Crear un equipo para la comunidad cristiana en Bolivia

Tiempo de lectura: 7 minutos
Por: Deirdre Cornell
Fecha de Publicación: Jun 3, 2024

Un nuevo sacerdote Maryknoll describe las lecciones de su ministerio en Bolivia

Cuando lo ordenaron hace cuatro años, el Padre Maryknoll Gregory McPhee dice que el término yanapanakuna no era parte de su vocabulario. Ahora pasa los días poniendo en práctica esa palabra quechua que significa “ayudémonos”.

El Padre McPhee, de 54 años de edad, está formando una comunidad en la capilla de Los Molinos, una pequeña aldea en el municipio de Tiquipaya. A sólo 30 minutos de Cochabamba, el poblado está asentado entre colinas de vegetación frondosa en un área conocida por el cultivo de flores.

“Los Molinos está en transición”, dice el Padre McPhee. Gran parte de las familias, de mayoría indígena quechua, han estado ahí por generaciones. En años más recientes, nuevos habitantes en edad de jubilación han llegado, atraídos por la tranquilidad del lugar y el suministro de agua disponible.

De izquierda a derecha: Víctor Artaiz, Rosse Mary Miranda, el Padre Maryknoll Gregory McPhee y Mabel Ramírez organizaron una reunión para conversar sobre su ministerio de Los Molinos en el centro y residencia Maryknoll en la ciudad de Cochabamba, Bolivia. (Adam Mitchell/Bolivia)

De izquierda a derecha: Víctor Artaiz, Rosse Mary Miranda, el Padre Maryknoll Gregory McPhee y Mabel Ramírez organizaron una reunión para conversar sobre su ministerio de Los Molinos en el centro y residencia Maryknoll en la ciudad de Cochabamba, Bolivia. (Adam Mitchell/Bolivia)

“El desafío principal ha sido crear confianza entre las familias”, dice el Padre McPhee.

La Hermana Faviola Condori Quispe de las Hermanas Misioneras de Cristo Sediento explica un poco más. Ella y otras jóvenes hermanas aimara, incluida más recientemente la Hermana Valeria Mira Uchupi, viven y sirven en Los Molinos, guiadas por la sabiduría de la Hermana María “Mery” Figueredo Valverde.

La capilla estaba en desuso, dice la Hermana Condori. El pastor de Tiquipaya, un pueblo en crecimiento, ya tenía bastante trabajo. Cuando iba a Los Molinos a dar Misa, la asistencia no llegaba a ocupar los 50 asientos de la capilla. Las hermanas lamentaban la palpable falta de una comunidad de fe.

Los problemas que ellas encontraron en Los Molinos incluían depresión, violencia doméstica, enfermedades sin tratar y el sobreconsumo de chicha, una bebida fermentada casera.

“Estábamos desanimadas”, dice la Hermana Condori. Desde que llegaron a Cochabamba desde La Paz, otra región de Bolivia, las hermanas han colaborado con los sacerdotes Maryknoll. “El Padre Greg sugirió que se formara un equipo”, dice.

En un viaje al altiplano andino el año pasado, el misionero Maryknoll McPhee y las Hermanas Misioneras del Cristo Sediento compraron suministros de lana de alpaca para hilar las fibras y luego venderlas para recaudar fondos para las necesidades de la comunidad en Los Molinos. (Cortesía de Gregory McPhee/Bolivia)

En un viaje al altiplano andino el año pasado, el misionero Maryknoll McPhee y las Hermanas Misioneras del Cristo Sediento compraron suministros de lana de alpaca para hilar las fibras y luego venderlas para recaudar fondos para las necesidades de la comunidad en Los Molinos. (Cortesía de Gregory McPhee/Bolivia)

“La meta era reevangelizar”, dice el Padre McPhee. En muchos lugares, la Iglesia necesita ser “revitalizada”.

Reclutando del amplio círculo de asociados de Maryknoll en Cochabamba, identificó a tres laicos para que se unan a las hermanas y a él.

Victor Artaiz, de Wallingford, Connecticut, es uno de ellos. Después de una carrera en ventas, Artaiz se convirtió en voluntario para el Servicio Misionero Franciscano. Durante la pandemia del COVID-19, se encontró a sí mismo reflexionando sobre el llamado a la misión. “Rezaba y leía mi Biblia mucho; rezaba para ser guiado,” dice. Llegó a Cochabamba en enero del 2022 y conoció a misioneros Maryknoll en el ministerio de prisión. “La comunidad Maryknoll amistó conmigo inmediatamente”, dice él.

“Mi ministerio es dejar que Dios me guíe y compartir su palabra y aplicar el Evangelio a la vida diaria”, continúa.

“Victor transmite un mensaje firme, especialmente para los hombres”, dice el Padre McPhee, que también reclutó a dos psicólogas bolivianas.

Mabel Ramírez Cornejo supo de Maryknoll por el programa de las Escuelas del Perdón y la Reconciliación (ESPERE). Contribuye al equipo con su amplia experiencia en orientación familiar.

El Padre Maryknoll Gregory McPhee celebra con alegría la Misa y los sacramentos en Los Molinos, una pequeña aldea en el municipio de Tiquipaya, donde él y un equipo pastoral de voluntarios están formando una comunidad eclesial. (Cortesía de Gregory McPhee/Bolivia)

El Padre Maryknoll Gregory McPhee celebra con alegría la Misa y los sacramentos en Los Molinos, una pequeña aldea en el municipio de Tiquipaya, donde él y un equipo pastoral de voluntarios están formando una comunidad eclesial. (Cortesía de Gregory McPhee/Bolivia)

“El primer acercamiento con ellos fue de visitar casa por casa”, cuenta ella. “Todo el equipo nos lanzamos a cada casa. ¿Por qué? Para poder conocer y de allí evaluar las necesidades”.

