Reflexión Maryknoll: Aquí estoy

Tiempo de lectura: 3 minutos
Por: La Oficina de Asuntos Globales Maryknoll
Fecha de Publicación: Ene 12, 2024

Por Arlene Trant, M.M.

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
Domingo, 14 de enero del 2024
1 Sm 3, 3b-10. 19 | 1 Cor 6, 13c-15a. 17-20 | Jn 1, 35-42

En las lecturas y en el Evangelio de esta semana se nos invita a escuchar y a responder al llamado de Dios. En la primera lectura, el joven Samuel escucha que alguien llama su nombre y anuncia con ánimo: “¡Aquí estoy!”. En nuestro Evangelio, San Juan el Bautista envía a dos de sus seguidores hacia Jesús. Ellos le preguntan, “¿Dónde vives?” y Jesús contesta, “Vengan a ver”. Ellos lo siguieron y fue así que empezaron su vida como discípulos de Jesús.

Siempre que escucho la historia de Samuel, pienso en Leung Ngan Fung, mi amiga sorda en Macao. Cuando fui por primera vez a Macao a empezar un ministro con los sordos, sólo había dos católicos sordos. Por lo tanto, empecé un programa de Rito de Iniciación Cristiana de Adultos para personas sordas que quisieran saber sobre nuestra fe.

En el primer día de clases le pregunté a cada persona por qué quería aprender sobre la fe católica. El prometido de Leung Ngan Fung era católico, así que supuse que ella había venido sólo por su futuro esposo. Sin embargo, para sorpresa mía, ella contestó: “Tuve un sueño y vi a Jesús. Él me dijo: ‘Ven!’” Y por eso, dijo ella: “Aquí estoy”. Su fe siguió creciendo. Un año después ya estaba bautizada y meses después, casada.

Mi propia respuesta al llamado de Dios no fue inmediata. Siendo sincera, desde muy joven, sentía algo que me llamaba a ser misionera, pero como tenía otros planes, siempre contestaba: “No, ¡gracias!” Sin embargo, este llamado de ir y servir a los pobres en otro país volvía y volvía a mi corazón.

Finalmente decidí unirme a el Cuerpo de Paz. Pensaba que era un buen acuerdo y esperaba que eso pusiera fin a la “ridícula” idea de ser una misionera. Pues no funcionó. ¡El llamado sólo se hizo más fuerte! Así que después de terminar mi servicio en el Cuerpo de Paz, decidí unirme a Maryknoll y ver qué pasaba.

Nunca olvidaré el primer retiro que tuvimos. Las lecturas del Evangelio sobre las que reflexionamos eran las mismas que las de esta semana. En el pasaje del Evangelio, Jesús se dio cuenta que dos hombres lo seguían y les preguntó qué buscaban. Cuando ellos le preguntaron a Jesús “¿Dónde vives?”, reconocí el anhelo en mi corazón por saber dónde vive Jesús y lo escuché decirme “¡ven a ver!”.

En ese momento, algo cambió dentro de mí y sentí a Jesús invitarme personalmente en un viaje que me llevaría hacia las vidas de los pobres y vulnerables para ver donde él habita. Por primera vez, pude decir con total convicción: “¡Aquí estoy!” Tras cerca de 50 años como una Hermana Maryknoll, he dicho mi “¡Sí!” muchas veces al persistente llamado de Dios de “Ven a ver”. Este llamado me ha llevado a Hong Kong, Macao y Guatemala, y en cada lugar he continuado descubriendo el lugar donde Jesús habita. Esos encuentros de misión mutua, de la mutualidad del fluir del amor divino, han sido un regalo y un desafío.

Cuando reflexionamos en las situaciones en nuestro mundo hoy, puede que nos sintamos abrumados y desanimados. El desastroso efecto del cambio climático, el dolor de miles de personas desplazadas por la guerra y la violencia; todo esto puede hacernos sentir impotentes y preguntarnos: “¿Dónde estás, Jesús?” En medio de nuestras dudas, Jesús continúa llamándonos a seguir adelante, cada uno a su manera, para contestar a los gritos de los pobres, a sabiendas de que es en el dolor de ese mundo donde Jesús habita. Y entonces, confiando en la presencia fidedigna de Jesús, reconocemos que no estamos solos y encontramos el coraje para contestar con confianza, como lo hizo Samuel: “¡Aquí estoy!” Es entonces que, paso a paso, el amor de Dios nos guiará hacia una nueva aventura de discipulado.

La Hermana Maryknoll Arlene Trant, oriunda de Indiana, se unió a las Hermanas Maryknoll en 1972. En su ministerio en Macao, fue pionera en programas para la población sorda y después, en su ministerio en Guatemala, ayudó a fundar la Comunidad Católica Sorda de Guatemala. Su asignación más reciente fue a Monrovia, California.

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Foto destacada: La Hermana Maryknoll Arlene Trant da tutoría a jóvenes estudiantes en Guatemala, donde sirvió por seis años. (Maryknoll Mission Archives/Guatemala)

Sobre la autora/or

La Oficina de Asuntos Globales Maryknoll

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