Por Darlene Jacobs, M.M.
VII Domingo de Pascua
Domingo 1 de junio del 2025
Hech. 7, 55-60| Apoc. 22, 12-14. 16-17. 20| Juan 17, 20-26
Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.
—Juan 17, 20
La oración de Jesús en las lecturas de esta semana me recuerda las palabras que he escuchado por boca de madres y padres al final de sus días: Rezan para que sus hijos, a quien tanto han amado, sigan cuidándose los unos a los otros después de su fallecimiento. Que se amen entre sí. Que estén unidos. Que juntos sean uno solo. No hay oración más ferviente de parte de un padre que sus hijos, a quien aman más que a nadie en el mundo, se amen entre sí.
Jesús reza por nosotros, los amados por Dios, de esta misma manera hoy. Si tan solo observamos las divisiones en nuestro mundo, podría parecernos que esta oración no recibe respuesta. Pero si observamos a nuestras familias, las comunidades que trabajan juntas y las culturas que valoran la unidad, quizás podamos atisbar una esperanza.
Los tanzanos me han enseñado mucho sobre el valor de la unidad. En sus proverbios en suajili rebosa esa noción: “Umoja ni nguvu, utengano ni udhaifu”. La unidad es fuerza, la división es debilidad. “Nguzo moja haijengi nyumba”. Con solo un pilar no se construye una casa. Y uno más deshinibido: “Kidole kimoja hakiui chawa.” Un solo dedo no mata un piojo.
En Tanzania, veo a la gente expresar el valor de la unidad de muchas maneras. Veo a la gente trabajar, jugar y vivir juntos. Quizá tú también lo veas a tu alrededor. La unidad no es apartarse para posicionarse sobre los demás. Es reconocer las contribuciones de cada persona. Es la expresión de afinidad, de juntos ser uno. Si acogemos la unidad quizás podamos aprender a cambiar la conversación: Podemos sentarnos y escuchar, y podemos tener apertura para ambas posiciones de un problema. Al hacerlo, estaremos practicando el amor que Jesús reza que tengamos entre nosotros.
La Ascensión de Jesús no es un último adiós. Es un soplo de ánimo para que encontremos otra manera de tratarnos y así unirnos con Dios y con nosotros mismos en la partida física de Jesús de la Tierra. Tal como nos ama Dios y ese amor nos transforma, así también nuestro amor transforma a los que amamos. Es una invitación a una nueva vida, un nuevo comienzo y potencial. El potencial de estar completos. El potencial de juntos ser uno.
La Hermana Darlene Jocobs de Noonan, North Dakota, fue asignada en 1969 a Tanzania, donde sirvió por más de 40 años. Allí la misionera enseñó en el Conservatorio de Música de Tanzania, creó programas para niños de la calle, administró un colegio técnico en Dar es Salaam, fundó la Escuela de Niñas Murigha y ofreció otros programas educativos para niñas. Actualmente se encuentra en el centro de las Hermanas Maryknoll en Nueva York.
Para leer otras reflexiones bíblicas publicadas por la Oficina Maryknoll para Asuntos Globales, haga clic aquí.
Imagen destacada: Niños de la región de las montañas Usambara en Tanzania. (Rod Waddington, Tanzania/Flickr.)