Vivir Realmente el Evangelio

Tiempo de lectura: 6 minutos
Por: Meinrad Scherer-Emunds
Fecha de Publicación: Sep 5, 2023

Una misionera laica Maryknoll aboga por las mujeres refugiadas en África Oriental

Mahlet Tesfom es una refugiada eritrea de 26 años que había huido a Etiopía con sus dos hijos. Abandonada por su esposo, tuvo que huir de nuevo cuando los soldados invadieron el refugio del campamento. Violada y herida, ella junto con sus niños encontró la manera de llegar a un centro comunitario del Servicio Jesuita para Refugiados (JRS por sus siglas en inglés) donde recibieron ayuda, dice.

“Cada vez que pienso en las cosas que me pasaron, siento una gran vergüenza”, dice Tesfom. “Pero ahora puedo compartir mi experiencia con alguien, y me consuela la compasión y el apoyo que recibo. He empezado a ver una luz de esperanza”.

La Misionera Laica Maryknoll Dee Dungy ayuda a que esas luces de esperanza sean posibles.

Dungy ha conocido a muchas otras mujeres como Mahlet Tesfom en Kakuma, uno de los campamentos para refugiados más grandes del mundo. Kakuma, que se encuentra en Kenia, acoge a casi un cuarto de millón de refugiados y solicitantes de asilo de toda África Oriental.

El camino a Kakuma para Dungy comenzó en Sunrise, Florida. Ya activa en la parroquia de San Bernardo, se inscribió en un programa intensivo de nueve meses llamado JustFaith. El programa enseña a los participantes “a abordar las causas fundamentales de la injusticia, mientras ofrecen servicio con amor”, dice ella.

En un campamento, un grupo de niñas estudian en un programa de educación del Servicio Jesuita para Refugiados en Maban, Sudán del Sur. (Cortesía de Jesuit Refugee Service/Sudán del Sur)

En un campamento, un grupo de niñas estudian en un programa de educación del Servicio Jesuita para Refugiados en Maban, Sudán del Sur. (Cortesía de Jesuit Refugee Service/Sudán del Sur)

Dungy también pertenecía a un grupo de oración que se reunía a menudo en el monasterio trapense del Espíritu Santo en Conyers, Georgia. Allí, hermanas, hermanos y laicos se reunían una vez al mes para orar, reflexionar sobre las Escrituras y hablar de su fe.

“Una hermana me dio una copia de la revista Maryknoll y me dijo: ‘Llévate esto a casa y tráelo el próximo mes’”, recuerda. “En la siguiente reunión, me preguntó: ‘Entonces, ¿qué piensas?’ Solo dije: ‘Oh, tiene muchos artículos fascinantes’’’, dice Dungy.

“La hermana respondió: ‘¿Eso es todo?’”, continúa Dungy. “Me señaló un anuncio sobre un retiro de discernimiento de Maryknoll llamado ‘Ven y ve’. Le dije: ‘¡Dios mío, quiero ir y ver!’”.

Dungy fue al retiro, donde, dice, “me enamoré de Maryknoll”. Ella solicitó ingreso a los Misioneros Laicos Maryknoll inmediatamente después y se unió en el 2011.

Con una licenciatura en investigación de mercado de la Universidad de Indiana Bloomington, estudios en diseño gráfico de la Universidad de Purdue y una licencia sobre seguros para propiedades y accidentes, Dungy tenía una carrera exitosa. Sin embargo, dice, “no dudé en renunciar a mi trabajo. Maryknoll me lanzó a vivir el Evangelio de una manera mucho más profunda”.

Una joven se une al programa de alfabetización para adultos en un espacio seguro dentro de un campamento de refugiados. (Cortesía de Jesuit Refugee Service/Etiopía)

Una joven se une al programa de alfabetización para adultos en un espacio seguro dentro de un campamento de refugiados. (Cortesía de Jesuit Refugee Service/Etiopía)

Su primera asignación fue a Camboya. Allí, entre otros ministerios, trabajó con personas mayores abandonadas y jóvenes desplazados internamente en el Centro de Reasentamiento y Desarrollo Social Maryknoll de Anlong Kngan. El centro ofrecía servicios a un asentamiento informal en las afueras de Phnom Penh, donde miles de personas pobres habitaban viviendas improvisadas después de que un incendio quemara sus hogares.

Después de seis años en Camboya, Dungy se mudó a Nairobi, Kenia, donde ahora trabaja como coordinadora regional de defensa con el Servicio Jesuita para Refugiados de África Oriental.

“Abogamos para asegurarnos que los refugiados y desplazados internos sean tratados con dignidad”, dice Dungy. Agrega que es importante ponerlos “en el centro de las políticas, programas y leyes”, y explica: “Presionamos a gobiernos e instituciones para obtener respuestas mejores y más justas para los refugiados y para las situaciones de desplazamiento forzado”.

