Una Familia Construye Su Hogar, Juntos

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Deirdre Cornell
Fecha de Publicación: Jun 1, 2022

El Padre Maryknoll Romane St. Vil sirve como líder espiritual para comunidades haitianas en Estados Unidos.

Las reuniones creoles mensuales en la Iglesia San Juan el Evangelista en White Plains, Nueva York, se sienten como una reunión familiar. El día comienza con pan haitiano y chocolate caliente, seguido de una deliciosa comida. Los fieles, algunos llegados desde lugares tan lejos como Georgia y Florida, se saludan calurosamente. Todos cantan al son de una música animada.

Gina Duvalsaint, quien forma parte de este ministerio, atribuye el “fuerte sentido de comunidad” al Padre Maryknoll Romane St. Vil.

“Él nos enseña a convertirnos en una familia”, dice ella.

Encontrar una comunidad acogedora es especialmente importante para las personas en la diáspora. Durante las últimas décadas, más de 700.000 haitianos han llegado a Estados Unidos, entre ellos el padre St. Vil.

Nacido en la ciudad portuaria de Jérémie, él creció durante el año escolar con su madre en Haití y los veranos lo pasaba con su padre en Estados Unidos. Al mudarse a Nueva Jersey cuando era adolescente, se involucró activamente en la parroquia de San Miguel en la ciudad de Elizabeth.

Cuando reconoció su llamado al sacerdocio, el joven St. Vil se sintió atraído por el carisma de Maryknoll de acompañar a los pobres “para descubrir la presencia de Dios en sus vidas, culturas y tradiciones”. Completó su Programa de Capacitación en el Extranjero en Tanzania y fue ordenado en 2003. El padre St. Vil, 55, sirvió en Camboya antes de regresar a los Estados Unidos para trabajar en educación y promoción misionera. 

Desde entonces, se pasó la voz entre las comunidades haitianas de Estados Unidos sobre el Padre St. Vil.

“Lo que me dio una ventaja fue mi ministerio carismático”, dice el padre St. Vil. Su misión ayuda a los haitianos a encontrar su lugar en la Iglesia estadounidense. Las comunidades locales trabajan con sus párrocos para extender una invitación formal. “Los párrocos han sido muy acogedores”, dice.

Aproximadamente dos tercios de los haitianos en EE.UU. residen en Nueva York y Florida. El padre St. Vil mantiene contacto regular con al menos 30 comunidades en las diócesis de Rockville Center y Brooklyn (que incluye Queens) y la Arquidiócesis de Nueva York, y visita con frecuencia las diócesis de Florida. Su ministerio también lo ha llevado a Nueva Jersey, Connecticut, Massachusetts, Rhode Island, Virginia, Georgia, Maryland, Texas y California. “He construido una base sólida”, dice.

Esta extensa red permitió al padre St. Vil movilizarse rápidamente cuando, en 2010, un terremoto de magnitud 7,0 azotó Haití, matando a 220.000 personas y dejando a 1,5 millones sin hogar. El sacerdote dirigió viajes de socorro y ayudó a reconstruir una escuela.

En la actualidad, su red frecuentemente lo pone en contacto con los haitianos recién llegados.

“El padre Romane es un punto de conexión para las comunidades”, dice Maiaklovsky Preval, miembro de la comunidad y abogado de inmigración en White Plains. “La gente lo busca”.

El pasado septiembre, decenas de miles de haitianos llegaron a la frontera entre EE.UU. y México, y aproximadamente unos 14,000 acamparon en la pequeña ciudad fronteriza de Del Río, Texas. Muchos habían emigrado después del terremoto de 2010 y primero intentaron establecerse en lugares como Chile, Brasil y México. Según el Instituto de Política Migratoria, a medida que las condiciones en estos países se volvieron cada vez más hostiles, ellos decidieron venir a EE.UU.

El padre St. Vil dice que recibió llamadas telefónicas de familiares de migrantes en Del Río. A unos pocos afortunados se les permitió la entrada. Él cuenta: “Enseguida la gente me llamó y me dijo: ‘¿Ahora qué hacemos?’”.

“Él los cuidó”, dice Preval. “Empezó a llamar, ‘necesitan comida, necesitan ropa, necesitan servicios legales’”.

La cautivadora homilía del misionero St. Vil provoca sonrisas de aprecio entre los feligreses que asisten cada mes a un día de adoración en creole en la Iglesia San Juan el Evangelista. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

La cautivadora homilía del misionero St. Vil provoca sonrisas de aprecio entre los feligreses que asisten cada mes a un día de adoración en creole en la Iglesia San Juan el Evangelista. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

El éxodo desde Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, es constante. “La última ola se está yendo debido a los secuestros y la inestabilidad política”, dice Preval. En julio del  2021 fue asesinado el presidente haitiano Jovenel Moïse. Luego, en agosto, se produjo un terremoto de magnitud 7,2 seguido, días después, por la tormenta tropical Grace.

El padre St. Vil, que a menudo sirve como intérprete, encuentra anfitriones para aquellos que necesitan un lugar para quedarse y donantes para pagar tarifas para aplicar al Estatus de Protección Temporal, un programa temporal de protección contra la deportación. Preval ofrece horas pro bono y dice: “El padre Romane hace aflorar el deseo y la capacidad de la comunidad para ayudarse mutuamente”.

