No hay dentista para las personas que sufren problemas dentales en nuestro campamento para refugiados de las Naciones Unidas, que tiene a 35.000 personas desplazadas por la guerra. Nuestra comunidad católica organizó un equipo de alcance. Con la aprobación de los médicos de nuestro hospital para personal y soldados de la ONU, estamos llevando a cuatro personas diariamente, de lunes a viernes, al consultorio dental. Las personas aquí no han visto a un dentista desde que llegaron al campamento de la ONU en el 2013 y muchos tienen graves problemas dentales que necesitan tratamiento. Después de ser atendidos en el hospital, acompañamos a las personas de regreso a sus sencillas tiendas de campaña o casuchas hechas con láminas de hojalata. Nos agradecen por darles la oportunidad de encontrar curación para su dolor. Es una experiencia de humildad recibir gratitud de personas que están sufriendo aquí en Sudán del Sur.
En mi ministerio como misionero laico Maryknoll en El Salvador, el acompañamiento ha tomado la forma de compartir momentos cotidianos con la gente de Las Delicias. Esto incluye recoger café en los campos, viajar en el autobús local, visitar familias, compartir una comida juntos y asistir a fiestas de cumpleaños de niños, graduaciones y bautizos. Algunos de los momentos más impactantes han sido jugar juegos y deportes con jóvenes. Recientemente, uno de nuestros entrenadores de fútbol, Esaú, pudo relacionarse con un niño de 12 años que nunca había ido a la escuela. A través de esta relación, la madre del niño nos confió que sus hijos no van a la escuela porque no tienen certificados de nacimiento. Ahora estamos trabajando con instituciones locales para ayudar a la familia a obtener estos documentos para que los niños puedan ir a la escuela. Mientras tanto, nuestros estudiantes becados se han ofrecido como voluntarios para enseñarles a los niños a leer mientras esperan que se procesen sus certificados de nacimiento.
Hace muchos años, estaba trabajando en una parroquia muy pobre en Kowloon, Hong Kong. Un domingo por la mañana, un hombre muy avergonzado y angustiado vino a nuestro centro. El día anterior, había vendido un cerdo. Las ganancias estaban destinadas para mantener a su familia durante los próximos meses. Pero su esposa, que tenía algunos problemas mentales, había tomado el dinero y lo había puesto en la ofrenda de la Misa dominical. El pobre hombre estaba desesperado. Inmediatamente, le hicimos una llamada telefónica a nuestro párroco, quien ya imaginaba que algo “no estaba bien” cuando vio que un gran paquete de billetes fue puesto en la canasta de recolección. Cinco minutos más tarde llegó nuestro comprensivo párroco. El criador de cerdos, un esposo muy aliviado y agradecido, se fue con el dinero, junto con nuestro consejo sobre cómo abrir una cuenta bancaria.
Anne Reusch, M.M.
Un sabio brasileño me dijo que nuestra dedicación a los rituales puede ser una medida de nuestro equilibrio emocional y salud mental. Una tradición familiar, que proviene de mi esposo, Flávio, es visitar y decorar las tumbas de sus familiares en el Día de los Difuntos. Esta es una fiesta nacional en Brasil, donde he sido misionera laica Maryknoll por más de 25 años. La peregrinación anual nos lleva a la ciudad natal de Flávio en el estado nororiental de Paraíba. Allí, miro a mi alrededor en el cementerio y observo una escena: una familia recordando y honrando a sus seres queridos fallecidos. Antes del 2 de noviembre, familiares y amigos decoran lápidas y parcelas de entierro con flores y realizan una vigilia todo el día, encendiendo velas y contando historias de sus difuntos. Esta vez, mientras realizábamos la vigilia, Flávio notó que una tumba cercana solo tenía una simple flor. Encendió una vela y la colocó junto a la flor en silencio mientras a nuestro alrededor el cementerio zumbaba con actividades, amor y luto. Las palabras de mi amigo volvieron a mí. La tradición y la devoción traen estabilidad y salud a nuestras vidas.
Imagen destacada: Paul Jeffrey/Sudán del Sur