai.

Cuando el párroco o el diácono no estaba en la isla, ella presidía el servicio de comunión de la Iglesia Nuestra Señora de los Siete Dolores.
Más allá de la vida parroquial, se desempeñó durante años como presidenta de la Sociedad Protectora de Animales de Molokai y, en ocasiones, incluso ayudó al veterinario local cuando el asistente habitual no estaba disponible.

 

La hermana Kremer era una mujer que siempre lucía una sonrisa genuina en la calle principal de Kaunakakai, la gran ciudad de Molokai.Ella era la que conducía por la isla en una camioneta pickup muy usada, y fácilmente podría confundírsele con una ranchera de la isla. Su generosidad y amabilidad fluyen libremente y, como dirían los hawaianos, “aloha” es algo natural para ella.

Sus décadas de trabajo en el cuidado de la salud en esta isla rural, conocida como “La Isla Amigable”, ejemplifican la profundidad de su llamado como misionera: estar presente y traer buenas noticias a través de las cosas ordinarias de la vida. El gozo, la energía y el entusiasmo evidentes a los que ella da vida y su amor por Dios hacen que sea fácil entender por qué clasifica tantas de sus variadas experiencias como “muy divertidas”.

Hay un dicho en la isla: “No cambies a Molokai, deja que Molokai te cambie a ti”. Pero en su caso, es justo decir que Molokai es mejor porque ella pasó casi la mitad de su vida allí.

La misionera Bitrina Kirway demuestra las maravillas del iPhone a sus compañeras hermanas Maryknoll Ardis Kremer (izquierda) y Rosalinda Barrozo. (Cortesía de las Hermanas Maryknoll)
La Hermana Maryknoll Bitrina Kirway demuestra las maravillas del iPhone a sus compañeras hermanas Maryknoll Ardis Kremer (izquierda) y Rosalinda Barrozo. (Cortesía de las Hermanas Maryknoll)
A sus 80 años o más, ella ama la isla pero sigue lista para ir a donde la envíe Maryknoll. Al considerar la posibilidad de volver a la casa madre en Nueva York, su respuesta principal es: “Espero que tengan un trabajo para mí”.

Imagen destacada: La hermana Ardis Kremer con la estatua de San Damián de Molokai, isla hawaiana donde sirvió por 45 años antes de regresar al centro de las Hermanas Maryknoll en NuevaYork. (Foto Hawaii Catholic Herald)

La misionera Ardis Kremer (atrás, vestida de azul) posa con miembros de la congregación de las Hermanas Maryknoll que han servido en Hawái a través de los años. (Cortesía de las Hermanas Maryknoll)

La hermana Ardis Kremer (atrás, vestida de azul) posa con miembros de la congregación de las Hermanas Maryknoll que han servido en Hawái a través de los años. (Cortesía de las Hermanas Maryknoll)

Sobre la autora/or

Jim Krupka

Jim Krupka es un Maryknoll Deacon Mission Partner y sirve en parroquias en Michigan y en Molokai, Hawái.

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