Dar la Oportunidad de Aprender

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Giovana Soria
Fecha de Publicación: Dic 1, 2022

Pareja de Misioneros Laicos Maryknoll jubilados continúa sirviendo en Bolivia.

Para Hiep Vu and Tawny Thanh, la misión nunca termina.

La pareja de casados, quienes se jubilaron como misioneros laicos Maryknoll, continúa sirviendo en su querida Bolivia, donde como voluntarios se unieron a esfuerzos locales para servir a los necesitados.

Aunque se sienten como en casa en Bolivia, su historia comenzó muy lejos, en otro continente. A finales de la Guerra de Vietnam en abril de 1975, cuando las tropas norvietnamitas se acercaban a la capital de Vietnam del Sur, Saigón, su ciudad natal, los jóvenes adultos Vu y Thanh (ahora de 66 y 67 años) huyeron de su país para buscar refugio en Estados Unidos. 

“Tawny y yo nos fuimos con muchos sentimientos encontrados de perder a nuestras familias, nuestra juventud, nuestros amigos y la ansiedad de un futuro incierto”, dice Vu.

Ellos fueron evacuados a Guam antes de ser enviados a Estados Unidos. Allí, los amigos se enteraron que los comunistas habían tomado control de su ciudad. “Estando juntos nos enteramos de la noticia de la caída de Saigón, lloramos con todo el corazón”, continúa Vu. “Compartimos el dolor de perder a nuestro país”.

Al primer lugar donde llegó Thanh en Estados Unidos fue a Fort Chaffee en Arkansas. “Me convertí en una persona sin ningún futuro”, recuerda. “Miré las masas de personas que llegaban al campamento de procedencias muy diversas. Cada uno de nosotros tenía una historia que contar, cada uno de nosotros se preguntaba: ‘¿Cómo será el futuro?’”.

Niñas estudiando en computadoras durante un programa de tutoría en la casa de Thanh y Vu en Punada, Cochabamaba. (Nile Sprague/Bolivia)

Niñas estudiando en computadoras durante un programa de tutoría en la casa de Thanh y Vu en Punada, Cochabamaba. (Nile Sprague/Bolivia)

Hiep Vu alza a un bebé en la aldea Lahu en Chiang Dao,Tailandia, 2005. (Sean Sprague/Tailandia)

Hiep Vu alza a un bebé en la aldea Lahu en Chiang Dao,Tailandia, 2005. (Sean Sprague/Tailandia)

La Misionera Laica MaryknollTawny Thanh ayuda a las Misioneras Parroquiales del Niño Jesús de Praga en la guardería del Instituto Virgen del Rosario en Punata, Cochabamba, en 2019. (Nile Sprague/Bolivia)

La Misionera Laica MaryknollTawny Thanh ayuda a las Misioneras Parroquiales del Niño Jesús de Praga en la guardería del Instituto Virgen del Rosario en Punata, Cochabamba, en 2019. (Nile Sprague/Bolivia)

Mientras tanto, Vu llegó al Campamento Pendleton en California.

Cinco años después, Vu y Thanh se reencontraron en California, donde se casaron y se establecieron. Vu se convirtió en ingeniero electrónico y Thanh era propietaria de su propio negocio minorista de ropa. Encontraron sus carreras gratificantes… pero se sintieron llamados a hacer más. Al no tener hijos, decidieron servir a los demás a través del ministerio.

Cuando Vietnam abrió sus puertas en 1994, la pareja visitó a las hermanas religiosas vietnamitas. Ese fue el inicio de su llamado misionero. Durante casi 30 años, su camino misionero los ha llevado a acompañar a niños, jóvenes, refugiados, presos y personas con discapacidades en Asia y América Latina.

Vu y Thanh se unieron a los Misioneros Laicos Maryknoll en el año 2000 y sirvieron en Asia durante 10 años. Su primera asignación fue a Tailandia, donde trabajaron con refugiados de Myanmar que habían huido de sus hogares tras un golpe militar. La pareja recuerda haber visitado campamentos de 1.000 a 3.000 refugiados. “Vivían en la jungla”, dice Vu. “Solíamos llevar comida, ropa y mallas para mosquitos”.

Después de Tailandia, Vu y Thanh sirvieron en Myanmar. Vu enseñó clases de computación a los seminaristas, los introdujo al Internet y les mostró cómo buscar noticias e información. “La información estaba controlada por el gobierno”, explica Thanh. “Dondequiera que íbamos, el taxista tenía que informar a dónde íbamos. No había libertad para hacer la misión”.

Luego, Vu y Thanh fueron asignados a Vietnam, donde sirvieron en un programa para reintegrar a los delincuentes juveniles a la sociedad. Los jóvenes aprendieron habilidades como soldadura, computación y reparación de motocicletas y automóviles. El programa también les ayudó a encontrar, y pagar, más capacitación laboral. Además, Vu sirvió en el Centro Sao Mai, una escuela para unos 80 niños con autismo.

Después de una licencia para cuidar al padre de Vu, la pareja se reincorporó a los Misioneros Laicos Maryknoll en 2015. Esta vez, aceptaron una asignación a América Latina y se embarcaron en una misión al país donde permanecerían incluso después de jubilarse.

