Misiones en Latinoamérica: Bebiendo de la sabiduría de los mojeños

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Por: Padre Alejandro Marina
Fecha de Publicación: Sep 2, 2025

En nuestro ministerio pastoral con la parroquia Santísima Trinidad en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en la Amazonía boliviana, encontramos a compañeros de camino misionero: los catequistas.

Ellos asumen la dirección de la vida eclesial: preparación de sacramentos, celebraciones en ausencia de sacerdote, conducción de las procesiones y rituales para festividades de la Iglesia.

Estos hombres nos han enseñado lo que significa ser una comunidad activa. Luis Miguel es el catequista más joven y ha sido voluntario en la parroquia por años. Siguiendo su fe y llamado al servicio, actualmente se encuentra haciendo un proceso de discernimiento para entrar a la formación misionera con nuestra Sociedad de los Padres y Hermanos Maryknoll.

Él ha aprendido de otros líderes de su comunidad como don Avelino, el catequista mayor, quien nos indica que las procesiones y rituales que celebra la parroquia están relacionadas con pasajes del Evangelio. Don Avelino anima a la comunidad a participar en servicios religiosos.

Otro catequista, don Silverio, nos contó que sus prácticas las han recibido de sus antepasados, transmitidas de generación en generación sin perderlas a pesar de la migración de los pueblos a otras regiones. La melodía litúrgica y de adoración la brinda don Florentín, quien ha sido el maestro que enseñó a muchos a tocar la música autóctona con violines, bombos y una flauta hecha de hueso. Don Francisco y don Valentín han sido sus alumnos y tocan el violín en Misas y celebraciones. Don Joaquín, un catequista joven, está ansioso de aprender de sus mayores para continuar con el legado.

La estructura de los catequistas se completa con las “abadesas”. Ellas son las esposas de algunos catequistas y otras mujeres ancianas del pueblo. Están encargadas de rezar por las necesidades de la comunidad y colaboran en diversos servicios. Muchas no han tenido la oportunidad de estudiar.

Uno de nuestros proyectos es comenzar un programa de alfabetización para adultos. Doña Andrea, esposa de don Avelino, nos contó lo difícil que era el acceso a la educación cuando era niña. Otra abadesa, doña Julia, también nos habló de la situación de violencia que han sufrido como mujeres, de parte de sus padres como de sus parejas.

En una visita misionera, doña Baldomera nos habló sobre la soledad que viven los ancianos en la comunidad que, si bien tienen cariño y cuidado de sus seres queridos, sus familiares deben ir a trabajar a los campos y ellos se quedan solos la mayor parte del día. Doña Cándida nos explicó lo difícil que es el acceso a una atención adecuada para una enfermedad compleja, ya que los hospitales avanzados están en las grandes ciudades —a más de seis horas de viaje— y su pobreza les impide pagar los tratamientos médicos. Muchas veces, deben aceptar el deterioro o la muerte porque no tienen otra posibilidad.

Los feligreses de la parroquia Santísima Trinidad pertenecen a la etnia mojeño trinitario, una de las tres variantes de los indígenas mojeños o moxos. Las otras dos son mojeños ignacianos y mojeños javerianos. Otros nombran también al grupo mojeño loretano. Los nombres de las comunidades se dieron a conocer en el departamento del Beni donde se establecieron con el tiempo.

Los mojeños fueron evangelizados por los Jesuitas en los siglos XVII-XVIII, quienes también les enseñaron técnicas agrícolas, oficios y música. Uno de los jesuitas más conocidos, ya que introdujo la ganadería, fue el Padre Cipriano Barace, un misionero y mártir español, fundador de la ciudad Santísima Trinidad y quien está en causa de canonización. En aquel tiempo se propuso un sistema económico y social acorde a la cultura indígena y del Evangelio, promoviendo una organización comunitaria y trabajo colectivo.

En la estructura eclesial, se instituyó la figura de “los catequistas”, con el fin de conllevar la vida y prácticas religiosas.

Estos hombres y mujeres mojeños han mantenido la fe y la vida de la comunidad por siglos, incluso en ausencia de sacerdotes o religiosas que los acompañaran. Son un modelo sinodal de misión y del protagonismo laical en la vida de la Iglesia. Hace dos años hemos sido bienvenidos y hemos aprendido el lugar del pastor como servidor de la comunidad, y todo lo que hacemos se consulta con ellos para ayudarnos a integrar a su comunidad.

Imagen destacada: Don Saturnino Yabanure, catequista de la parroquia Santísima Trinidad, toca música autóctona
que aprendió de sus antepasados y que ahora enseña a jóvenes de la comunidad mojeño trinitario. (Adam Mitchell/Bolivia)

Sobre la autora/or

Padre Alejandro Marina

Nacido en Buenos Aires, Argentina, el Padre Maryknoll Alejandro Marina fue ordenado sacerdote en 1993 en la Diócesis de San Isidro. Fue director de misiones en su diócesis y, como parte de dicho trabajo, fue enviado como misionero a Holguín, Cuba, por cuatro años. Es Licenciado en Teología Dogmática y se ha especializado en el área de la Misionología. Actualmente es el director del centro y residencia Maryknoll en Cochabamba, Bolivia, y coordinador del Programa de entrenamiento en el extranjero (OTP) para candidatos a hermanos y padres Maryknoll.

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