Una biblioteca comunitaria en El Salvador proporciona medios para el aprendizaje remoto
Desde que las escuelas pasaron al aprendizaje virtual hace un año, la educación pública en El Salvador se ha vuelto muy cara. “La educación se ha privatizado”, dijo el Padre Luis Coto, al inicio de este año escolar, que comenzó el 1 de febrero.
La gente paga entre $10 y $15 mensuales para que sus hijos puedan navegar en línea. Dependiendo de cuántos hijos tenga una familia, puede ser más caro. La mayoría de las personas de nuestra comunidad de La Esperanza ganan $5 al día, si tienen suerte.
Como resultado de estas dificultades, algunos niños tuvieron que abandonar las clases el año pasado. Sin embargo, este año nuestra biblioteca tiene una señal de Internet gratuita para la comunidad, que ha sido muy bien recibida y utilizada. “Además de la situación económica, los maestros me envían tareas a mi teléfono celular, pero no entiendo las instrucciones”, dice Daisy, madre de dos hijos. “Tener a jóvenes en la biblioteca ayudando a mis hijos es un gran alivio”.
En nuestra biblioteca comunitaria hicimos 500 fotocopias y registramos docenas de horas de uso de Internet solo en las primeras dos semanas del nuevo año escolar. El impacto que este recurso ha causado en la comunidad ha sido claro. Agustín dice que tener computadoras en la biblioteca comunitaria es un gran consuelo para un padre. “Cuando mi hijo de 12 años va al pueblo, me preocupo”, dice sobre la caminata de media hora hasta el pueblo. “Ese camino es estrecho y los autos pasan volando. Es peligroso”.
Dos de nuestros jóvenes, Luis Miguel y Jonathan, están a cargo del área de computación de la biblioteca. Están ocupados enseñando a los niños cómo usar las computadoras y ayudándolos con sus tareas escolares.
Luis Miguel, quien tiene un título técnico en sistemas informáticos y quiere estudiar para convertirse en ingeniero de sistemas, dice: “Las computadoras me fascinan. El mantenimiento, mantenerlas limpias y aprender más sobre ellas es emocionante, pero lo que más me gusta es ayudar a los niños y enseñar a otros a usar las computadoras”.
Jonathan, quien está en su segundo año de secundaria, quiere ser médico. “Tener un lugar tranquilo y ordenado para estudiar es un gozo”, me dijo un día. “La biblioteca es como un gran escritorio y saber que tengo un lugar allí me da un sentido de pertenencia. Es algo especial”.
Ser ingeniero de sistemas o médico puede parecer una expectativa razonable para una persona joven, pero para los jóvenes de El Salvador es como soñar con un viaje a Marte. La universidad nacional está saturada con miles de solicitudes cada año, y la mayoría de estas serán rechazadas. Simplemente no hay suficiente capacidad en el sistema nacional para responder a la demanda. Pocas personas de La Esperanza pueden pagar una educación universitaria privada, que costaría aproximadamente $5,000 por cinco años de estudio (equivalente a un grado de bachiller en Estados Unidos).
Sin embargo, estamos ayudando a jóvenes como Luis Miguel y Jonathan a ver con nuevos ojos. Los animamos a hacer realidad sus sueños gracias a nuestro programa de becas y fondos de ayuda COVID. Ahora, algunos jóvenes más podrán emprender ese viaje increíble.
Imagen destacada: Luis Miguel, trabajando en la computadora, ayuda a Anthony (con lentes) y Anderson (de pie) en la biblioteca comunitaria de La Esperanza. (Rick Dixon/El Salvador)