Proyectos a largo plazo iniciados por sacerdote Maryknoll en el este de Kenya combaten la sequía, el cambio climático y la inseguridad alimentaria.
El paisaje árido cerca de Kibwezi en el sureste de Kenya deja pocas dudas de que el cambio climático ha afectado gravemente a la gente aquí.
“Había la esperanza de que esto se convirtiera en un área agrícolamente productiva, pero no sucedió”, dice el Padre Maryknoll Lance Nadeau, quien sirvió en Kenya por más de 20 años y ahora es superior general de los Padres y Hermanos Maryknoll.
Hace una generación, esta franja de tierra entre dos secciones del Parque Nacional Tsavo fue concebida como una región para que grupos indígenas de pastores se establecieran, sembraran cultivos, criaran ganado y proporcionaran educación a sus hijos. Ese sueño se desmoronó antes de que pudiera comenzar, ya que el clima cambiante hizo de la esperada meca agrícola un objetivo inalcanzable, dice el misionero.
El aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones significan temporadas de crecimiento más cortas. También significa que las caminatas para pastar y dar de beber al ganado son más largas. Cientos de abrevaderos que se llenaban de manera natural y servían como reservorios durante la mayor parte del año ahora están secos. En la zona, el agua fluye a través del río Galana y sus afluentes solo en los momentos más lluviosos. Desde el otoño del 2020, con sequías anuales consecutivas que afectan gravemente a unos 20 millones de personas en África oriental, el nivel del agua ha sido demasiado bajo para alimentar los canales de desviación agrícola. Los agricultores cuyas tierras no están adyacentes al río se quedan sin un suministro constante de agua.
A pesar de estas terribles condiciones, la gente en Kibwezi se ha visto vigorizada por una serie de proyectos innovadores, iniciados hace una década, que ayudan a los residentes de las tierras de cultivo de Kibwezi a sobrevivir y prosperar. En asociación con la Misión San Juan Bautista y sus capillas remotas, los Padres y Hermanos Maryknoll han ayudado a los residentes del área con asistencia alimentaria, crianza de ganado, perforación de pozos y esfuerzos de retención de agua.
El padre Nadeau viajó por primera vez a la zona en el 2009 para conocer a la familia de Dominic Mutunga, uno de sus alumnos de la Universidad Kenyatta. En ese entonces, el padre Nadeau estaba sirviendo como párroco del Centro de Capellanía Católica Cristo Maestro, y Mutunga era presidente de su consejo pastoral parroquial. El sacerdote Maryknoll llegó a Kenya en 1999 e inicialmente trabajó entre las personas que vivían en los barrios marginales de Nairobi. En el 2001 comenzó su trabajo en la Universidad Kenyatta, y simultáneamente supervisó programas de asistencia, especialmente en el norte de Kenya, en la frontera con Etiopía y Sudán del Sur.
A través de su trabajo en Kenyatta, el padre Nadeau conoció a estudiantes, como Mutunga, de estas áreas rurales remotas. Él estaba conmocionado al ver como la mayoría de la gente caminaba pendiente de un hilo entre la supervivencia y la muerte.
El misionero se sintió movido a actuar y a encontrar formas de satisfacer las necesidades de la gente. “Me involucré en una serie de proyectos: la asistencia alimentaria comenzó en el 2010 y los proyectos de agua, proyectos ganaderos, proyectos de reforestación comenzaron alrededor del 2012 y continúan hasta hoy”, dice.
“Hay ocho pozos de agua y pronto agregarán otro. Cientos y cientos de cabras están ahora en varias estaciones externas. La agricultura resultó ser tan impredecible, o debería decir tan predeciblemente desastrosa, que las cabras proporcionaron una manera para que la gente ganara algo de dinero y comprara alimentos, y no dependiera de la asistencia alimentaria”.
