Séptimo domingo de Pascua
Domingo, 12 de mayo del 2024
Hechos 1:15-17, 20a, 20c-26 | 1 Juan 4:11-16 | Juan 17:11b-19
Por Darlene Jacobs, M.M.
Al reflexionar sobre este pasaje de Juan, recordé un par de lecciones que aprendí más profundamente durante mis más de 40 años de misión en Tanzania.
La primera lección me impactó cuando leí: “para que sean uno como nosotros somos uno”, y pensé en el proverbio swahili: Umoja ni nguvu que significa, “la unión hace la fuerza”. En este pasaje Jesús está orando, y su oración es que nosotros, el pueblo, seamos uno, así como él y su padre son uno. Recuerdo con admiración las veces que observé a personas cultivando juntas, construyendo juntas, llorando juntas, celebrando juntas. En todas estas actividades, estar juntos maximizaba la fuerza de cada individuo, y estar juntos aumentaba no sólo la eficacia de la actividad sino también su belleza.
Jesús, en esta oración, nos recuerda que Dios siempre nos tiene en cuenta. La unión a la que se refiere nos garantiza la continuación de la protección experimentada cuando Jesús caminó sobre la tierra y que ahora se extiende en su fase resucitada. Umoja –unión– es una protección del individuo y de la comunidad, y el resultado es la alegría, la alegría que compartimos con Jesús. A veces experimentamos tanta desunión que parece imposible imaginar otra forma de ser. Quizás necesitamos buscar conscientemente maneras de ser fuertes juntos, de compartir la gloria y las desilusiones de la vida, “para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos”, se haga realidad.
Otro recuerdo me vino con estas líneas “Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo”. Entonces comencé a cantar “Unitume mimi, nitume Bwana”. “Envíame”, envíame, Señor. Esta canción es antigua y trae recuerdos de cantos enérgicos, tambores, bailes y expresiones de voluntad de ir y servir, de salir al mundo y ayudar a los demás. Cuando Jesús dijo esas palabras en el evangelio, no fue con desgana que se escuchó este llamado a la misión, sino con entusiasmo, alegría y voluntad de ir y hacer lo que se le pidiera. Jesús envió a los discípulos a hacer la obra de unidad y de decir la verdad cuando partió, y esos primeros discípulos, a su vez, nos dejaron esas tareas a nosotros.
Y entonces veo un par de desafíos en el evangelio de esta semana. ¿Qué puedo hacer para promover la unión y desalentar la desunión? ¿De qué manera, pequeña o grande, puedo ejemplificar que la unión es fuerza y que vale la pena trabajar por lograrla?
¿Qué significa ser enviado en mi vida? ¿Estoy respondiendo a esas invitaciones? ¿Y cómo es mi respuesta? ¿Es una respuesta con desgana o con alegría y entusiasmo?
Qué siendo uno y compartiendo ese mensaje con los demás, podamos cumplir la oración de Jesús y compartir plenamente su alegría.
La Hermana Darlene Jocobs de Noonan, North Dakota, fue asignada en 1969 a Tanzania, donde sirvió por más de 40 años. Allí la misionera enseñó en el Conservatorio de Música de Tanzania, creó programas para niños de las calles, administró un colegio técnico en Dar es Salaam, fundó la Escuela de Niñas Murigha y ofreció otros programas educativos para niñas. Actualmente se encuentra en el centro de las Hermanas Maryknoll en Nueva York.
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Imagen destacada: La Hermana Maryknoll Darlene Jacobs enseña a niños en el Conservatorio de Música de Tanzania. (Cortesía de Maryknoll Mission Archives)