Reflexión Maryknoll: Quinto domingo de Pascua

Tiempo de lectura: 4 minutos
Por: Oficina de Asuntos Globales
Fecha de Publicación: Abr 26, 2024

Por John McAuley, M.M.
Domingo, 28 de abril del 2024
Hch 9,26-31 | 1 Jn 3,18-24 | Jn 15,1-8

Tragedia, destrucción, desplazamiento, abandono; todas estas son realidades cada vez más presentes en todos los rincones de nuestro mundo. Y encontrarlos repetidamente en una escala tan amplia nos acostumbra al sufrimiento, el daño, la destrucción y la muerte que inevitablemente invitan y engendran, y al mal que ocultan. Las escrituras de esta semana nos colman con una imagen de vida, significado y propósito esperanzador para que podamos una vez más reconocer plenamente la mala intención y el efecto de lo opuesto.

Jesús nos dice que él es una vid, la vid, la vid buena; una vid plantada en la viña del Señor. Su parra es fina, de la mejor calidad; profundamente arraigada en Dios y en el buen suelo de humus de esta buena tierra, entre sus semejantes. El Padre lo colma abundantemente de espíritu y de gracias; como las lluvias que caen y el sol que brilla sobre la tierra y no regresan a Dios vacíos, ni hasta haber producido el fruto que el viñador busca.

Jesús nos dice que el viñador lo poda. El Padre amorosamente poda a Jesús a través de su oración, de sus propias experiencias y de su fidelidad al llamado que el Padre tiene para él; nuevamente, para que Jesús produzca el fruto que el viñador busca.

Y luego, como es el modelo en los Evangelios, Jesús recibe a otros bajo su cuidado; otros que también son el objetivo del amor del Padre, y por quienes el Padre también desea que se de buen fruto; fruto que busca el Padre. Los injertos eran bien conocidos y ampliamente practicados en la época de Jesús. Y así somos injertados como ramas en este buen portainjerto; de Jesús. No sólo Jesús debe dar fruto en sí mismo y por sí mismo, sino también alimentarnos para que demos fruto, porque él es la buena vid. No es él solo, somos nosotros juntos; “nosotros juntos”, uno de los frutos que dará el portainjerto original… alimento de las ramas elaboradas que encontrarán en él un hogar; porque él es la verdadera vida.

Nosotros, las ramas injertadas, damos fruto; fruto que busca el viñador. Damos este fruto en los viñedos de nuestros propios hogares, en nuestra comunidad de fe, en nuestras escuelas, en nuestros lugares de trabajo y en la plaza pública; con todos y para los demás, a otros siendo parte en nuestras vidas; todo enraizado en última instancia en Jesús, la raíz no sólo es para nosotros sino para toda la humanidad; aquel en quien estamos enlazados, que nos mantiene a todos unidos, y a través de quien llegamos a conocer nuestro propio propósito final: dar fruto también; fruto que busca el viñador.

También se nos dice hoy, inequívocamente, que cualquier cosa que pidamos en oración se nos concederá. Pero ¿por qué ora la vid misma? Bueno, una de las primeras palabras de oración que Jesús nos dio hace referencia a nosotros: Padre nuestro. Consciente de estar entre nosotros, él oró por las cosas que todos necesitamos en la vida, para que seamos apoyados y para que todos demos fruto; fruto que el Padre busca; fruto para los propósitos del Padre.

Él también oró específicamente por nosotros: Padre, protege a los que me has dado. Y oró por sus propias angustias y las tentaciones que surgían dentro de él: ¡que pase lejos de mí este cáliz! Oró por su fe: pero para esto he sido enviado, así que no se haga la voluntad mía, sino la tuya. Oró por fidelidad en toda poda de la vida para poder dar el fruto que el Padre busca; frutos para los propósitos del Padre.

Por eso a todos se nos ha dado vida, y todos hemos sido injertados y podados: para dar frutos que el Padre busca; frutos para los propósitos del Padre. Es la Vid misma quien revela los frutos que el Padre busca y desea: que seamos uno con el Padre y uno con los otros, para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Negarle a alguien esta verdad sobre sí mismo, cortarlo, desarraigarlo, hacer infructífera toda esperanza de él… niega el propósito mismo de la vida y la base misma de la realidad tal como la conocemos: la voluntad de Dios para nosotros y para todos los hijos de Dios.

El Padre Maryknoll John McAuley de Brooklyn, Nueva York, fue ordenado en 1981 y ofreció servicio misionero en Japón, Hong Kong, China y Estados Unidos. Además, sirvió como miembro del Consejo General de Maryknoll del 2002 al 2008.

Esta reflexión fue publicada inicialmente en el 2018. Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina de Asuntos Globales Maryknoll, haga clic aquí.

Imagen destacada: Dos mujeres sostienen una caja de uvas, las cuales recogieron en un campo cerca de Delano, California, en el Valle de San Joaquín. (CNS/ Víctor Alemán)

Sobre la autora/or

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La Oficina de Asuntos Globales de Maryknoll expresa la posición de Maryknoll en debates sobre políticas públicas en Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y ante los gobiernos de Estados Unidos y otros países, con el propósito de ofrecer educación en temas de paz y justicia social, la integridad de la creación y abogar por la justicia social, económica y del medio ambiente.

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