La asistencia alimentaria forma parte del proyecto general, pero se distribuye sobre el concepto de alimentos por trabajo. Las personas que reciben raciones de maíz u otros alimentos deben ayudar en uno de los muchos proyectos de plantación de árboles, jardinería o construcción que están en curso en la misión. La asistencia está disponible para todos, independientemente de su afiliación religiosa, y los proyectos, como la plantación de bosquecillos de árboles mukau resistentes a la sequía, proporcionan la sombra que tanto necesitan, agua y retención de suelo, junto con la perspectiva a largo plazo de la venta de madera.
Residentes sostienen retoños de árboles de mukau resistentes a la sequía como parte de un proyecto de la Misión San Juan Bautista cerca de Kibwezi para plantar arboledas de mukau. Estos árboles nativos, que prosperan en tierras áridas, proporcionarán sombra, ayudarán con la retención de agua y suelo, y proporcionarán madera para venta y proyectos de construcción. (Gregg Brekke/Kenya)
Una mujer de la Misión San Juan Bautista frente a un tanque de almacenamiento, parte de un proyecto de Maryknoll, que perfora pozos para proveer agua en Kibwezi devastada por la sequía. (Gregg Brekke/Kenya)
Mutunga, quien tiene títulos en salud pública, dijo que este trabajo no es un esfuerzo exclusivo de la gente de la Misión San Juan Bautista, sino algo que tiene un efecto dominó. “Un árbol marca la diferencia y eso se multiplica”, dijo. “Así que todavía hay una inmensa esperanza para mí”.
Proporcionar agua a través de pozos es una parte esencial para hacer que el área sea sostenible para las comunidades de pastores, los cuales ayudan a compensar la pérdida de abrevaderos tradicionales que ahora están secos. El padre Nadeau dice que los pozos también están destinados a ser autosuficientes.
Dominic Mutunga, quien conectó al Padre Lance Nadeau con las necesidades extremas de las personas en Kibwezi, ayuda a distribuir alimentos en la estación Dunguni de San Juan Bautista. (Gregg Brekke/Kenya)
Una mujer labra la tierra en preparación para sembrar maíz en los terrenos de la Misión San Juan Bautista cerca de Kibwezi donde Maryknoll financia un proyecto de alimentos y agua. (Gregg Brekke/Kenya)
Cada pozo es atendido por un asistente que recolecta una pequeña suma por cada recipiente de 20 litros (5 galones) lleno de agua, dice. El ingreso sirve para pagarle al asistente y proporciona una pequeña reserva para el mantenimiento del equipo de bombeo y pagar el servicio eléctrico, o, en muchos casos, para proporcionar paneles solares.
El padre Nadeau, quien regresó a Estados Unidos en el 2021 para asumir el liderazgo de la Sociedad Maryknoll, ha confiado en la generosidad de donantes para construir y expandir estos servicios, señalando que el costo promedio es de aproximadamente 30.000 dólares por instalación de pozo, que incluye un sistema de energía solar.
La ubicación de los pozos es estratégica, dice. “Tratamos de llevarlos a un área donde hay un dispensario, una escuela primaria, una escuela secundaria, una iglesia o una universidad técnica para que la comunidad también pueda beneficiarse de ello”, agrega.
Aunque no todos los 120.000 residentes de la región de Kibwezi son pastores, la mayoría de las personas dependen de la tierra para su sustento. La supervivencia en condiciones tan duras tiene una perspectiva desalentadora, y el cambio climático solo lo está haciendo más difícil, dice el padre Nadeau.
“Son personas tenaces”, dice. “Muchos tienen dones innatos, no solo de inteligencia sino de resiliencia. Las familias extendidas, dentro de las comunidades pequeñas, se unen y trabajan por el bien común. Así que eso, más que cualquier otra cosa, es lo que me da esperanza: la determinación o los instintos de supervivencia de las personas que he conocido, que pueden enfrentar dificultades increíbles y sobrevivir”.
Imagen destacada: Voluntarios en la estación de San Nicolás cerca de Kibwezi, en el sureste de Kenya, ayudan con la distribución de alimentos como parte de un programa de alimentación de Maryknoll en la Misión de San Juan Bautista. (Gregg Brekke/Kenya)