Uno de mis proyectos en El Salvador, donde sirvo como misionero laico Maryknoll, ha sido abrir una biblioteca para niños en la escuela donde doy clases particulares. En mi tiempo libre reviso los libros que tenemos, así como una generosa donación de libros nuevos. El día de escuela ya había terminado y después de tres clases de inglés, me sentía un poco desmotivado ante los libros apilados. Entonces una niña con rostro sonriente entró en la clase.
Camila tiene 6 años y es nieta de una de las mujeres que trabaja en la escuela. Por lo general, dibujamos o lanzamos una pelota, pero como estábamos en la biblioteca, le pregunté si quería leer un libro. Cogí una traducción al español de La oruga muy hambrienta. Camila recién está aprendiendo a leer, pero hizo un gran trabajo perseverando. Cuando iba por la mitad, su prima mayor, una niña de primer grado, entró y la ayudó a terminar de leer el libro. La biblioteca aún no está abierta al público, pero ya está teniendo un impacto.
Joshua Wetmore, MKLM
En nuestro programa de salud mental en el Hospital del Sagrado Corazón en Moundou, Chad, nos visitó una joven de 17 años acompañada de su padre. Él creía que un espíritu maligno la había poseído por algo que ella había hecho mal, lo que avergonzaba a la familia. Hacía semanas que no comía ni hablaba. Sin embargo, la historia era que su esposo la había dejado por otra mujer después de que naciera su bebé. Cuando le informé al padre de la posible necesidad de ayuda psicológica de su hija, fue un momento de enseñanza y aprendizaje para ser sensible a las creencias culturales. Él no lo recibió bien, culpando a su hija de que su esposo la había abandonado por no ser una buena esposa. Trabajar con la salud mental requiere cambiar formas de pensar que están interconectadas con creencias culturales muy profundas. Sin embargo, me siento honrada por esta responsabilidad. Aquí existe una gran necesidad de educación pública en salud mental para disipar el estigma asociado a la terapia. Parece que Dios me ha preparado para este ministerio porque completé una licenciatura en consejería de salud mental justo antes de llegar a Chad.
NgocHà Pham, M.M.
En 1971 me asignaron a Chile, dos años antes del golpe militar. Un día, tras el derrocamiento del gobierno en 1973, una anciana se me acercó y me pidió que la acompañara durante un interrogatorio. Los militares buscaban a su hijo y querían información sobre su paradero. Cuando entramos a las oficinas, el capitán naval a cargo me miró y me dijo: “Sé quién eres y dónde vives”. Eso me llenó de miedo. Al iniciar el interrogatorio, insinuó que mis vecinos eran terroristas armados. Esa declaración me llenó de ira. En ese momento, oré pidiendo guía y fortaleza e inmediatamente sentí una paz profunda. Ya no tenía miedo ni enojo. Me dieron la fuerza y el coraje para apoyar a esta mujer, ofreciéndole una presencia de escucha profunda y aclarando preguntas. Al salir de la sala de interrogatorios, de repente recordé las palabras de Jesús: “Cuando vayas ante el tribunal, no temas. El Espíritu hablará a través de ti”.
Maureen Hanahoe, M.M.
El propósito de Águilas del Desierto en Tucson, Arizona, es ofrecer comida y bebida a migrantes en el desierto, además de buscar los restos de aquellos que murieron. Mientras discernía mi siguiente asignación misionera, acompañé a este grupo. La familia de un hombre de 61 años llamado Thomas pidió ayuda para localizarlo. Un grupo de 20 voluntarios empezamos el viaje de 15 millas en el desierto alrededor de las 5 a.m. Encontramos ropa y botellas de agua vacías y también tumbas marcadas con cruces. Francisco, un miembro del equipo de Águilas, nos señaló tumbas sin nombre. Nos detuvimos para rezar en un área donde las Águilas habían encontrado restos de un número de personas. Desafortunadamente, no encontramos los restos de Thomas. Exploramos algunas cuevas en las montañas, pero solo encontramos ropa y cobijas además de un pequeño altar que los migrantes habían dejado. Nos regresamos alrededor de las 4 p.m. Mi corazón se llena de gratitud a Dios ante estas personas compasivas que demuestran que todas las personas, incluso migrantes huyendo en el desierto, son nuestros hermanos y hermanas. Michael Bassano, M.M.
Michael Bassano, M.M.
Una mujer sudanesa carga a su hijo en el campo de refugiados de Bredjing en Chad el 29 de agosto. Más de 200.000 refugiados sudaneses han huido a Chad para escapar de los ataques de las milicias árabes y las fuerzas gubernamentales sudanesas. (CNS/Stephen Steele/Chad)
Rosa Marileo Calvin, una abuela mapuche, se encuentra en la localidad de Cholchol en el sur de Chile. (Sean Sprague/Chile)
Los voluntarios de No Más Muertes crearon este santuario a Nuestra Señora de Guadalupe con artículos que los migrantes dejaron en el desierto de Sonora en Arizona a principios de septiembre. No Más Muertes es un grupo humanitario que patrulla el desierto en busca de inmigrantes ilegales abandonados por contrabandistas. (CNS/J.D. Long-Garcia, Catholic Sun/EE.UU.)
Imagen destacada: Camila, de 6 años, sostiene un libro en una biblioteca en el Salvador, donde el Misionero Laico Maryknoll Joshua Wetmore sirve en misión. (Cortesía de Joshua Wetmore/El Salvador)