La exhortación apostólica Dilexi te (Te he amado) fue un proyecto iniciado por el Papa Francisco y se centra en el vínculo inseparable entre la fe cristiana y el cuidado a los pobres. Este tipo de enseñanza papal se propone dar orientación clara a los católicos sobre una cuestión importante que se debate dentro de la Iglesia.
A continuación se presentan algunas de las citas más impactantes de esta enseñanza de cinco capítulos y 40 páginas:
Sobre el amor de Cristo y el encuentro con Dios
El Papa León afirma que servir a los pobres es un encuentro directo con Jesús:
Y es precisamente en esta perspectiva que el afecto por el Señor se une al afecto por los pobres… el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos. (Párrafo 5)
Sobre la misión y la renovación de la Iglesia
El Papa León hace eco del deseo de su predecesor, el Papa Francisco, con respecto a la naturaleza de la Iglesia:
Tres días después de su elección, mi predecesor expresó a los representantes de los medios de comunicación su deseo de que la Iglesia mostrara más claramente su cuidado y atención hacia los pobres: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!». (Párrafo 35)
El compromiso con los pobres se presenta como un camino necesario hacia la renovación:
Estoy convencido de que la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, cuando somos capaces de liberarnos de la autorreferencialidad y conseguimos escuchar su grito. (Párrafo 7)
Sobre la justicia y sistemas mundiales intrincados
El Papa León caracteriza la pobreza no solo como una realidad desafortunada, sino como un desafío moral para las estructuras globales:
La condición de los pobres representa un grito que, en la historia de la humanidad, interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia. (Párrafo 9)
También critica la idea de que la pobreza es merecida:
Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad… No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido “méritos”, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida. (Párrafo 14)
Sobre los verdaderos tesoros de la Iglesia
Al relatar la historia de San Lorenzo, el Papa León define la verdadera riqueza de la Iglesia:
Cuando le preguntaron dónde estaban los tesoros que había prometido, les mostró a los pobres, diciendo: “Estos son los tesoros de la Iglesia”. (Párrafo 38)
Cita a San Juan Crisóstomo para dar prioridad al cuidado de los necesitados por encima del culto fastuoso:
«¿De qué serviría, al fin y al cabo, adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si Él muere de hambre en la persona de los pobres? Primero da de comer al que tiene hambre y luego adorna su mesa con lo que sobra». (Párrafo 41)
Sobre las recientes enseñanzas de la Iglesia y los signos de los tiempos
El Papa León describe el Concilio Vaticano II como “una etapa fundamental en el discernimiento eclesial” en relación a los pobres, que el Papa San Juan XXIII definió en su famosa frase como “la Iglesia de todos y, en particular, como la Iglesia de los pobres”.
Se perfilaba de ese modo la necesidad de una nueva forma eclesial, más sencilla y sobria, que implicase a todo el pueblo de Dios y a su figura histórica. Una Iglesia más semejante a su Señor que a las potencias mundanas, dirigida a estimular en toda la humanidad un compromiso concreto para resolver el gran problema de la pobreza en el mundo. (Párrafo 84)
El Papa León también se fija en la experiencia de la Iglesia en América Latina en los últimos años como fuente de comprensión de la relación de la Iglesia con los pobres.
En primer lugar, menciona el martirio de San Óscar Romero en El Salvador en 1980 como una postura que la Iglesia debería adoptar. “Él sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los hizo el centro de su opción pastoral” (Párrafo 89)
En segundo lugar, tras haber servido como misionero en Perú, el Papa León nombra la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de 1968, celebrada en Medellín, Colombia, como una fuente importante para comprender el papel de la Iglesia en la lucha contra las estructuras de pecado que generan pobreza y desigualdad:
Los obispos afirmaron con fuerza que la Iglesia, para ser plenamente fiel a su vocación, no sólo debe compartir la condición de los pobres, sino también ponerse de su lado, comprometiéndose diligentemente en su promoción integral. (Párrafo 90)
Debemos comprometernos cada vez más para resolver las causas estructurales de la pobreza. […] La falta de equidad “es raíz de los males sociales”. (Párrafo 94)
Citando al Papa Francisco, el Papa León critica el actual modelo económico mundial por su favoritismo hacia los autosuficientes y su falta de “inversión en esfuerzos para ayudar a los lentos, débiles o menos dotados para encontrar oportunidades en la vida”.
Nos deja con preguntas que nosotros, como Iglesia, debemos responder:
La pregunta recurrente es siempre la misma: ¿los menos dotados no son personas humanas? ¿Los débiles no tienen nuestra misma dignidad? ¿Los que nacieron con menos posibilidades valen menos como seres humanos, y sólo deben limitarse a sobrevivir? De nuestra respuesta a estos interrogantes depende el valor de nuestras sociedades y también nuestro futuro. O reconquistamos nuestra dignidad moral y espiritual, o caemos como en un pozo de suciedad. (Párrafo 95)
Lea el documento completo en el sitio web del Vaticano.
Imagen destacada: El Padre Maryknoll John Barth distribuye comida y agua a sobrevivientes de un terremoto en Myanmar a inicios de este año. A través de la Diócesis de Mandalay en Myanmar, el Padre Barth gestionó los fondos recolectados por la Sociedad Maryknoll para llevar ayuda a los necesitados. (Cortesía de John Barth/Myanmar)