Plenitud de Vida en Emusoi

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Gregg Brekke
Fecha de Publicación: Mar 1, 2023

Las Hermanas Maryknoll en Tanzania brindan educación, esperanza y empoderamiento a niñas pastoras.

La Hermana Maryknoll Mary Vertucci recuerda su primera asignación a Tanzania hace cinco décadas. “Cuando vine, tuve la profunda sensación que estaba siguiendo este llamado para servir de alguna manera a las personas necesitadas”, dice. “Me encontré en este lugar enseñando a niñas”.

La hermana Vertucci, 77, dirige el Centro Emusoi, una escuela para niñas pastoras que fundó en 1999. “Emusoi” significa “un lugar de descubrimiento y conciencia” en el idioma de los maasai, uno de los pueblos pastores que viven del pastoreo de ganado, en las sabanas de África Oriental.

“Cuando vienen las niñas, a veces son tan tímidas que no te hablan, ni te miran”, dice la hermana Vertucci. “Pero se produce un cambio en los primeros meses a medida que ganan confianza. Es una transición maravillosa de ver”.

El recinto del centro y la casa adyacente de las hermanas están ubicados en las calles laterales de Arusha, Tanzania, un bullicioso centro de comercio en una zona montañosa de la región norte central del país. La ciudad sirve como puerta de entrada al Monte Kilimanjaro y al turismo del safari, rodeada de tierras agrícolas y de pastoreo.

Aunque los miembros de las tribus de la región interactúan con el mundo moderno cuando llevan su ganado o su leche al mercado, o compran minutos para teléfonos móviles, su sociedad sigue unida por tradiciones y normas culturales centenarias.

Antes de fundar Emusoi, la hermana Vertucci, originaria de New Brunswick, Nueva Jersey, estudió los roles de género y las expectativas familiares como asistente de investigación para el Programa de Investigación y Desarrollo Pastoral en Tanzania. Encontró grandes disparidades en las admisiones y los resultados educativos entre los niños y las niñas en las comunidades de pastores, a pesar de que el gobierno brinda educación equitativa en las escuelas de las aldeas.

La Hermana Maryknoll Lekheng Chen enseña una clase en Arusha; una estudiante participa en una lección. (Gregg Brekke/Tanzania)

La Hermana Maryknoll Lekheng Chen enseña una clase en Arusha; una estudiante participa en una lección. (Gregg Brekke/Tanzania)

Una estudiante participa en una lección. (Gregg Brekke/Tanzania)

Una estudiante participa en una lección. (Gregg Brekke/Tanzania)

Teika Simango, graduada de Emusoi, quien asistió a la universidad y a la facultad de derecho, trabaja como asesora legal y oficial de programas del centro. (Gregg Brekke/Tanzania)

Teika Simango, graduada de Emusoi, quien asistió a la universidad y a la facultad de derecho, trabaja como asesora legal y oficial de programas del centro. (Gregg Brekke/Tanzania)

“El número de niñas en la escuela primaria es mucho menor que el de niños, alrededor de dos tercios de niños y un tercio de niñas”, dice la misionera. A menudo las niñas se quedan en casa para ayudar con las tareas domésticas, la agricultura o los animales de la familia. “Donde hay dos hermanas, pueden alternar las semanas para que asistan a clases”, agrega.

La hermana Vertucci explica que esta inconsistencia y falta de estímulo social disminuye el número de niñas capaces de aprobar los exámenes que les permitirían asistir a escuelas secundarias requeridas para la preparación universitaria. Además, muchas niñas se casan en la pubertad, lo que reduce aún más el número de niñas pastoras que superan la educación primaria.

El centro ofrece clases puente para ayudar a las niñas a pasar de la escuela primaria a la secundaria en un entorno residencial de un año. Si bien se enseñan materias fundamentales, como inglés, escritura, educación cívica, matemáticas y ciencias, Emusoi también proporciona un camino para que las niñas aprendan sobre la vida fuera de sus aldeas. Interactúan con mujeres y otras niñas en un ambiente seguro y divertido, y crecen en creatividad e independencia.

El personal de Emusoi incluye exalumnas y las Hermanas Maryknoll Jareen Aquino y Lekheng Chen. Ellas supervisan dos clases de hasta 30 estudiantes por trimestre. Las graduadas son aceptadas en escuelas secundarias residenciales de Tanzania. La tasa de éxito es muy alta: el 85% de las niñas educadas en Emusoi hacen la transición a la secundaria, en comparación con menos del 10% (en otras áreas, tan solo el 4%) en Tanzania.

Para muchas chicas, el Centro Emusoi es un refugio.

“Una de las niñas vino de un lugar muy alejado, un área muy remota”, recuerda la hermana Vertucci. “Cuando se fue a casa en las vacaciones, su padre quería casarla sin su consentimiento… Así que vivió aquí hasta que terminó la escuela y fue a la universidad”.

Para algunas familias, una hija que se va del pueblo puede representar una dificultad económica. Es posible que la familia haya recibido el pago de una dote durante muchos años antes del matrimonio. “Al principio, cuando empezamos, a veces los padres se acercaban y decían: ‘Si te llevas a mi niña, entonces tienes que devolver las vacas que hemos recibido como dote’”, dice la misionera.

