Un sacerdote Maryknoll edifica la Iglesia en Guatemala mediante la construcción de capillas y la formación de líderes laicos.
María Luz Morales, 49, recuerda la capilla de su infancia en la aldea de El Caoba, Guatemala. “Una iglesia tan pequeñita de madera”, dice. “No había sillas, no había bancas. Las personas se sentaban en trozos de madera”.
Un domingo reciente en El Caoba, el Padre Maryknoll William Senger bautizó a 10 bebés y niños pequeños. Más de 100 personas asistieron a una animada liturgia en la nueva capilla, espaciosa y bellamente decorada. Es uno de doce edificios que los Padres y Hermanos Maryknoll han construido para la parroquia de San Juan Apóstol, donde el Padre Senger es párroco.
“Para nosotros, nuestros queridos padres Maryknoll han sido un tesoro”, dice Morales. “Han llegado a levantar nuestra parroquia”.
San Juan Apóstol está compuesto por 20 comunidades remotas en las húmedas planicies del norte de Guatemala conocidas como el Petén. El Caoba comenzó como una pista de aterrizaje en medio de la selva, cuenta Morales. Al igual que otras aldeas de esta selva tropical que abarca un tercio del territorio del país, El Caoba fue establecida por agricultores de subsistencia, como los padres de Morales, que llegaron a formar un caserío.
Las Hermanas Franciscanas Misioneras de Jesús Estrella Sibrián (izq.) y María Pedrina Popol Chapén (dcha.) sirven con el Padre Senger (centro) en las 20 comunidades remotas de la parroquia. (Octavio Durán, OFM/Guatemala)
El Padre Senger mantiene una apretada agenda para encargarse de la sede parroquial, la iglesia de San Juan Apóstol en El Remate, y de 17 capillas. El difunto Padre Maryknoll Edward “Ted” Custer había llegado en 2008 para servir a estas comunidades que habían pasado décadas sin un sacerdote. El Padre Senger se unió al Padre Custer en 2014, después de pasar cuatro años en la catedral del vicariato en la ciudad de Flores, capital del departamento.
Los sacerdotes llevaban un registro de las capillas que necesitaban construcción o renovación. El Padre Senger, conocido cariñosamente como “Padre William”, recuerda una de ellas.
“Era una capilla rústica, con paredes de madera mal encajada”, dice. “Las termitas infestaban la madera”. Cuando la plaga llegó al tabernáculo de madera, tuvieron que actuar. Se construyó una nueva capilla, donde se celebra la Misa dos veces al mes.
Otro caserío, al que sólo se puede acceder por camino de tierra, está a 12 millas y media de la rectoría del Padre Senger en Macanché. Sus 40 familias indígenas hablan q’eqchi’. Los misioneros Maryknoll, incluido el difunto Padre William Mullan, que había aprendido el idioma, solían celebrar Misa allí en una cabaña con piso de tierra. Esa capilla terminó de ser construida el año pasado.
“Desde que Maryknoll está en esta parroquia, hemos construido 10 capillas nuevas, una por una”, dice el Padre Senger. “Terminaremos otra este mes”, añade. “Está completa en un 90 por ciento”.
Durante una Misa dominical, orgullosos padres y padrinos presentan a sus bebés para el bautismo en la capilla construida por la Sociedad Maryknoll en la aldea de El Caoba. (Octavio Durán, OFM/Guatemala)
La mano de obra es donada por los hombres de las comunidades, explica el Padre Senger, y supervisada por un maestro de obras. El sacerdote arquitecto del vicariato elabora los planos y el feligrés Alejandro Córdova Mayen coordina la construcción.
Además de las capillas, la Sociedad Maryknoll emprendió un proyecto significativo para el futuro de la parroquia al construir una casa para las Hermanas Misioneras Franciscanas de Jesús. La propiedad incluye una gran área techada al aire libre (un “salón de usos múltiples”) para los programas. La construcción se desaceleró por la pandemia del COVID-19, dice Córdova, pero en mayo del 2021, las hermanas se mudaron para ocuparla. Tres religiosas, encabezadas por la Hermana Estrella Sibrián, sirven ahora en la parroquia.
Sin embargo, una parroquia se compone de algo más que edificios.
Los ladrillos y el cemento que mantienen unida a la parroquia son los 60 catequistas, delegados de la Palabra, ministros de la Eucaristía, coordinadores de capillas y líderes juveniles que se reúnen el cuarto sábado de cada mes para la formación continua. Los temas recientes han incluido el estudio de la Biblia, el Sínodo sobre la Sinodalidad y el Congreso Eucarístico de Guatemala.
“Tenemos catequistas en todas las capillas que pueden compartir la Liturgia de la Palabra los domingos”, dice el Padre Senger sobre los delegados de la Palabra. Estos laicos están entrenados para dirigir los servicios en los caseríos donde el sacerdote (que celebra cinco Misas los fines de semana) no está programado para ofrecer Misa.
