Por Hermana Maryknoll Teresa Dagdag, M.M.
Quinto domingo de Pascua
Domingo, 7 de mayo, 2023
Hch 13, 44-52 | 1 Ped 2:4-9 | Jn 14:1-12
Las liturgias durante la Pascua prometen tanta esperanza para nosotros. Cuentan historias de valentía y fe profunda. Hablan de los discípulos arriesgando sus vidas al decirle la verdad a la autoridad religiosa, el poderoso Sanedrín. Hablan de una comunidad rezando y apoyándose entre sí. Nos inspiran su unidad y generosidad, especialmente la de aquellos que vendieron sus propiedades para compartir sus ganancias con los desamparados.
La comunidad primitiva experimentó una unidad de mente y cuerpo, reuniéndose “asiduamente para escuchar la enseñanza de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.” Después de la resurrección de Jesús, el miedo inicial que sintieron los discípulos se transformó en la valentía de difundir la Buena Nueva y de hacer lo que Jesús hizo: curar, iluminar, invitar a débiles a levantarse y caminar. Asombrosamente, los débiles les creyeron a los discípulos cuando estos les pidieron levantarse y caminar sin vacilar, y su fe se profundizó aún más.
Sin embargo, a medida que más miembros se unían a la comunidad, los Helenistas se quejaron por sus viudas que quedaban abandonadas. Los discípulos, que principalmente se entregaban a la oración y al ministerio de la palabra, eligieron a siete hombres de fe sólida y que estuvieran inspirados por el Espíritu Santo para “servir en la mesa”.
El abandono de las viudas en las primeras comunidades post-resurrección me lleva a reflexionar sobre nuestro mundo hoy, sobre el estado nacional y global de la distribución de bienes, comida, necesidades básicas, refugio y vestimenta. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reporta que, globalmente, el número de personas afectadas por la hambruna aumentó hasta 828 millones en el 2021; un incremento de cerca de 46 millones en ese año y de más de 150 millones desde el brote de Covid-19 en la pandemia. Viendo a los millones que sufren por el hambre el día de hoy, sabemos que nuestra respuesta para combatirla no ha sido adecuada. El Banco Mundial reporta que en las Filipinas uno de tres niños (29%) menor de 5 años sufre de atrofia (estatura reducida a causa de la desnutrición). La pobreza es la causa principal de la desnutrición infantil.
Estos días me encuentro respondiendo a pedidos de comida, medicina y necesidades básicas. Vengo de un país donde en el 2021, el 23.7% de la población vive bajo el nivel de pobreza nacional. Uno de cinco filipinos vive bajo el nivel de pobreza. Pese a varios programas gubernamentales dirigidos a ayudar a los más pobres, muchos hogares quedan a la deriva y continúan afectados por el hambre y la pobreza. He invitado a mis amigos a compartir nuestra abundancia con los demás.
Las Hermanas Maryknoll invitamos a gente de todo ámbito en nuestro ministerio a participar en la educación ecológica. En nuestro programa de inmersión para estudiantes de grado 12, les enseñamos como el universo y el planeta Tierra proveen para nuestras necesidades. Los estudiantes responden con gratitud y expresan remordimiento por quedarse cortos en su relación con la Tierra. Toman la determinación de cuidar el planeta de la mejor manera que puedan.
Ahora que los recursos disminuyen proporcionalmente al aumento de población en la Tierra, invitemos a todos a atender a todos aquellos que sufren necesidad –a alimentar a los hambrientos y dar bebida a los sedientos, a compartir lo que tenemos, así como los discípulos de Jesús lo hicieron tras la resurrección.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales Maryknoll como la de Hermana Dagdag, haga clic aquí.
Foto destacada: Hermana Maryknoll Teresa Dagdag (izquierda) acompaña a estudiantes de un programa de inmersión, realizado de marzo-abril 2023, a limpiar un pozo. (Cortesía de Hermana Teresa Dagdag)