El Servicio Jesuita para Refugiados trabaja en toda la región, en Kenia, Etiopía, Uganda, Sudán del Sur, Burundi y Tanzania. En 2021, el JRS de África Oriental atendió a un total de 118.937 refugiados. La agencia tiene aproximadamente 300 empleados y más de 650 empleados adicionales “para incentivarlos”: refugiados y desplazados internos que trabajan en diferentes roles para el JRS.

Un enfoque principal del trabajo de Dungy es el desarrollo de capacidades para los directores de país, gerentes de proyectos y trabajadores de campo del JRS. Ella imparte talleres de capacitación para ayudarlos a alcanzar los objetivos de su programa al abordar las diversas preocupaciones de los refugiados a nivel de base desde los campamentos.

Entre otros, los talleres de capacitación de Dungy cubren temas como leyes de refugiados; derechos humanos; educación; discriminación; los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas; el vínculo entre ecología, migración y desplazamiento; desplazamiento interno; la trata de personas; y la igualdad entre los géneros.

Gran parte de su trabajo promueve los derechos de las mujeres y las niñas. “Trabajamos para incluir a las mujeres y niñas en todos los puestos de liderazgo y toma de decisiones”, dice. “En el curso ‘normal’ de la vida y en muchas de las culturas de las que provienen las refugiadas, sus perspectivas y contribuciones no serían consideradas o serían ignoradas o descartadas”, agrega.

Uno de los efectos de la pandemia del COVID-19 fue el aumento de las violaciones a niñas y los embarazos resultantes de eso. En algunas partes de África Oriental, a las niñas embarazadas todavía no se les permite continuar su educación en la escuela. El JRS defiende sus derechos.

Dee Dungy, quien se incorporó a los Misioneros Laicos Maryknoll en 2011, habla con la Hermana Emmanuel Beth Waithera (dcha.). La Hermana Beth trabaja en un programa de ingresos de JRS. (Jerry Fleury/Kenia)

Dee Dungy, quien se incorporó a los Misioneros Laicos Maryknoll en 2011, habla con la Hermana Emmanuel Beth Waithera (dcha.). La Hermana Beth trabaja en un programa de ingresos de JRS. (Jerry Fleury/Kenia)

“Sabemos que la educación de las niñas y las mujeres es crucial”, dice Dungy. “Insto a todos a asegurarse de que sus hijas sean educadas porque esa es realmente la clave de todo. Siguen sacando a demasiadas adolescentes de la escuela a medida que maduran físicamente y sus familias buscan que se casen”.

Dungy dice que ve esperanza en una mayor participación de las mujeres refugiadas asumiendo responsabilidades de liderazgo. “Ahora las mujeres se están presentando y haciendo las preguntas correctas”, dice ella.

Aunque “todavía hay un largo camino por recorrer”, dice, la motiva el creciente número de hombres que son receptivos al empoderamiento de las mujeres. Después de los talleres, los hombres a veces se le acercan y le dicen: “Guau. Realmente necesitamos esto”.

Estos pequeños pasos son señales de cambio bien recibidas. Muchas de las historias de mujeres refugiadas son desgarradoras, dice. Muchas de ellas, como Mahlet Tesfom, sufren una gran violencia y trauma antes, durante y después de huir de casa.

Dungy recuerda una reunión dirigida por mujeres en el campamento de refugiados de Kakuma, un espacio seguro en la comunidad. Ella escuchó a las mujeres hablar sobre sus viajes a Kakuma. “Me inquietó profundamente”, dice Dungy. “Contaron historias desgarradoras sobre sus fugas nocturnas, mientras huían de disturbios tribales o políticos. Me estremecí cuando muchas dijeron que solo tuvieron tiempo para agarrar a sus hijos y dejar atrás sus emociones”. Algunas de las mujeres contaron que se enteraron por sus propios hijos, niños reclutas soldados, acerca de las inminentes redadas.

“Una por una”, dice Dungy, “las mujeres compartieron las terribles decisiones que enfrentaron: la elección de quedarse con su tierra, su fuente de alimentos e ingresos; huir y arriesgarse a ser capturadas y explotadas por los captores; o la esperanza de llegar ilesas al campamento de Kakuma, dando a sus hijos la oportunidad de sobrevivir”.

Aunque este trabajo puede ser profundamente perturbador, Dungy dice que ha encontrado la “verdadera felicidad” como misionera laica. Ella comparte: “Los encuentros transformadores de vida que Dios me ha dado al servir a los demás han sido una gran gracia en mi vida”.

Meinrad Scherer-Emunds es director de comunicaciones de los Misioneros Laicos Maryknoll.

Imagen destacada: Radicada en Nairobi, la Misionera Laica Maryknoll Dee Dungy es coordinadora regional de defensa para el Servicio Jesuita para Refugiados de África Oriental. (Jerry Fleury/Kenia)

Sobre la autora/or

Meinrad Scherer-Emunds

Scherer-Emunds es el director de comunicaciones de los Misioneros Laicos Maryknoll.

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