Él explica que una parte esencial de la misión es invitar a otros a unirse al trabajo. “Es una mesa redonda. … Y estamos en esto todos juntos”, dice.

Sin embargo, la capacidad de convocatoria viene del ministerio sacramental del sacerdote. Su misión—el salir a ministrar a la diáspora haitiana—también atrae al rebaño. Él dice que su meta en el cuidado pastoral es “llevarlos a confiar en el Señor” en medio del sufrimiento.

El padre St. Vil celebra la Eucaristía con música efusiva y un coro dinámico. Cuando predica, las personas que lo escuchan ríen y también se quedan en silencio mientras interiorizan sus palabras. Durante la Adoración al Santísimo, muchos lloran abiertamente.

Todos los fines de semana, Fredline Chenet conduce tres horas desde Upper Darby, Pensilvania, hasta White Plains para asistir a la Misa creole haitiana en Nuestra Señora del Monte Carmelo y reuniones mensuales en San Juan el Evangelista.

Chenet, quien salió de Haití en 1992, dice que al principio no fue fácil encontrar un hogar espiritual en la Iglesia de Estados Unidos. Un punto de inflexión llegó en su vida cuando conoció al padre St. Vil. “Sabía acerca de Dios porque fui a escuelas católicas toda mi vida, pero no tenía una relación con Dios”, dice ella. “Dios usa al padre Romane para ayudar a las personas a encontrar a Dios”.

En un viaje a Haití en el año 2013, los Padres Maryknoll Michael Duggan y Romane St. Vil visitan una escuela que los Padres y Hermanos de Maryknoll ayudaron a reconstruir. (Cortesía de Romane St. Vil/Haití)

En un viaje a Haití en el año 2013, los Padres Maryknoll Michael Duggan y Romane St. Vil visitan una escuela que los Padres y Hermanos de Maryknoll ayudaron a reconstruir. (Cortesía de Romane St. Vil/Haití)

Los niños Anderson, Anchina y Briana Brice sonríen sentados en una banca de la iglesia mientras sus padres, Andre e Ilna D. Brice, van a recibir la Comunión en la celebración mensual. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

Los niños Anderson, Anchina y Briana Brice sonríen sentados en una banca de la iglesia mientras sus padres, Andre e Ilna D. Brice, van a recibir la Comunión en la celebración mensual. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

Los niños Anderson, Anchina y Briana Brice sonríen sentados en una banca de la iglesia mientras sus padres, Andre e Ilna D. Brice, van a recibir la Comunión en la celebración mensual. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

Ahora trabaja en estrecha colaboración con el padre St. Vil en lo que él llama la “comunidad central”. Además de las reuniones mensuales, ofrecen retiros de fin de semana cuatro veces al año para hasta 150 personas en la Casa de Oración Rosa Mystica en Edmeston, Nueva York. También tienen una línea de oración en creole/inglés que puede servir hasta 200 líneas telefónicas de lunes a viernes. Llaman personas de todo EE.UU., e incluso de Canadá, Francia y Haití. “Para ellos es alimento para el alma”, dice Chenet.

“Durante el apogeo del COVID, ofrecimos la línea de oración tres veces al día”, recuerda el padre St. Vil. 

Duvalsaint participa en la línea de oración, retiros y encuentros mensuales. Nacida de padres haitianos, ella creció asistiendo a Misa, pero comparte que no siempre sintió un sentido de pertenencia en la Iglesia.

Su vida cambió drásticamente hace tres años cuando le diagnosticaron una condición debilitante crónica. “Antes, era directora principal de planificación de un minorista importante”, dice Duvalsaint. Incapaz de trabajar, buscó una guía espiritual que la ayudara a navegar esta nueva e inesperada realidad. Encontró la “interacción, el canto y la musicalidad” en la Misa haitiana.

“En el momento en que escuché al padre Romane predicar me sentí en casa”, dice Duvalsaint.

Ahora, ella proporciona suministros, sirve comida, hace llamadas y organiza detalles prácticos. “Soy la persona que pone manos a la obra”, dice. “Eso es lo que necesitaba en mi vida: el necesario sentimiento de crecimiento”.

“Es un círculo completo”, agrega Duvalsaint. “Así es como el padre Romane construye un hogar. Así es como esto se convierte en un hogar para muchos de nosotros”.

“Nos llamamos a nosotros mismos una familia”, concuerda el padre St. Vil. “Y así es como nos comportamos. No solo por el nombre, eso es lo que hacemos”. 

Imagen destacada: El Padre Maryknoll Romane St. Vil dirige la Adoración al Santísimo Sacramento en la Iglesia San Juan el Evangelista para haitianos y haitiano-estadounidenses que vienen de muy lejos. (Diane Mastrogiulio/EE.UU.)

Sobre la autora/or

Deirdre Cornell

Deirdre Cornell sirvió como misionera laica Maryknoll en México. Es autora de tres libros Orbis Books, entre ellos Jesus Was a Migrant y American Madonna: Crossing Borders with the Virgin Mary, y actualmente trabaja con el equipo de la revista Maryknoll.

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