Reflexión Maryknoll: Un yugo más ligero

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: La Oficina de Asuntos Globales Maryknoll
Fecha de Publicación: Jul 7, 2023

Por Sia Temu, M.M.

Decimocuarto domingo ordinario
Domingo, 9 de julio, 2023
Zac 9:9-10| Rom 8:9, 11-13 | Mateo 11:25-30

“Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. – Mateo 11:29-30

El yugo es una pieza de madera que se ata al cuello de dos animales y que va sujeta a una carreta para que ellos lo arrastren. Algunas personas lo utilizan para arar los campos. La imagen de un yugo no es ni atractiva ni reconfortante. Limita a aquél que lo lleva, lo hace lento y a veces incluso le quita la energía.

Me imagino que la mayoría de nosotros preferimos ser libres y llevar el control de nuestras vidas, pero la verdad es que todos cargamos un yugo que nos ata a algo, incluso si no nos damos cuenta. Jesús conoce nuestra realidad y por eso nos invita a aprender de él. Él también llevó un yugo durante su vida terrenal y encontró maneras de aligerar su carga. Él compartió las experiencias de su vida con sus discípulos y otros que escuchaban su sabiduría.

En el Evangelio de hoy Jesús nos invita, individualmente y en comunidad, a reflexionar acerca del yugo que nos limita. ¿A qué están atadas nuestras vidas? ¿Quién dirige nuestras decisiones y prioridades? ¿Es necesario el yugo que vamos cargando? ¿En qué maneras podemos contribuir para aligerar nuestro yugo y el de los demás?

Recientemente, durante la cuarta sesión de nuestro programa Conversaciones para el Cambio Social, mi co-facilitadora habló de cómo ella y otras mujeres en su comunidad levantaron y aligeraron sus yugos entre sí mismas mientras avanzaban en paz y esperanza. Aparentemente, los casos de alcoholismo aumentaban en su aldea. La mayoría de los hombres gastaban sus ganancias en alcohol adulterado. Desafortunadamente, algunos incluso robaban cosas de sus familias para intercambiarlas por alcohol. Esto no sólo agotaba los ingresos de la familia, sino que también dejaba la responsabilidad del cuidado de la familia a las esposas. La carga de cuidar niños solas y el miedo de perder a sus esposos e hijos por el alcohol era muy pesada para las mujeres.

Entonces ellas decidieron juntarse y llevar su problema al presidente de la aldea. Aunque él prometió detener esta tendencia, no lo hizo, ya que él también bebía con los hombres. Desesperadas, las mujeres decidieron arriesgarse. Una mañana fueron al cruce de carreteras de la aldea. Esperaron a quienes suministraban las bebidas alcohólicas caseras y se enfrentaron a ellos, destruyendo todo el licor. Con cantos de consignas, fueron hasta las casas donde se producía el alcohol y destruyeron los envases. Juraron hacer esto todos los días. En una semana, todas las mujeres de la aldea se habían unido a este movimiento y en menos de un mes paralizaron el negocio de alcohol adulterado en la aldea.

Pasado el tiempo, algunos de los hombres en la aldea empezaron a beber de manera responsable y otros dejaron el alcohol por completo. Una de las razones de su transformación era que el alcohol ya no era fácil de acceder. Bien está lo que bien acaba. Algunos de los hombres les agradecieron a sus esposas el haber salvado sus vidas. Testificaron que no tener alcohol adulterado disponible a todas horas les dio suficiente tiempo para trabajar en sus granjas y participar en el bienestar y desarrollo de sus familias y comunidades. Estas mujeres escucharon, confiaron e internalizaron las palabras de Jesús: “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí… porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. Con esa garantía ellas pudieron superar el miedo de impotencia y vulnerabilidad. También pudieron reconocer el poder de la unidad y la solidaridad por una causa común.

Es este el mensaje del cual el Papa Francisco hace eco cuando dice que sueña con una Iglesia sinodal. Una Iglesia donde todos son conscientes de sus responsabilidades y donde cada miembro hace su parte en comunión con los demás para hacer realidad la misión de Dios de crear un mejor lugar para todos. El profeta Zacarías, en la primera lectura, nos recuerda la alegría que viene de este lugar de paz y armonía en nuestras comunidades.

La Hermana Sia Temu, originaria de Tanzania, se unió a las Hermanas Maryknoll en 2003. Desde el 2006 ha trabajado con el Multicultural Peace Building Team en Nairobi, Kenia, en el programa Conversaciones para el Cambio Social. 

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Foto destacada: Foto de un buey con yugo en Nagarparkar, Pakistán. (Paul Jai/Unsplash)

Sobre la autora/or

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