Izq.: El delegado de la Palabra Mario Méndez Méndez sirve en la capilla Macanché, construida por Maryknoll. En el centro: María Luz Morales relata los humildes comienzos de El Caoba. Derecha: Uno de los 18 coordinadores de la parroquia, Francisco Mejía García, lidera el comité de San Juan Apóstol en El Remate, construido como una iglesia principal para la parroquia. (Octavio Durán, OFM/Guatemala)
El nivel de compromiso es impresionante. La parroquia cuenta con 200 monaguillos y 35 de ellos sirven en El Remate. Los líderes del ministerio se reúnen regularmente con sus homólogos de tres parroquias cercanas. Algunos incluso participan a nivel diocesano: Córdova, por ejemplo, es responsable de la pastoral familiar del vicariato y es uno de los dos laicos del consejo pastoral del obispo.
Francisco Mejía García es coordinador de El Remate. Se asegura de que los servicios en la Iglesia de San Juan Apóstol se desarrollen sin problemas y coordina la fiesta patronal el 27 de diciembre. Organiza actividades para los jóvenes, la asistencia para las familias necesitadas, las visitas a los enfermos y llamadas para recibir la Comunión.
“Cualquier cosa que pasa en la comunidad, dicen: ‘Llamen a Francisco’”, cuenta Mejía. “Así uno va identificando qué cosas son necesarias en la comunidad, qué deficiencias hay. A esas hay que darle prioridad”.
Una cálida bienvenida es clave, dice Mejía. Por ejemplo, cuatro niños de la clase de Primera Comunión aún no están bautizados. “Les dije a sus familias: ‘No tengan verguenza, vénganse. Los bautizamos también. Para todos hay cupo’”.
Este enfoque es apreciado por las comunidades. Algunos todavía están lidiando con el trauma del legado de violencia de Guatemala. La sangrienta guerra civil del país (1960-1996) llegó incluso a las remotas selvas del Petén, donde los misioneros Maryknoll acompañaron al pueblo durante esas difíciles décadas.
Juan Yancarlos Imanol Rojas Martínez, uno de los 20 becados por el Padre Senger, asiste a Misa en El Remate con parientes. (Octavio Durán, OFM/Guatemala)
Mario Méndez Méndez, un catequista de 61 años, recuerda el miedo de aquellos tiempos. En 1984 cuando era joven, estaba ofreciendo un servicio de Liturgia de la Palabra en su capilla cuando llegaron los soldados y se pararon en la puerta. “Tan pronto como terminó el servicio, me llevaron”, recuerda. Él y otros 40 jóvenes fueron obligados a enlistarse en el ejército y enviados a otras zonas de Guatemala.
Hoy en día, la emigración lleva a los peteneros lejos de casa. Cada familia parece tener al menos un miembro en “el Norte”, en referencia a Estados Unidos. El hijo de María Luz Morales, por ejemplo, trabaja turnos de 11 horas en un restaurante en California.
Una capilla ha perdido a sus ministros de la Eucaristía, dice el Padre Senger. “Teníamos un par de buenas personas, pero se fueron”. En otra comunidad, observa, “casi no hay hombres. Todos están en Estados Unidos”.
El Padre Senger ha dedicado su vida sacerdotal a construir la Iglesia en lugares difíciles.
Nacido en Devil’s Lake, Dakota del Norte, uno de 15 hermanos, el joven Bill Senger se graduó como el mejor de sus clases de secundaria y seminario y fue ordenado en 1973. La primera asignación del Padre Senger fue a Venezuela, donde sirvió durante más de una década. Luego sirvió durante 17 años en la región boliviana de Pando, en la selva amazónica.
Cuando se necesitaron sacerdotes en Honduras, el Padre Senger se ofreció como voluntario para Centroamérica. Va a donde se le necesita, dice. Después de cinco décadas en el ministerio, la formación agrícola del misionero aún brilla. Trabajador y sin quejas, a sus 78 años encuentra un propósito en el servicio.
Su comportamiento tranquilo contrasta con su esmero por completar la misión que compartió con el Padre Custer, quien murió en marzo del 2024. Este año, dice el Padre Senger, construirá la última capilla. “Vamos a construir la última, luego habremos terminado”.
La última capilla atenderá a unas 100 familias que fueron desplazadas de otra zona del Petén y que recibieron tierras dentro del territorio de la parroquia. En este terreno escarpado que es el hogar de personas de mucha fe, la comunidad reasentada lleva un nombre apropiado: El Triunfo de la Esperanza.
Imagen destacada: El Padre Maryknoll William Senger posa con los monaguillos después de la Misa en una de las doce capillas construidas por los Padres y Hermanos Maryknoll en Petén, Guatemala. (Octavio Durán, OFM/Guatemala)