Por Frank Breen, M.M.
Joel 2, 12-18 | 2 Corintios 5, 20–6, 2 | Mateo 6, 1-6. 16-18
Las lecturas de hoy llaman a la comunidad de creyentes a realizar acciones piadosas en grupo, demostrando así penitencia y orando por la liberación de Dios. Las amonestaciones contra la hipocresía indican que no se critican las acciones, sino la motivación subyacente para realizarlas.
La limosna, la oración y el ayuno eran actos religiosos tradicionales de los judíos piadosos y éstas son elogiadas. Sin embargo, en una sociedad de honor el objetivo de estas acciones podría corromperse para buscar estatus y honor, por el espectáculo público de quien las ejecuta.
Los versículos finales del capítulo sexto de San Mateo dicen que el verdadero propósito de estos actos es luchar primero por el Reino de Dios en el mundo, y para que la justicia de Dios guíe los asuntos humanos.
Estos versículos enumeran tres necesidades básicas que tienen todas las personas: comida, bebida y ropa. Pero Jesús enseña: “Poned vuestro corazón primero en el Reino de Dios y en su justicia, y todas estas otras cosas se os darán por añadidura”. El verbo utilizado es “esforzarse”, lo que demuestra que no se trata de una actitud pasiva, sino de un hacer activo. Emanan de la orientación del corazón para esforzarse por devolver a las estructuras y prácticas el rol que Dios les ha otorgado en el cuidado de la tierra y la promoción de lo que hoy llamamos el bien común.
En este Año Santo, una acción comunitaria en la que todos estamos llamados a participar es el restablecimiento del equilibrio ecológico del planeta, trastornado por las prácticas industriales de los dos últimos siglos. En cierta medida, estas prácticas han dado lugar a un enorme progreso material, no sólo en los países desarrollados, sino también en países que antes eran muy pobres. La pobreza y el hambre se han reducido enormemente, millones de niños reciben educación, la mortalidad materna e infantil ha experimentado enormes mejoras y existen normas, políticas y estructuras internacionales para intentar evitar las guerras, aunque no siempre se respetan. Sin embargo, este progreso tiene serias sombras, como la amenaza de un calentamiento global y un cambio climático descontrolados, así como los efectos nocivos de la extracción de metales esenciales y de la mano de obra para realizarla. Son necesarias la restauración y la restitución.
Las zonas del mundo más afectadas por el cambio climático, denominadas los dos tercios del mundo (nombre derivado de su anterior designación como “tercer mundo”), son aquellos países situados principalmente en el hemisferio sur que son los menos responsables del cambio climático pero que sufren las peores consecuencias. Las Naciones Unidas se refieren a la rectificación de esta injusticia como Pérdidas y Daños, pero también podemos llamarla restitución por ofensas anteriores, ya sean intencionadas o no.
El Papa Francisco ha vinculado la restauración del planeta a la condonación de la deuda durante este Año Jubilar, al afirmar:
“El Jubileo… nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas;”.
El Papa Francisco ha argumentado a menudo que este alivio de la deuda es una cuestión de justicia, vinculándolo a la “deuda ecológica” que las naciones ricas tienen con los países más pobres y que son los que menos contaminan el planeta.
Nosotros, como individuos, podemos participar en esta acción global examinando lo que vestimos, lo que comemos y cuánta energía de combustibles fósiles utilizamos. ¿Compramos demasiada ropa barata que contribuye al agotamiento de los recursos naturales y a la explotación de mano de obra barata? ¿Comemos cantidades desmesuradas de carne de vacuno y otros productos cárnicos que contribuyen al calentamiento global y a otros problemas medioambientales? ¿Y somos capaces de realizar un ayuno de combustibles fósiles, reduciendo radicalmente la cantidad de gasolina que utilizamos para viajar de un lugar a otro?
Las enseñanzas de Jesús hacen eco de las palabras del profeta Amós: “dejar que la justicia fluya como el agua y la integridad como un arroyo inagotable.”
El Padre Maryknoll Frank Breen de Boston, Massachusetts, ministró en Kenia durante casi 30 años, donde también se desempeñó como corresponsal extranjero de la revista Maryknoll. Actualmente es Coordinador de Sociedad, Justicia y Paz de la Oficina de Maryknoll para Asuntos Globales.
Imagen destacada: Miembros del Dicasterio para la Evangelización revelan el logo para el Jubileo 2025. Este Año Santo, proclamado por el Papa Francisco, empezó el 24 de diciembre del 2024 y continuará hasta enero 6, 2026. (Dicasterio para la Evangelización/Ciudad del Vaticano, Flickr)
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera el hecho de poner tu corazón en el Reino de Dios puede hacer que se haga justicia a los demás y a la creación?
¿Qué puedes hacer en tu propia vida esta temporada como acto de reconciliación con nuestra madre Tierra?
Oración del Jubileo
Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
—Papa Francisco