Sin embargo, a través de la persistencia y los resultados visibles, el Centro Emusoi está cambiando la percepción que la educación de las niñas es una pérdida para sus familias. Los testimonios —y la confianza— de las 2.000 graduadas del programa son la clave para generar cambios, aunque sea lentamente.

Neema (a la izquierda), una estudiante de Emusoi, visita a su familia en su pueblo natal durante un receso del programa. Después de graduarse del centro, Neema obtuvo un diploma en salud ambiental. Hasta la fecha, unas 2.000 niñas se han graduado del Centro Emusoi. (Cortesía de Mary Vertucci/Tanzania)

Neema (a la izquierda), una estudiante de Emusoi, visita a su familia en su pueblo natal durante un receso del programa. Después de graduarse del centro, Neema obtuvo un diploma en salud ambiental. Hasta la fecha, unas 2.000 niñas se han graduado del Centro Emusoi. (Cortesía de Mary Vertucci/Tanzania)

Durante un día de campo, las estudiantes participan en juegos para ganar confianza y construir una comunidad a través de las divisiones tribales. (Gregg Brekke/Tanzania)

Durante un día de campo, las estudiantes participan en juegos para ganar confianza y construir una comunidad a través de las divisiones tribales. (Gregg Brekke/Tanzania)

Las graduadas de Emusoi, Dianes Saikong (izquierda) y Flora Leiyo, regresan al centro en Arusha durante los recesos de las clases de la universidad para asesorar a niñas más jóvenes. (Gregg Brekke/Tanzania)

Las graduadas de Emusoi, Dianes Saikong (izquierda) y Flora Leiyo, regresan al centro en Arusha durante los recesos de las clases de la universidad para asesorar a niñas más jóvenes. (Gregg Brekke/Tanzania)

Teika Simango, exalumna y graduada universitaria que trabaja en el centro como oficial de programas y asesora, dice que muchos padres ahora piden enviar a sus hijas a Emusoi.

“Cuando vas [al pueblo] en las vacaciones, mucha gente dice: ‘Mi hija terminó el grado siete, por favor llévala contigo’”, dice Simango. “Han cambiado, es como si hubieran roto el hielo. Ahora saben que la educación es buena para las niñas”.

Las recién graduadas Flora Leiyo y Dianes Saikong regresan de visita en sus descansos de la universidad. Leiyo dice que les dice a los padres que “todo niño que ha nacido tiene derecho a recibir una educación y a estudiar”.

Saikong dice que está motivada por Emusoi para ser mentora de niñas más jóvenes. “Quiero usar lo que he aprendido para inspirar y educar a mis compañeras”, dice.

Una parte importante del aprendizaje en Emusoi es el desarrollo social. Para muchas niñas, la naturaleza aislada de las aldeas y las áreas tribales significa que conocer a alguien de otra parte de Tanzania es como conocer a alguien de otro país. Juegos, ejercicios de trabajo en equipo, música y tareas unen a las niñas en actividades compartidas para formar lazos.

“Cuando las niñas vienen, a veces se sienten abrumadas”, dice la hermana Aquino, 45, quien ha enseñado en Emusoi desde 2011. “Y luego de pasar un rato juntas, estar con ellas en el salón de clases, desafiarlas, jugar y reírse con ellas… se acercan y te dicen con confianza: ‘¡Hola, hermana! ¿Cómo estás?’ Es tan bueno ver cómo florecen y adquieren confianza”.

La alegría y la confianza de las estudiantes en el Centro Emusoi es contagiosa, desde preguntas reflexivas para los visitantes hasta risas entre sus miembros y responsabilidades compartidas en la escuela. Es fácil ver que se están cambiando vidas. Pero aun más, las estudiantes actuales y anteriores expresan gratitud. Dicen que están agradecidas por la oportunidad de avanzar en su educación e igualmente agradecidas por las lecciones de vida de empoderamiento y autoestima.

A través del gobierno estudiantil del centro y un curso de enriquecimiento, la clase de habilidades para la vida, la hermana Vertucci dice que las niñas “son animadas a hablar, pensar y gobernarse a sí mismas”.

Ella ha visto los resultados del programa en muchas graduadas. “Me siguen diciendo: ‘Si no estuvieras aquí, ¿dónde estaríamos? Ya seríamos abuelas sin posibilidad de educación, pero ahora podemos ser independientes y ser socias equitativas con nuestros esposos’”.

La hermana Vertucci resume sus décadas de ministerio a las niñas pastoras en términos simples. “Estar con ellas, acompañarlas, apoyarlas y alentarlas en sus propios caminos… Como dice la Biblia, hacia la ‘vida plena’ [Juan 10:10], ese ha sido mi lema”.

Gregg Brekke es un fotoperiodista y escritor galardonado que se dedica a contar historias de fe y justicia, y colaborador habitual de esta revista.

Imagen destacada: La Hermana Maryknoll Mary Vertucci (cabello cano), quien fundó el Centro Emusoi para niñas pastoras, visita los hogares de sus estudiantes en aldeas remotas. (Cortesía de Mary Vertucci/Tanzania)

Sobre la autora/or

Gregg Brekke

Gregg Brekke es un fotoperiodista y escritor galardonado, quien se dedica a contar historias de justicia y fe.

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