XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
3 de agosto del 2025
Ecl 1,2; 2:21-23 | Col 3:1-5, 9-11 | Lc 12,13-21
“Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.
Recuerdo vívidamente qué me hizo darme cuenta de mi llamado al servicio de Dios como hermana religiosa hace unos 41 años. Se relaciona bien con las lecturas de este semana. Las lecturas me recuerdan cosas esenciales que pueden parecer insignificantes a nuestros ojos, pero que podrían ser nuestro salvavidas para ganar nuestro lugar en el corazón de Dios.
La primera lectura reorienta nuestra visión de las cosas del mundo a las cosas de Dios. Cohélet dijo: “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión”. La segunda lectura nos recuerda nuestro propósito al nacer en esta Tierra. Estamos destinados a regresar a Dios y anticipar su aparición en toda su gloria. Se nos enseña a no caer en la vanagloria, la codicia, la impureza, la inmoralidad, el deseo malvado y la idolatría.
Cuando dejé a mi familia y mi futura carrera, me aferré a las palabras de Jesús: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.” Sentí que todas las preocupaciones materiales que tenía en ese momento se habían desvanecido, y me mantuve enfocada en el lugar hacia dónde me guiaba como joven profesional.
La lectura del evangelio de esta es otra buena noticia. ¿Qué hace la codicia por nosotros? Cuando somos codiciosos, le damos prioridad a la ganancia personal por encima de las relaciones, la ética e incluso nuestro bienestar. La codicia puede producir relaciones tensas, estrés y soledad. Nos volvemos deshonestos.
A mayor escala, la codicia desenfrenada puede conducir a crisis económicas, destrucción ambiental y desigualdad social, que es lo que está sucediendo ahora a nuestro alrededor. Como seguidores de Jesús, estamos llamados y desafiados a seguir estilos de vida sencillos, estar satisfechos con lo que es suficiente y pensar en los demás. Además, diría que cuando todos aprendamos a vivir nuestro camino de devenir ético y moral, entonces habrá suficiente para todos.
Al cerrar esta reflexión, recuerdo las palabras de Steve Jobs, el fundador de Apple, en sus últimos días: “Me doy cuenta de que todo mi reconocimiento y riqueza no tienen sentido ante la muerte inminente”. Nuestra verdadera felicidad interior no proviene de las cosas materiales de este mundo. “Ya sea que vuele en primera clase o en clase económica, si el avión se estrella, nos estrellamos con él”.
Que estas palabras nos inspiren a evitar “toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. Ojalé aprendamos a dar desde nuestra pobreza y, por encima de todo, a dar con nuestras riquezas.
La Hermana Esperanza Principio de Bulacan, Filipinas, fue asignada a Panamá desde el 2006 al 2012. Allí trabajó con el Instituto para el Desarrollo de la Mujer y la Infancia. En 2013, fue enviada a servir en Perú. En 2018 inició el Capítulo de la Red Global de Religiones a Favor de la Niñez. Actualmente sirve en la frontera entre Estados Unidos y México.
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Imagen destacada: Un niño se acerca a las flores durante una Misa de Todos los Santos en una iglesia Maryknoll en Jayllihuaya, en el departamento de Puno, Perú. (Nile Sprague/Perú)