En Cochabamba, Bolivia, la pareja vivía en la comunidad de Punata y ambos servían en el Instituto Virgen del Rosario, patrocinado por el gobierno y dirigido por las madres religiosas, Misioneras Parroquiales del Niño Jesús de Praga. El instituto entrena a personas en gastronomía, peluquería, informática, confección y artesanía.

Vu dice que su experiencia como instructor en clases de computación fue muy útil. En el instituto impartió clases de informática para un programa de formación de dos años y medio. “Busqué estudiantes que querían aprender y les ayudé”, dice, y agrega que los estudiantes solo pueden aprender cuando se les da la oportunidad.

El Misionero Laico Maryknoll Hiep Vu dando clases de computación a estudiantes en el Instituto Virgen del Rosario, dirigido por religiosas en Punata, Cochabamba, Bolivia. (Nile Sprague/Bolivia)

El Misionero Laico Maryknoll Hiep Vu dando clases de computación a estudiantes en el Instituto Virgen del Rosario, dirigido por religiosas en Punata, Cochabamba, Bolivia. (Nile Sprague/Bolivia)

Mientras servía en misión con su esposo en el 2005, la Misionera Laica MaryknollTawnyThanh visita a una mujer que teje en la aldea tribal Lahu de Chiang Dao en Tailandia. (Sean Sprague/Tailandia)

Mientras servía en misión con su esposo en el 2005, la Misionera Laica MaryknollTawnyThanh visita a una mujer que teje en la aldea tribal Lahu de Chiang Dao en Tailandia. (Sean Sprague/Tailandia)

Un estudiante del instituto, Víctor Hugo, dijo estar agradecido por la enseñanza del misionero. “Estamos muy agradecidos con Jaime [como se le conoce a Vu] porque viene de muy lejos a enseñarnos”, dice Hugo, quien aspira a convertirse en técnico informático. “La vida es difícil, pero si no te esfuerzas por estudiar, nunca logras nada”, añade.

Thanh también se ofreció como voluntaria en el instituto, sirviendo en la guardería. Una maestra, una asistenta y Thanh (a quien se le conoce como Antonia) cuidaron de 20 niños y ofrecieron actividades educativas. “Los niños están acostumbrados a Antonia”, dice Karina Arias, la maestra. “Los niños venían con resfriado, diarrea u otros problemas de salud y Antonia tenía la paciencia para cuidarlos”.

Thanh también ofreció clases de cocina en el Centro de Educación Especial Guadalupano a estudiantes con necesidades especiales con síndrome de Down y otras condiciones. Ella recuerda a una niña con la enfermedad de Parkinson. “Quería hacerlo todo, pero le temblaba la mano y ni siquiera podía sostener una taza de harina sin derramarla”, recuerda Thanh. Sin embargo, la niña estaba interesada y ansiosa por aprender. Con un poco de ayuda, la pequeña chef logró pasar la clase.

Cuando la pareja hizo planes para jubilarse el año pasado, quedándose en el país que había ganado sus corazones, ellos sabían que aún querían ayudar a las personas. Explorando opciones de voluntariado, Vu visitó la Escuela Secundaria Católica Stefano en el sur de Cochabamba. La escuela de unos 900 estudiantes tenía una sala de computación con 14 computadoras, pero carecía de maestros. “Hablé con el director y ofrecí dar clases de computación”, dice Vu. Como hay demasiados estudiantes para que él enseñe, se les ocurrió una solución. “Los dividimos en grupos de 30 alumnos y adquirimos un software para que aprendan” de manera autodirigida.

La mayoría de estudiantes no habían visto una computadora antes, dice. Están aprendiendo Microsoft Office con los programas Microsoft Word y Excel. Además, aprenden pensamiento crítico a través de juegos de computadora educativos. “Están más entusiasmados con las clases de computación que con cualquier otra materia”, dice Vu. “Siempre esperan afuera del salón para que salga la clase anterior”.

Thanh sigue ayudando a las Hermanas Misioneras Parroquiales, ahora como consultora. Parte de su misión es proporcionar alimentos a niños y familias en comunidades remotas de las montañas andinas fuera de Cochabamba. En Navidad, entregan regalos a los niños, los reúnen y juegan. “Disfruto compartir con la gente, especialmente con los niños”, dice Thanh.

La pareja, que sirvió con los Misioneros Laicos Maryknoll hasta el 2021, todavía se reúne con sus compañeros misioneros para las festividades y eventos especiales.

Vu y Thanh planean continuar su misión en Bolivia mientras la gente lo necesite. “Mi esperanza es que cuanto más sepa la gente, más conscientes estarán de lo que necesitan para mejorar”, dice Vu. “Desde que comencé a servir en Maryknoll, aprendí que la educación es la clave en todas partes”.

Imagen destacada: Como misioneros laicos, Vu y Tawny Thanh dirigen un programa de tutoría en Punata, Cochabamba. 

Sobre la autora/or

Giovana Soria

Giovana Soria nació y creció en Lima, Perú. Completó una licenciatura en Ciencias de la Comunicación/Periodismo en la Universidad de San Martín de Porres de Lima. Como redactora, ella escribe y traduce artículos para la revista Misioneros y Maryknoll magazine, nuestra publicación en Inglés. Sus artículos también han sido publicados en la revista bilingüe ¡OYE! para jóvenes católicos hispanos. Su trabajo ha sido premiado por la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá. Vive en el condado de Rockland, Nueva York.

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