De las aproximadamente 100 casas en Los Molinos, un número considerable están aún bajo construcción, pero el equipo ya ha contactado a cerca de 60 familias.

“Nos han acogido”, dice Ramírez. “Cómo se abren es increíble”.

Las visitas a los hogares “me dan una mejor idea de lo que está pasando”, dice el Padre McPhee. “Una cosa es cuando la gente va a la casa de las hermanas, pero cuando tú entras, ves con lo que tienen que lidiar y cómo están viviendo”.

“Se vio el caso de una adolescente con problema de epilepsia, pero es un tipo no común,” dijo Ramírez. “No recibía los medicamentos apropiados, ni tenía las pruebas que debían hacerle”. El esposo de Ramírez, un doctor, ofreció sus servicios. Se aseguró que la adolescente, llamada Sheila, recibiera el tratamiento adecuado y las recetas apropiadas. El Padre McPhee, que ayudó a pagar el tratamiento, dice que Sheila ahora está bien.

Rosse Mary Miranda Miranda también forma parte del equipo pastoral. Como quechuahablante radicada en Tiquipaya, aporta una perspectiva lugareña.

La campaña de visitas fue un éxito, dice ella. En esta cultura indígena, reservada y aislada, “nuestros hermanos campesinos no abren sus puertas” a forasteros.

Miranda, una psicóloga que trabaja con niños, también señala que los campesinos no están familiarizados con la terapia. “En su cabeza dicen que sólo los locos van a los psicólogos”, dice. Sin embargo, un par de familias se han acercado a recibir terapia gratuita.

Fue Miranda quien propuso el nombre quechua del proyecto del equipo: Yanapanakuna. “Aplicamos allí todos los valores de compartir, compañerismo, solidaridad y trabajo comunitario”, dice.

Para financiar el trabajo en Los Molinos, las Hermanas Misioneras de Cristo Sediento venden lana de alpaca. Junto al Padre McPhee viajan a las montañas en la frontera con Chile y les compran el vellón esquilado a familias que crían rebaños de alpacas.

Las Hermanas lavan, tiñen y desenredan la lana, luego utilizan una rueca para hilar las fibras. “Tenemos un par de compradores en Estados Unidos”, dice el Padre McPhee. Él espera recaudar fondos para reparar la capilla de Los Molinos.

La terapia y la ayuda para familias necesitadas, explica el Padre McPhee, son sólo una parte de su visión. La población indígena en Bolivia, señala, tiende a abrirse más en comunidades donde hay confianza. Él contempla la creación de comunidades eclesiales de base, también conocidas como pequeñas comunidades cristianas, para que la gente se reúna con frecuencia a rezar y reflexionar sobre las Escrituras. La formación de los líderes laicos es importante. También lo son los talleres como el que se dio el año pasado sobre comunicación en la familia.

Recientemente, se impartieron clases de cocina y repostería. Éstas ayudan a las familias a vender productos de panadería para complementar sus precarios ingresos.

Aunque los objetivos del equipo son grandes, dice el Padre McPhee, el ministerio empieza con pasos pequeños. “Como estadounidenses pensamos en los resultados. ¿A cuánta gente involucramos? ¿Cuántos proyectos tenemos? ¿Cuál es el presupuesto?” dice. “Ahora mismo, es mucho más importante crear relaciones”. Él se inspira en las cartas de San Pablo a la Iglesia primitiva.

Como católico de cuna, el joven McPhee se había alejado de su fe hasta sus 30s. Volvió a la Iglesia cuando trabajaba como abogado de defensa penal en Syracuse, Nueva York.

Ordenado sacerdote a los 50 años, el Padre McPhee recuerda las palabras que lo lanzaron a la misión: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mateo 28, 19). “Era como si Cristo estuviera hablándome”, dice. “Sentí el llamado a acompañar a la gente en nuestra Iglesia universal”.

Su ordenación y envío misionero se pospusieron por la pandemia del COVID-19, pero en abril del 2021 el misionero llegó a Cochabamba. Primero sirvió en la floreciente y organizada parroquia de Nuestra Señora de La Salette. Allí aprendió los fundamentos del ministerio pastoral en Bolivia.

En el centro de los Padres y Hermanos Maryknoll en Cochabamba, dice, “amo las fotos en la pared y la historia del trabajo de Maryknoll. Consistía en llegar a los indígenas y pobres”.

Ahora, en Los Molinos, el Padre McPhee dice que está sirviendo en la misma misión.

“Con frecuencia sentía que yo debía ser el experto. Que tenía que llevar el mensaje”, dice. “Ahora escucho. Veo en dónde está el lugar de confianza, el Espíritu de Cristo en nosotros — entre nosotros — que me está enseñando que Dios está presente”.

Imagen destacada: De izq. a dcha.: La Hermana Faviola Condori Quispe, el Padre Maryknoll Gregory McPhee y la Hermana Clara Mamani Limachi preparan hilo de lana de alpaca para la venta en beneficio de su ministerio en Los Molinos, un pueblo en las afueras de Cochabamba, Bolivia. (Adam Mitchell/Bolivia)

El Padre Maryknoll Gregory McPhee celebra con alegría la Misa y los sacramentos en Los Molinos, una pequeña aldea en el municipio de Tiquipaya, donde él y un equipo pastoral de voluntarios están formando una comunidad eclesial. (Cortesía de Gregory McPhee/Bolivia)

Sobre la autora/or

Deirdre Cornell

Deirdre Cornell sirvió como misionera laica Maryknoll en México. Es autora de tres libros Orbis Books, entre ellos Jesus Was a Migrant y American Madonna: Crossing Borders with the Virgin Mary, y actualmente trabaja con el equipo de la revista Maryknoll.

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