Por Marietha Góngora V.
Suzanne ‘Sami’ Scott, la primera misionera laica Maryknoll asignada a Haití, dice que fue testigo del declive social y político de la nación caribeña desde su llegada en 2018 hasta que tuvo que salir en marzo de 2024 a causa de la violencia de pandillas.
Desde el comienzo de su misión en la ciudad norteña de Gros Morne, Scott fue testigo de la creciente crisis social del país. Haití aún se tambaleaba tras la emergencia humanitaria provocada por el terremoto de 2010, que cobró la vida de unas 220.000 personas. En los últimos años la situación empeoró con el aumento de la violencia, la inseguridad y la inestabilidad política y económica.
Scott, que se unió a los Misioneros Laicos Maryknoll en 1996 y sirvió en varios ministerios misioneros en Venezuela y Camboya antes de ir a Haití, dice que una de las muchas causas de la crisis es la corrupción gubernamental. Ella cita el ejemplo de PetroCaribe, un programa creado por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez para suministrar gasolina a precio reducido a los países del Caribe. La idea era que los gobiernos de esos países pudieran utilizar el dinero que se ahorraban en gasolina para ayudar al desarrollo del país.
“Gran parte del dinero de PetroCaribe en Haití se utilizó para el desarrollo personal en contraposición al desarrollo comunitario”, afirma Scott. “Desde 2018, 2019 y 2020 hasta COVID, hubo muchos disturbios civiles que intentaron derrocar al gobierno a causa del dinero de PetroCaribe”.
Un magnicidio y secuestros
Ella dice que durante la pandemia “las cosas parecían estar en calma porque no había mucho movimiento dentro del país”. La agitación se reanudó con el asesinato del entonces presidente Jovenel Moïse en 2021.
El secuestro de 17 misioneros de los Estados Unidos y Canadá a manos de una banda ese mismo año agravó la ya crítica situación social. El secuestro, ampliamente publicitado, fue un precursor de la intensificación de la violencia de pandillas a la que el país estaba a punto de enfrentarse.
Dichas bandas se financian mediante el secuestro y la extorsión para comprar armas y municiones, afirma Scott. La misionera añade que la gente se ve obligada a pagar extorsiones “para que el comercio siga funcionando, sobre todo fuera de Puerto Príncipe, donde está el puerto principal y las terminales de gasolina. Los camioneros, los conductores de autobús, cualquiera que se dedique al transporte comercial está pagando un dineral por pasar”.
Un factor agravante, explica Scott, es que los bancos del país se están quedando sin dinero. “Simplemente no hay efectivo y los bancos no pueden reponer su suministro debido a la inseguridad”, asegura.
Scott afirma que el gobierno haitiano llevaba mucho tiempo mostrando signos de colapso y que el pueblo ha perdido la fe en que las instituciones gubernamentales les ayude. “Se suponía que habría elecciones en 2018, eso nunca ocurrió, ni en 2019, por lo que ya no hay funcionarios electos en el país”, dice, y añade que la gente “no ve ningún beneficio del gobierno y sólo ven que los políticos están allí para su propio beneficio”.
El deterioro del país se ha extendido a todas las instituciones y partes de la sociedad, afirma la misionera laica. A esta situación se suman el desempleo y la degradación de las tierras agrícolas. A causa de la erosión, “las granjas no están produciendo tanto; lo que producen son piedras”, dice. “No hay empleos”.
Suzanne “Sami” Scott sirvió por 6 años en Gros Morne, al sur de Haití, en proyectos avícolas que proveían a habitantes y comerciantes con huevos frescos. Los comerciantes solían comprar huevos de la República Dominicana que en ocasiones, al llegar a su destino, se habían podrido o roto. (Vivian Niestrom, Haití)
Como resultado, las pandillas se convierten en una forma de sobrevivir la grave situación para muchos, especialmente los más jóvenes, afirma.
“Los hombres en particular no tienen nada que hacer y son los que las bandas reclutan”, dice Scott. “Ahora mismo hay un enorme porcentaje de pandilleros que son jóvenes, menores de edad. Las bandas les ofrecen algo. Les dan dinero, comida, un sentido de pertenencia”.
Para Scott, cuyo ministerio en Haití fue un proyecto avícola que proveía huevos frescos a los habitantes de Gros Morne, una de las claves para resolver la crisis es “detener el flujo de armas, especialmente de municiones, que viene de los Estados Unidos”.
“Sin seguridad, no se puede tener nada más”, afirma Scott, quien dice que en esas condiciones de inseguridad “no puede haber libre circulación de comercio, bienes y servicios. No se pueden celebrar elecciones libres y justas, no puede haber reconciliación, no puede haber formación para el empleo, no puede haber educación”.
Como misionera que ha servido anteriormente en lugares de conflicto y que aún tiene la esperanza de volver a Haití cuando la situación mejore, Scott reconoce la importancia de la inclusión, el perdón y la reconciliación para construir una paz duradera.
“Hay que incluir a los miembros de las pandillas en cualquier solución que haya porque ellos están encontrando algo en las bandas que no están encontrando en su vida”, dice. “No puedes simplemente matarlos a todos y decir: ‘bueno ¡mala suerte! Igual merecen morir’”.
Marietha Góngora Vargas es periodista independiente residente en Washington, D.C.
Imagen destacada: Un hombre y un niño buscan protegerse de las balas en el Palacio Nacional de Puerto Príncipe en Haití el 21 de Marzo del 2024. (OSV/Ralph Tedy Erol, Reuters)