Liberando Del Cautiverio A Japoneses-Estadounidenses

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Anne Neuberger
Fecha de Publicación: Dic 1, 2021

Cuando una orden ejecutiva de 1942 encarceló a japoneses-estadounidenses, Los Maryknollers Fueron sus defensores

El 19 de febrero de 1942, dos meses después de que Japón bombardeó Pearl Harbor y que Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, Franklin Delano Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066. Esa orden obligó a 120.000 estadounidenses de ascendencia japonesa a un encarcelamiento injusto. Los misioneros Maryknoll respondieron con compasión y servicio.

Desde la década de 1920, los misioneros habían estado ayudando a las comunidades católicas de ascendencia japonesa a prosperar en la costa oeste, donde se habían instalado muchos inmigrantes japoneses. Los misioneros Maryknoll nutrieron su fe y la fe de sus hijos en florecientes escuelas y parroquias.

Pero el bombardeo de Pearl Harbor cambió inmediatamente la vida de estas comunidades. En una atmósfera de creciente miedo y desconfianza, aumentó la violencia contra cualquier persona de ascendencia japonesa, incluso aquellos que eran ciudadanos estadounidenses y ni siquiera habían estado nunca en Japón.

La Orden Ejecutiva 9066 dispuso el establecimiento de zonas militares con un radio de 60 millas en la costa oeste y autorizó al ejército de Estados Unidos a evacuar de dichas zonas a cualquier persona considerada una amenaza para la seguridad nacional, especialmente aquellos con raíces japonesas.

Al principio, los misioneros Maryknoll trabajaron arduamente para proteger a la mayor cantidad posible de estadounidenses de origen japonés. En Seattle, el Padre Leopold Tibesar habló con miembros de organizaciones católicas, instando a la tolerancia. Hizo planes para sacar a sus feligreses de las zonas de exclusión, pero un arzobispo se negó a dar permiso.

Las Hermanas Maryknoll en el Hogar Maryknoll para Niños Japoneses en Los Ángeles atendieron a 33 niños en cuidado residencial. Preocupadas de que estos niños fueran encarcelados, las hermanas pudieron colocar a 26 con familias extendidas o en hogares de acogida fuera de la zona de exclusión. Lamentablemente, los otros siete fueron internados en campamentos.

japoneses-estadounidenses: Las Hnas. Bernadette Yoshimochi (izq.) y Susanna Hayashi vivieron y sirvieron en el campamento Manzanar. (Maryknoll Mission Archives)
Las Hnas. Bernadette Yoshimochi (izq.) y Susanna Hayashi vivieron y sirvieron en el campamento Manzanar. (Maryknoll Mission Archives)

Un artículo en Los Angeles Times en 1997 informa cómo en 1942 el Padre Maryknoll Hugh Lavery, muy preocupado por los niños huérfanos, escribió al coronel Karl Bendetsen, jefe de la Administración de Control Civil en Tiempos de Guerra, pidiendo clemencia para los niños. Bendetsen respondió: “Estoy decidido a que, si tienen una gota de sangre japonesa, todos deben ir al campamento”.

En corto tiempo, las familias de ascendencia japonesa se vieron obligadas a ir a “centros de reunión”, campos de concentración improvisados en hipódromos o recintos feriales. En Portland, Oregón, más de 3.800 evacuados vivieron en un pabellón de ganado subdividido en compartimentos. En Santa Anita, un hipódromo en Arcadia, California, cientos de personas vivieron en establos de caballos. Más tarde, el gobierno de los Estados Unidos construyó 10 campamentos a largo plazo, llamados centros de reubicación, para los exiliados.

El Padre Maryknoll Bryce Nishimura, un japonés-estadounidense de Los Ángeles, tenía 13 años cuando él y su familia fueron enviados al Centro de Reubicación Manzanar en Owens Valley, California. A sus 93 años, aún recuerda el alambre de púas que rodeaba el campamento, y soldados apostados con fusiles en torres de vigilancia rodeadon las 30 cuadras de cuarteles que componían el campamento. “Éramos ocho hijos y mis padres, todos apiñados en dos habitaciones”, dice el padre Nishimura, y agrega que los internos comían en un comedor común y compartían baños públicos. Considera que el término “centro de reubicación” es un eufemismo de lo que realmente eran campos de concentración.

En estos lugares donde las condiciones eran parecidas a las de una prisión, los misioneros Maryknoll acompañaron a la gente de todas las formas posibles.

El padre Lavery no solo visitó a sus feligreses en Manzanar, sino que también viajó a otros campamentos en Utah, Arizona, Colorado, Wyoming, Arkansas e Idaho, verificando el bienestar de las personas, bautizando bebés y celebrando misas. El periodista Harry Honda, que había estado en el ejército de los Estados Unidos mientras su familia estaba encarcelada en el campo de Rohwer, Arkansas, más tarde escribiría sobre Lavery como una “parroquia de 10.000 millas”.

japoneses-estadounidenses:El padre Lavery le da un apretón de manos a un interno en el campamento Manzanar. (Maryknoll Mission Archives)
El padre Lavery le da un apretón de manos a un interno en el campamento Manzanar. (Maryknoll Mission Archives)

El padre Tibesar se mudó de Seattle a Idaho cuando sus feligreses fueron enviados al campo de internamiento de Minidoka. Ya que no se le permitió vivir en el campamento, él condujo 36 millas cada día para ofrecer misa, a pesar de las raciones de gasolina de la guerra. El padre Tibesar pudo obtener permisos para que los prisioneros en edad universitaria asistieran al Quincy College en Illinois, donde su hermano era el presidente.

En Minidoka, las Hermanas Maryknoll Marie Rosaire Greaney y Regina Johnson enseñaron catecismo y preparación sacramental, y organizaron un coro. Posteriormente, la hermana Johnson describió esta experiencia como la “puerta de entrada … a mi vida como misionera Maryknoll”.

El Padre Leo Steinbach incluyó la enseñanza de catecismo en su ministerio en Manzanar, lo que resultó en numerosos conversos al catolicismo. Los Padres John Swift, en el campamento de Amache en Colorado, y Joseph Hunt, en Tule Lake en California, dedicaron tiempo para atender las necesidades temporales y pastorales de los internos, yendo los sábados a comprar calzado y ropa para las familias. Sus listas incluían artículos personales como lápiz labial solicitado por adolescentes o caramelos de limón para que una abuela los compartiera con sus nietos. Cuando las jóvenes del campamento solicitaron “Dixie Peach Hair Pomade”, también lo incluyeron en las listas de compras. El padre Hunt incluso recogió tiras de cuerda para que los niños hicieran girar sus trompos.

A los niños encarcelados se les permitió salir de los campamentos bajo supervisión. El padre Hunt organizó excursiones desde el Centro de Segregación de Tule Lake hasta áreas de picnic entre rocas de lava. Allí, los niños pudieron saltar y chapotear en las aguas termales sin que ningún guardia armado los vigilara.

Las Hermanas Maryknoll Bernadette Yoshimochi y Susanna Hayashi estaban trabajando en California cuando comenzó la guerra. Nacidas en Japón, a ambas hermanas se les ofreció seguridad en Maryknoll en Nueva York, pero ellas optaron por acompañar a aquellas personas con las que trabajaron en Los Ángeles.

japoneses-estadounidenses:El Padre Maryknoll Bryce Nishimura, quien fue internado cuando era niño en el Centro de Reubicación Manzanar, sirvió en Japón durante la mayor parte de su vida sacerdotal. (Sean Sprague/Japón)
El Padre Maryknoll Bryce Nishimura, quien fue internado cuando era niño en el Centro de Reubicación Manzanar, sirvió en Japón durante la mayor parte de su vida sacerdotal. (Sean Sprague/Japón)

El 16 de mayo de 1942, las hermanas asistieron a misa a las 5 a.m. con otras personas que se dirigían al campamento de Manzanar. El padre Swift, quien presidía, habló de la nueva misión que estaban emprendiendo las hermanas. Una vez en Manzanar, fueron prisioneras y lidiaron con las penurias que soportaron otros internos. Como misioneras, enseñaron catecismo, organizaron actividades para niños y mantuvieron en orden la iglesia del campamento. También cuidaron de muchos niños clasificados como huérfanos. Fue una época sombría, pero la vida siempre se renueva.

De la dureza de Manzanar, surgió un futuro con Maryknoll para Yae Ono, Thomas Takahashi y Bryce Nishimura.

Ono, una ciudadana estadounidense de origen japonés, había sido bautizada cuando tenía 24 años por el padre Swift. Recibió su Primera Comunión en la Iglesia St. Francis Xavier en Los Ángeles en 1942.

Poco después, su familia fue enviada al campamento de Manzanar. Allí, ella y su hermana impartieron clases de catecismo, ayudando así al padre Steinbach y las hermanas Hayashi y Yoshimochi.

Fue durante este tiempo que Ono decidió que quería unirse a Maryknoll. Con gran dificultad, fue liberada de Manzanar y comenzó su noviciado en Maryknoll en Nueva York en 1944. Ella fue hermana Maryknoll durante los siguientes 68 años, hasta su muerte en 2012.

El padre Takahashi fue ordenado sacerdote Maryknoll en 1953 y sirvió como misionero en Japón hasta su muerte en 1989.

El padre Nishimura fue ordenado en 1956 y también sirvió en Japón durante la mayor parte de su vida misionera. Ahora jubilado, vive en Los Altos, California.

Él atribuye su vocación sacerdotal a la influencia del padre Steinbach en el campamento de Manzanar. “Me enseñó que todo ser humano es una persona creada a imagen y semejanza de Dios y merece ser tratado con respeto”, dice el padre Nishimura.

Imagen destacada: En esta foto de 1944, el misionero Maryknoll Leo Steinbach conversa con un grupo de niños internados en el Centro de Reubicación Manzanar en Owens Valley, California. (Maryknoll Mission Archives)

Sobre la autora/or

Anne Neuberger

Anne Neuberger es autora de libros para niños. Es coautora del libro Two Days and One Suitcase, sobre la experiencia de una familia no japonesa en los campamentos japoneses estadounidenses.

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